El Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) se autodefine como “un organismo autónomo adscrito al Ministerio de Trabajo y Economía Social. Junto con los servicios de empleo de las Comunidades Autónomas forman el Sistema Nacional de Empleo”. Desde esta estructura estatal -continúa- se promueven, diseñan y desarrollan medidas y acciones para el empleo, cuya ejecución es descentralizada, ajustadas a las diferentes realidades territoriales.
Está compuesto por unos servicios centrales, 52 direcciones provinciales y una red de oficinas distribuidas por las 50 provincias del Estado español y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, “desde las que se gestionan los trámites de prestaciones por desempleo”. Su misión, dice el propio organismo es también “conseguir, con la colaboración de los Servicios Públicos de Empleo Autonómicos y demás agentes del ámbito laboral, la inserción y permanencia en el mercado laboral de la ciudadanía y la mejora del capital humano de las empresas”.
La realidad es bastante diferente. Hace ya muchos años que el SEPE (Instituto Nacional de Empleo, INEM, hasta el año 2003) ha dejado de prestar un servicio eficaz a la hora de llegar a cabo políticas activas de empleo para recolocar a quienes en un momento determinado han perdido su puesto de trabajo. Se ha limitado a llevar el control estricto y los pagos mensuales de todos y cada uno de los desempleados de la economía española y a reducir el tiempo de reconocimiento de las prestaciones y subsidios correspondientes cuando pierden su empleo.
En los últimos años, el SEPE ha intervenido de manera directa en la firma de aproximadamente el 2% de todos los contratos firmados, lo que en el año 2024 se tradujo en 310.000 acuerdos, toda vez que, según el propio SEPE, el pasado año se firmaron un total de 15.420.104 contratos de trabajo. Pues bien, a pesar de tan pobres resultados, uno de cada cinco parados sigue confiando su suerte laboral a este organismo autónomo.
De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística, de los casi 2,6 millones de parados que, según la Encuesta de Población Activa, había en España a cierre del pasado ejercicio, 526.400, un 20,28% del total, “ha contactado con una oficina de empleo público”. Es algo más que en la misma fecha de 2023, pero queda lejos del 23% de 2021.
Son muchas y muy variadas las formas en las que los parados buscan empleo en España. La más habitual, sin ningún género de dudas, a tenor de los resultados estadísticos del INE, es la de recurrir a familiares y amigos y también la más fácil y socorrida. Un 55% de los desempleados pregunta a sus círculos más allegados para intentar volver a incorporarse al mercado laboral lo más rápidamente posible. Es una consulta casi obligada por las circunstancias, aunque sus resultados casi nunca suelen estar a la altura de las expectativas.
La segunda opción más realizada es la de leer los anuncios de empleo de los medios informativos, plataformas especializadas... y ponerse en contacto con las empresas que buscan reforzar sus plantillas. Según el INE, es la opción preferida para 1,2 millones de personas que han perdido su puesto de trabajo. Son el 46,2% del total y es una práctica que, año a año, va ganando adeptos.
Según la última EPA, de los casi 2,6 millones de parados, 250.500, el 9,65% del total, buscan su primer empleo; el resto, el 90,34%, han trabajado ya en otras ocasiones. Con los últimos datos del propio SEPE, a finales del mes pasado había registrados en sus oficinas 4,477 millones de demandantes de empleo, de los 1,32 millones estaban ocupados y alrededor de 363.00 tenían disponibilidad limitada a la hora de incorporarse al mercado laboral.
Otros métodos de búsqueda
Además de los tres sistemas de búsqueda de empleo ya aludidos hay otros métodos que utilizan quienes quieren incorporarse a la actividad económica y que tienen una aceptación casi parecida, porque no tienen porque ser incompatibles. Son subir el “curriculum vitae” a Internet previamente actualizado, algo que realizan el 37% de los analizados, y “contactar con empresas y empleadores directamente”, sin intermediarios. Esta opción es la preferida para el 39% de los demandantes.
Si el SEPE no es, ni mucho menos, la primera opción de quienes buscan imperiosamente trabajo, tampoco lo es la de acudir a las empresas de trabajo temporal, que llegaron a la economía española hace ya unas décadas y que parecían la solución a todos los problemas del mercado laboral. Es un recurso que se utiliza menos que el de encomendarse al SEPE: En concreto es requerido por el 15% de los parados. Quizás tenga algo que ver el hecho de que, en los últimos ejercicios, las ETTs han intervenido en apenas el 3,5% de la contratación anual.
Los resultados de la EPA son también demoledores en otro aspecto: únicamente un 3% de los parados “ha hecho gestiones para crear su propio negocio”. En el año 2021, cuando aún coleaban los fantasmas de la pandemia, el dato fue aún peor: apenas un 2,4% se planteó la posibilidad de montar un negocio o formar parte de él con algún socio más. Parece que nadie quiere arriesgarse más de lo razonable.
jagarejula
09/02/2025 16:53
Los únicos que encuentran un puesto de trabajo en el SEPE son los funcionarios que por sus pasillos se mueven. Y digo un puesto de trabajo, que no trabajo.