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Banca

La envidia de España: así evitó Italia a los hombres de negro en su rescate bancario

El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, durante una rueda de prensa.

Dos países distintos, un mismo problema, dos soluciones distintas. Esto es lo que ha ocurrido con España e Italia y las crisis financieras que han atravesado en los últimos años. Con un claro beneficiado, Italia, que ha recibido un trato mucho más favorable por parte de los reguladores europeos. ¿Por qué? La respuesta está en la influencia en las instituciones comunitarias.

El país transalpino acaba de sellar su rescate financiero con la creación de un fondo de 20.000 millones, que ayudará a Monte dei Paschi di Siena y a las entidades que lo necesiten. Lo hace con sus propios fondos, gracias a su superávit y una rendija legal de la que ha podido aprovecharse para no tener que acogerse e la temida regulación de resolución europea. Ésta hubiera obligado a Italia a forzar pérdidas para accionistas y bonistas de Monte dei Paschi, lo que hubiera conducido a una situación similar a de Bankia, con su salida a bolsa y las preferentes.

Ha sido posible gracias a la única excepción que contempla la normativa comunitaria: un país puede destinar fondos públicos sin pasar por la troika sólo si es para cubrir un agujero detectado por los test de estrés europeos, conducidos por la EBA (siglas en inglés de Autoridad Bancaria Europea). Es lo que se conoce como recapitalización precautoria. Italia ha tenido suerte, ya que hubo examen a la banca europea en julio (son cada dos años). Sin ello -si las necesidades hubieran surgido en 2017-, Italia se hubiera visto abocada a pedir dinero europeo, y acatar la normativa del bail in, que implica que accionistas y acreedores asuman las pérdidas antes que los contribuyentes.

Las dos instituciones financieras más importantes de Europa, el BCE y la EBA, están presididas por italianos

Se da la circunstancia de que las dos instituciones más influyentes en esta decisión están presididas por italianos: el Banco Central Europeo (BCE), cuyo líder es Mario Draghi; y la EBA, dirigida por Andrea Enria.

Esta influencia en Bruselas, Frankfurt y Londres es algo que echó mucho de menos España en 2011 y 2012, cuando nuestro sistema financiero estuvo en el foco de los mercados y se forzó el rescate con fondos europeos. Y sobre todo la llegada de los hombres de negro.

Caso español

Muy lejos del caso italiano, las negociaciones españolas con la troika fueron a cara perro y con una enorme desconfianza por parte de Europa hacia la realidad de nuestra banca. Fue clave que España acabara de perder su puesto en el Comité Ejecutivo del BCE, tras la salida de José Manuel González-PáramoSe consideró entonces un error proponer para cubrir su sillón a Antonio Sainz de Vicuña, que no pudo competir con el luxemburgués Yves Mersch.

Esta situación provocó una crisis institucional en el Banco de España, cuando Europa impuso que dos consultoras norteamericanas, Oliver Wyman y Roland Berger, auditaran al sector financiero español. Aun así, se pudo salvar en parte una de los mayores problemas derivados: la crisis que se originó en torno a las preferentes, con la solución del arbitraje.

La falta de influencia española en el BCE estuvo a punto de costar la liquidación de Banco de Valencia

La pérdida de influencia fue tal que una decisión del BCE, desconocida inicialmente por el Fondo de Reestructuración (Frob) y el Banco de España estuvo a punto de tumbar la subasta de Banco de Valencia, a finales de 2012, mientras algunas voces en Bruselas pedían su liquidación. Ocurrió porque el mismo día que se anunciaba su venta, la institución europea retiró a la exfilial de Bankia su condición de contrapartida, lo que de facto le dejaba sin acceso a liquidez. La situación se salvó con financiación del comprador, CaixaBank, pero pudo haber supuesto un serio problema para España.

Cuatro años después, el futuro de la banca española está encauzado, pero no así el problema de la falta de influencia en las grandes instituciones europeas: José Viñals ya no está en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en los próximos meses Jaime Caruana dejará su cargo de director gerente del Banco Internacional de Pagos (BPI). Tan sólo quedará el puesto que estrena en una semana Fernando Restoy como presidente del Financial Stability Institute (FSI). Todas las cartas españolas dependen de conseguir la vicepresidencia del BCE en 2018, con la salida del portugués Vítor Constancio.

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