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Economía

Todos los indicadores ‘macro’ apuntan a que sigue el deterioro del PIB y del empleo

Nadia Calviño.

Los datos oficiales sobre la evolución del PIB y el empleo en el segundo trimestre del año han sorprendido negativamente porque advierten de un mayor grado de desaceleración de la economía. Y los primeros indicadores que se conocen del inicio del tercer trimestre muestran que continúa el deterioro con el añadido de un aumento de la incertidumbre internacional propiciada por la guerra comercial entre Estados Unidos y China así como la posibilidad de un brexit abrupto sin acuerdo.

Mientras, el Gobierno acumula ya casi seis meses en funciones y medio año lleva también el Parlamento de ‘vacaciones’. Desde hace más de cinco años no se ha adoptado una sola reforma económica y, en caso de que haya nuevas elecciones en noviembre, hasta al menos la primavera de 2020 no se tomará medida alguna. Quizá sea demasiado tarde.

En todo caso, dependerá del Gobierno que salga y de los apoyos políticos que necesite. Mientras, Pedro Sánchez, ahora de vacaciones oficiales, ha mantenido una turné de encuentros con más de un centenar de colectivos sociales, ecológicos y culturales para buscar el apoyo de Unidas Podemos. Pero, por ejemplo, no ha mantenido reunión alguna con grupos empresariales o think tank económicos para analizar qué se puede hacer de inmediato para contrarrestar la cascada de peores resultados del PIB y del empleo y el frenazo de las principales economías europeas.

Los datos macroeconómicos no ofrecen duda alguna de la desaceleración. Y si el PIB sólo creció un 0,5% en tasa trimestral, dos décimas menos que en el anterior trimestre y en tasa anual se sitúo en el 2,3% (una décima menos), las previsiones de crecimiento en los próximos meses son inferiores ya que se estima un peor comportamiento de la demanda interna. Además, la ayuda al crecimiento por parte del sector exterior (del 0,7% en el segundo trimestre, cinco décimas más que en los tres meses anteriores) será más baja por la aceleración del conflicto comercial internacional y el descenso del turismo.

Desempleo

La EPA del segundo trimestre ha confirmado también que, en el mejor periodo para el empleo de cada año, la creación de puestos de trabajo se ha frenado (333.800 frente a 469.900 en el mismo trimestre de 2018). Es el peor resultado desde hace tres años. Mientras, la reducción del paro también se ha ralentizado (123.000 frente a un descenso de 306.000 entre abril y junio del año pasado) registrando el peor dato desde hace siete años. En términos desestacionalizados, el empleo sólo crece un 0,3% frente al 1,06% de hace un ejercicio mientras que el desempleo sube (0,53%) después de 24 trimestres consecutivos de caídas.

Los mercados son sabios y el del empleo es el que más anticipa la marcha atrás de la economía. Los datos de afiliación a la Seguridad Social de julio (15.514) son los peores desde 2012, en plena segunda recesión, y el paro (-4.253) son los más bajos desde 2008 mientras que en términos desestacionalizados crece por segundo mes consecutivo. Muestran una intensa pérdida de vigor del empleo en el arranque de este tercer trimestre, y agosto no suele ser un mes bueno por el despido masivo a fin de mes, mientras crece la precariedad, y los sueldos (salvo los públicos) no se revisan. Y, atención, los ingresos de Hacienda empiezan a notar la desaceleración mientras se dispara el gasto público y la deuda sigue acercándose al 100% del PIB.

Problemas con el crédito

Todo ello se produce en un contexto atípico de ausencia de inflación y de problemas con el crédito por los bajos tipos de interés o de bajos salarios, que no puede explicar el alcance de una evolución económica tradicional o del fin de ciclo alcista. Por tanto, no es posible determinar el grado de empeoramiento. Pero, tormenta va a haber, esperemos que no sea ‘perfecta’, y ya veremos si no llega otra crisis (importada o no), sobre todo si la clase política sigue encasillada en su juego de tronos abandonando la aplicación de reformas liberalizadoras de calado, que aumenten la competencia, y también el control de las cuentas públicas. En todo caso, se hace urgente el cambio de modelo de crecimiento, es decir, menos servicios y más sector industrial para evitar un descenso en vertical del empleo.

