El sábado 19 de octubre de 2024 se desataba el caos en Renfe. Una persona no autorizada irrumpió en las vías de Atocha, incidente que coincidía con el descarrilamiento de un tren procedente de La Sagra (Toledo) que era remolcado en dirección a Fuencarral (Madrid) para su reparación. El suceso se produjo entre el túnel que une Atocha con Chamartín. Provocó retrasos y afectó a 17.000 viajeros de diferentes puntos del país.
Este diario publicó en exclusiva los audios de uno de los trabajadores de Adif en el que detallaba, presumiblemente a otro empleado de la compañía pública ferroviaria, cómo habían sido los hechos. La filtración de la conversación no fue en ningún caso, tal y como apuntan fuentes internas de la compañía, realizada por el trabajador que detalló la incidencia.
Sin embargo, Adif ha decidido sancionar con cinco días de empleo y sueldo a este empleado, que estuvo semanas de baja por la presión que tuvo que soportar tras la filtración. Una sanción que ya se ha ejecutado.
Desde el Sindicato Ferroviario preparan una demanda contra Adif en la que pretenden restituir el salario detraído del empleado y de alguna manera también su honor, que esta organización considera ha sido dañado.
La denuncia se basará principalmente en que no existe una conducta sancionable, al tratarse de una conversación privada.
Además, desde Sindicato Ferroviario consideran que la conversación entra dentro de los parámetros que marca la libertad de expresión. Por último, el empleado no tuvo nada que ver con la difusión de los audios. Estos son los motivos principales que esgrimirá el sindicato para conseguir que el dinero de la nómina le sea devuelto al trabajador afectado.
Otras fuentes consultadas por este diario consideran que la decisión, tomada por José Estrada, director general de Circulación de Adif, pretendía dar con un cabeza de turco y "cumplir" de alguna manera con el ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente.
La complejidad de la extracción de la unidad siniestrada no permitió una salida limpia del material rodante, y se tuvo que trocear. Pasaron semanas hasta que se sacó todo el convoy de la estación
Pudo ser peor
El tren descarrilado era transportado desde Toledo a la base de Renfe en Fuencarral cuando descarriló por motivos que se desconocen -Adif abrió una investigación de la que no se han facilitado los resultados-. Fue a la deriva durante unos cuatro kilómetros, posiblemente a velocidades superiores a los cien kilómetros por hora, hasta su descarrilamiento.
Según los audios publicados por este diario, en los hechos estuvieron involucrados el maquinista del tren remolcador y dos mecánicos subcontratados de Alstom. El convoy fue incapaz de ascender con la unidad averiada debido a la fuerte pendiente existente en Chamartín. Los empleados de Renfe decidieron entonces hacer descender el tren de forma controlada para volver a coger velocidad y tratar de ascender hasta Chamartín para trasladarse luego al taller de Fuencarral. Sin embargo, la maniobra fracasó y el tren remolcador así como la unidad remolcada se separaron, provocando el incidente.
La compañía buscó diferentes fórmulas para extraer el tren, un Talgo modelo S114, y reutilizar la mayor cantidad posible de sus piezas para otras unidades de cara a posibles averías y labores de mantenimiento, sin embargo, es algo que fue imposible. La complejidad de la extracción de la unidad siniestrada no permitió una salida limpia del material rodante, y se tuvo que trocear. Pasaron semanas hasta que se desalojó todo el convoy de la estación.