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Koplowitz y Benjumea: dos grandes fortunas que han perdido el crédito

Esther Koplowitz y Felipe Benjumea, accionista de FCC y ex presidente de Abengoa

En la casona de una de las familias más adineradas de Andalucía estaban acostumbrados a recibir a los Benjumea, pero no a que éstos les pidieran dinero. Fue entonces, en esa reunión en la que nada menos que Felipe Benjumea les requería capital, cuando se dieron cuenta de que el declive del presidente ejecutivo y líder absoluto de Abengoa era real y palpable. Una espiral de deuda que ha terminado en una madrugada aciaga para la poderosa familia sevillana de los Benjumea: la del 24 de septiembre, cuando a la una pasada la medianoche la gran banca emitía un comunicado en el que anunciaba que Felipe Benjumea había perdido la silla presidencial de la compañía energética. Terminaban así 25 años de reinado.

Aquel encuentro no tuvo que ser fácil para el sevillano de 58 años, abogado, que hasta el año pasado, antes del enorme desplome en bolsa de su empresa, se situaba con su familia entre las 24 más ricas de España. Pero era necesario: los bancos HSBC, Santander y Crédit Agricole le habían comunicado que el vehículo de inversión de la familia, Inversión Corporativa, tenía que suscribir 120 millones de euros a cambio de que ellos pusieran otros 465 millones para una ampliación de capital absolutamente imprescindible.

Benjumea consiguió finalmente el dinero (del Banco Santander, Banco Popular, Caixabank y Sabadell), pero ha perdido el control, y se tiene que conformar ahora con una presidencia honorífica. La familia ha pasado de tener el 57% de poder de voto a solo el 40%. Se ha iniciado un drástico proceso de desinversión por valor de 1.200 millones, y todo ello a un ritmo mayor del acordado anteriormente. Se ha decidido vender, además, todo o parte de Abengoa Yield, cotizada en EE.UU. Es decir, el pool de nuevos accionistas ha enmendado toda la labor reciente de Benjumea y ha acabado con la compañía tal y como se la conocía.

“Los Benjumea querían tener el poder sin tener la pasta, y han estado haciendo trampas para ello”

Era el final de un largo camino que les había llevado a construir una multinacional triunfante, pero a base de deuda y de un truco que ahora ha dejado de convencer: aquello de crear para ellos acciones A, con un valor de voto 100 veces mayor a las acciones B, las del vulgo; de controlar mucho con muy poco. Todo era, así, para Felipe Benjumea, presidente ejecutivo, y su hermano mayor, Javier Benjumea, vicepresidente hasta 2007.

Los Benjumea querían tener el poder sin tener la pasta, y han estado haciendo trampas para ello”, explica un experto. Para financiar el crecimiento habían recurrido a mecanismos de ocultación los niveles de deuda, los llamados créditos sin recurso tan usados en infraestructuras: solo se pone de garantía la infraestructura en particular, y la matriz no se hace cargo de nada.

Con este esquema y el tamaño de la compañía, surgían dudas entre los accionistas sobre el compromiso con el negocio de los hijos del marqués Javier Benjumea Puigcerver, el fundador de la empresa y pater familias. Abengoa, tras casi tres cuartos de siglo, pasaba a manos de la gran banca.

Una réplica del caso Koplowitz

Algo muy similar ha ocurrido con Esther Koplowitz y su Fomento de Construcciones y Contratas, FCC. “Ella está ‘tiesa’, le debe casi 1.000 millones a los bancos”, afirma una fuente de mercado. La cantidad exacta son 840 millones, y BBVA y Bankia le han otorgado otros cinco años de plazo para devolverlo. Con ese dinero, el alma mater de la compañía consigue mantener el 22,5% del grupo de construcción y servicios públicos.

A esta deuda del vehículo familiar se suma una mucho mayor, la de los más de 4.500 millones de la empresa. Es así, por ese enorme agujero, por donde ha entrado Carlos Slim en la casa de la Koplowitz; así, con 1.000 millones de euros comprados en acciones a la mitad de su valor, es como el mexicano se ha convertido en el tenedor de referencia de la empresa, con un 25,6% del total, con cuatro consejeros de su cuerda y un consejero delegado, mexicano también, Carlos Jarque, a través del cual ya lleva las riendas.

El truco, ahora pecado, de Koplowitz, fue ir creando mecanismos paralelos de accionistas para mantener el 50% e ir disimulando la dilución real de sus acciones. Pero al final ha tenido que dar entrada a capital real, perder la mayoría y a su consejero delegado, Juan Béjar.

Es así, por ese enorme agujero de deuda, por donde ha entrado Carlos Slim en la casa de la Koplowitz

Y la cosa puede empeorar. Se prevé otra ampliación de capital en FCC, porque el saneamiento logrado por Slim se lo ha comido el bucle de deuda e intereses. Pero, ¿de dónde va a sacar ella el dinero para no diluir aún más sus acciones? Sólo con el aval de Carlos Slim puede conseguirlo. De nuevo, más poder para él. Si alguien creía que Slim venía sólo como inversor, se equivocaba: viene a conquistar Europa gracias a la entonces llamada Construcciones y Reparaciones, la empresa que fundó el alemán Ernesto Koplowitz en 1944 para ganar dinero realizando saneamientos y limpiando las alcantarillas de la capital.

Benjumea y Koplowitz, ¿cuál fue su error? Hubo un tiempo, antes de la Gran Recesión, en el que la empresa que no se endeudaba caía en bolsa. Era la moda, y ellos se subieron al carro. Pero el problema de fondo es la reconversión de empresas familiares en grandes multinacionales. El asunto se entiende mejor cuando se compara con los casos de los Entrecanales en Ferrovial o, por supuesto, de Ortega en Inditex. Amancio Ortega, por ejemplo, salió a bolsa con el compromiso de no bajar nunca del 50% del accionariado.

Del otro lado, del de los que han de ir poniendo sus barbas a remojar, está Juan Miguel Villar Mir. Él puede terminar cediendo su 50% de su grupo por los mismos problemas de deuda y dilución. ¿Será él, el Marqués de Villar Mir, el próximo Benjumea o Koplowitz?

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