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ACS: la salida de los March y el incidente de Dubai dejan en el aire la llegada del nuevo CEO

Florentino Pérez, con terreno para hacerse más poderoso en ACS

El presidente de ACS, Florentino Pérez, se ha quitado un peso de encima con la salida del consejo de administración de la compañía de los representantes de los March, segundos accionistas del grupo de construcción y servicios. Notablemente críticos con la gestión de Pérez, su presión llevó al primer ejecutivo de la compañía a anunciar la creación del puesto de consejero delegado para que todo el poder no recayera en él. Florentino ha retrasado lo máximo posible su llegada y ahora, sin los March en el consejo, cuenta con el campo libre para demorarla aún más. O, incluso, para dejarla en el aire. 

Han pasado dos años y medio desde que Pérez hiciera pública la designación de Marcelino Fernández Verdes como su sucesor al frente de ACS. Lo hizo de una forma muy peculiar, en el transcurso de una entrevista emitida en el programa televisivo Salvados, emitido por La Sexta. Por aquella época, su gestión al frente del grupo constructor estaba fuertemente en entredicho entre los propios accionistas significativos, especialmente los March, también socios históricos de la compañía. De este modo, el tan especial anuncio fue interpretado como una forma de amortiguar la presión para que cediera parcelas de poder en la empresa.

El mercado esperaba que el anuncio oficial se produjera en la junta de accionistas de 2015 pero los pronósticos fallaron. Tras la celebración de la asamblea, Florentino Pérez aseguró a los periodistas que Fernández Verdes se incorporaría como consejero delegado de ACS en la primavera de 2016, si bien dejó claro que él seguiría como presidente ejecutivo. Un relevo en diferido.

A comienzos del presente año, Pérez dejaba sin fecha la llegada del nuevo CEO en el tradicional encuentro anual con analistas para la presentación de resultados. Y después de la junta de accionistas, celebrada dos meses después, evitó encontrarse con los periodistas.

Un proceso interminable

La versión oficial de Florentino Pérez para demorar la llegada de Fernández Verdes es que aún no ha culminado el proceso de integración de las filiales internacionales de ACS, la alemana Hochtief y la australiana Cimic (su designado como delfín está al frente de ambas), en sus sistemas de trabajo. Pero 30 meses ha sido un periodo de tiempo más que suficiente para demostrar que Pérez no tiene ninguna prisa para dar ese relevo en diferido. Y menos a partir de ahora, cuando Corporación Financiera Alba (el brazo inversor de los March) ha renunciado a los dos consejeros que mantenía en ACS para tener las manos libres con vistas a realizar desinversiones en la compañía.

A todo esto se añade la circunstancia del incidente acontecido este verano en Dubai, con la extraña detención y posterior puesta en libertad poco días después de José Antonio López-Monís, director general de Habtoor Leighton, una de las filiales de Cimic. La compañía es el resultado de la alianza de la australiana con el grupo de Oriente Medio Habtoor, uno de los principales contratistas de la región. Las malas relaciones entre ambos grupos parecen estar detrás del incidente que terminó con uno de los importantes ejecutivos al cargo de Fernández Verdes en prisión. Un episodio que, obviamente, no ha pasado desapercibido en los cuarteles generales de ACS, con el riesgo reputacional encima de la mesa.

Un presidente con más poder

No es el único incidente que tiene a Cimic relacionado con los tribunales y malas prácticas. La denuncia de un ex trabajador de la compañía sobre supuestas irregularidades contables también ha salpicado de lleno al entorno directivo de Fernández Verdes, concretamente a Adolfo Valderas, llamado a ser el que tome las riendas de Cimic cuando el ejecutivo asturiano se convierta en consejero delegado de ACS, si llega el caso.

A diferencia de la primavera de 2014, cuando estaba presionado por un consejo dividido, un complicado escenario económico y una trayectoria bursátil errática, Florentino Pérez se siente ahora más fuerte y, sobre todo, con muchas menos ataduras para actuar. En este contexto, la llegada de alguien que le reste aunque sea una mínima parcela de poder se antoja más complicada. Sus desvelos actuales se centran en colocar de una vez la filial medioambiental Urbaser con el fin de darle un bocado a la deuda del grupo y lograr el ansiado rating para poder emitir deuda y financiarse a través del mercado. Por el momento, todo lo demás puede esperar… casi sine die.

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