La demanda interna, sobre la que se sustenta el PIB, está haciendo ya aguas, y la externa depende de si entra en recesión países como Alemania y el resto de clientes de las empresas españolas

La demanda interna, sobre la que se sustenta el PIB, está haciendo ya aguas, y la externa depende de si entra en recesión países como Alemania y el resto de clientes de las empresas españolas. Los datos de junio han confirmado que el crecimiento económico es el más bajo en cinco años como consecuencia del desplome de la inversión (-0,2% anual frente al 3,4% de alza de hace un año) y también del consumo de los hogares (1,7% anual frente al 2,3% en 2018) por el lado de la demanda. Mientras, por el lado de la oferta, la industria manufacturera, la que debe producir para exportar, se encuentra ya en tasas negativas interanuales (-0,2%) cuando hace un año crecía a un ritmo del 3,4%.

Déficit del 1,35%

Esta desaceleración llega a percibirse también en las cuentas públicas. Con datos hasta mayo, el conjunto de las Administraciones Públicas (excluyendo los ayuntamientos cuyas cifras van con retraso) registró un déficit del 1,35% del PIB, superior en 0,04 puntos al de 2018 en el mismo periodo como consecuencia de un saldo negativo de la Administración central del -1,30% frente al -1,21% de hace un año; del 0,34% de las CCAA frente al -0,34% de las autonomías; y del superávit temporal de la seguridad Social del 0,29% frente al 0,20% de hace 12 meses. Este aumento del déficit se debe a la minoración de los ingresos y en especial al aumento del gasto público.

Así, el Estado (Administración Central) registró en junio un déficit del 0,84% frente al 0,68% de un año antes como consecuencia del aumento de los ingresos del 1,8% mientras que el gasto creció a un ritmo del 3,8% en un nuevo año de prórroga presupuestaria y una cierta dejadez propiciada por la inacción política y presupuestaria así como la falta de oposición en el Parlamento. Destaca: el aumento de un 8% de los gastos de personal (tras la subida del 2,75% a los empleados públicos y la equiparación salarial de la Guardia Civil y Policía Nacional a los Mossos de Cataluña); el alza del 35,1% de los gastos corrientes por la celebración de elecciones; y la subida del 6,8% de las transferencias corrientes a cuenta a las administraciones  territoriales.

Las inversiones públicas, en caída libre

Por su parte, el gasto de inversiones públicas reales siguió su caída libre (-27,6%) y en el -5,3% se situaron las transferencias de capital para realizar obra pública, mientras que los gastos financieros (intereses de la deuda) llegaron al -6,4%. En cuanto a los ingresos, los tributarios en tasa acumulada hasta junio sólo crecieron un 0,8% frente al 3,8% en el mismo mes de 2018. Por figuras impositivas, la caja del IRPF creció sólo un 3% (2,3 puntos se deben a la subida de los salarios públicos y de las pensiones) frente 7,5% de hace un año; por IVA, la recaudación creció un 1,2% frente al 3,4% de junio de 2018; por el Impuesto de Sociedades, la caja cayó un 19,3%, algo menos que hace un año; por los Impuestos Especiales, gracias a la inclusión de la tarifa autonómica, el alza es del 5,5% frente al 0,1% en junio de 2018; y la caída de la recaudación fue del 17,4% frente a la subida del 3,5% de hace un año en el resto de impuestos.

Nuevo récord de deuda pública

Mientras tanto, la deuda pública registra un número récord, hasta cerca de 1,2 billones de euros, lo que representa casi el 99% del PIB, muy lejos del 96,1% fijado como objetivo por el Gobierno para 2019. Para este año existe un problema añadido en el cumplimiento porcentual del objetivo ya que la inflación es muy baja y el PIB nominal (sin deflactar), sobre el que se mide la deuda y también el déficit, tendrá este año tendrá menos recorrido corriente que en ejercicios anteriores.

Otro dato macroeconómico curioso es que aunque la balanza de pagos con el exterior ha vuelto a ser positiva, también se desinfla. En mayo se situó en 2.701 millones de euros por el buen resultado de las exportaciones, pero hace un año llegaba a 3.400 millones.

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