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El discurso optimista de Guindos arrasa en Sitges ante un empresariado catalán harto de Mas

Luis de Guindos y Josep Piqué, el viernes en Sitges.

Los taxistas y camareros de Sitges comentaban estos días, mientras atendían agradablemente a los asistentes a las XXIX jornadas del Círculo de Economía que han pululado por esta ciudad barcelonesa, que los Mossos y secretas habían tomado las calles. Temían los servicios de seguridad de la Generalitat que algunos grupúsculos independentistas "se liaran a tomatazos y lanzaran huevos (taxista dixit)" a la llegada de los coches oficiales de "los que vienen de Madrid".

El ministro de Economía, Luis de Guindos, el viernes, y el presidente Mariano Rajoy, en la clausura de ayer sábado, eran los objetivos. No hubo nada de nada. Mucha seguridad y ni un altercado. Más bien lo contrario. Parecía estos días aquí en Sitges que el papel de los buenos y los malos (estereotipos alimentados por el casposo y obsoleto antagonismo del Cataluña/España) se habían intercambiado: el president Artur Mas, a priori en territorio amigo, se encontró el jueves con un ambiente hostil, con un empresariado catalán cansado de recortes, subidas de impuestos y proyectos soberanistas y rupturistas.

Por el contrario, el ministro de Economía y el presidente del Gobierno se trajeron de Madrid buena munición y la dispararon estratégicamente ante un auditorio que es representación fidedigna de las élites económicas y académicas catalanas, no tanto de las políticas. Lo mensajes esperanzadores y optimistas de Guindos y Rajoy calaron en positivo en la mayoría de ellos, que sin abandonar un cierto escepticismo, se felicitaron de que, al contrario de lo que ocurrió hace un año, la luz sí que se ve ahora al final del túnel.

Guindos desenfundó su particular 'metralleta' de optimismo: si hace justo un año estábamos al borde del rescate y con la prima de riesgo en 650 puntos básicos, ahora "ya nadie duda de la competitividad española"; "el informe de la Troika pondrá de manifiesto que ya hemos cumplido con todos los compromisos"; "tenemos el sistema financiero más transparente de Europa"; "las dudas sobre el sistema bancario se han disipado"; "la reforma laboral ya está dando sus frutos"; "este año cerraremos con un superávit comercial de entre el 2% y el 3% del PIB"; "España está en la trayectoria de salir de la crisis y dentro de un año la economía estará creciendo y creando empleo".

En los corrillos se comentaba que el ministro había sobreactuado en su optimismo, pero se reconocía que por fin las cosas iban a mejor pese al terrible drama del paro

Al terminar su intervención el viernes, todos los corrillos coincidían en lo mollar: "es verdad que el ministro ha sobreactuado: presumir de la reforma laboral con seis millones de parados y un desempleo juvenil camino del 60% o decir que ya no hay dudas sobre el sistema bancario es casi grotesco, pero hoy podemos respirar un ambiente más optimista y parece que las cosas están bastante mejor", decía a modo de resumen un empresario catalán.

Y llega Rajoy el sábado y, en la clausura, remata la jugada, adelantando que las cifras de desempleo de mayo son "claramente esperanzadoras", que "los descensos del paro registrado y la afiliación a la Seguridad Social de los meses de marzo, abril y mayo son, asimismo, alentadores" y que "se están sentado las bases para que el crédito fluya", entre otros mensajes positivos, aunque en este caso más a la gallega, sin esa sospechosa y rotunda convicción que destila Guindos.

Lo que trasciende de todo esto es que, después de tres jornadas de conferencias, "los que vienen de Madrid han exagerado lo suyo", pero "no hay duda de que las cosas van mejorando aunque España se desangre por el paro y la falta de crédito a empresas y particulares", señalan algunos de los asistentes al encuentro.

De la mayoría del concurrido auditorio del Melia Sitges, a nadie se le escapaba que este moderado triunfalismo del Gobierno forma parte de una estrategia para dar donde más duele a Mas, en casa y entre los suyos.

Su victimismo derrotista frente a España y su obsesión por sacar adelante el plan soberanista, visto con recelo por la clase empresarial catalana, está pasando factura ya a las empresas. El déficit asfixiante y el hecho de que Cataluña no pueda financiarse en los mercados internacionales y tenga que acudir al 'rescate' del Gobierno, está penalizando los planes expansivos de las empresas catalanas que quieren seguir creciendo.

Piqué, al frente del Círculo, dejó un mensaje claro a Mas al principio de las jornadas: "debemos avanzar hacia el diálogo y la concordia social y política", no hacia la ruptura

Y Josep Piqué, presidente del Círculo de Empresarios, lo dejó muy claro en la apertura de la reunión anual: "Debemos avanzar hacia el diálogo sincero que busque la renovación de la concordia civil y política. No nos conviene fraccionar la sociedad, sino cohesionarla". Lo dijo en un contexto en el que Mas acusó al Ejecutivo de Rajoy de utilizar la crisis económica para proceder al "desmembramiento" del autogobierno mientras las "comunidades se están peleando por las migajas en un espectáculo absurdo".

El ex ministro de Aznar no se cortó ante Mas, y fue muy gráfico en uno de sus comentarios: "Nos gustaría poder hablar de política entre amigos y familia y no enfadarnos". Eso sí, justo en el día en el que la Comisión Europea mandó sus nuevas y duras recetas a España a cambio de dar un balón de oxígeno con el déficit, Piqué trasladó el apoyo total del empresariado catalán a la petición de Mas de que el Ejecutivo permita un déficit asimétrico para las autonomías.

Casi sin esperarlo, el encuentro de Sitges se ha vuelto contra Mas cual bumerán por obra y gracia de un optimismo estratégico que el Gobierno se ha sacado de la chistera para tratar de 'vender' en Cataluña el mensaje de que la mejor forma de salir de la crisis es con la unión y no con la ruptura.

De hecho, poco se ha hablado en las jornadas del plan soberanista de Mas y de cuál ha de ser el encaje futuro de Cataluña en España. Como mucho, el globo sonda lanzado por Alfredo Pérez Rubalcaba a favor de una España federal y de meterle mano a una Constitución que se ha quedado vieja, muy vieja.

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