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La crisis no puede con las sicav, que siguen registrándose a muy buen ritmo

¿Quién dijo crisis? Las controvertidas sicav continúan registrándose a muy buen ritmo, inasequibles al desaliento. En lo que va de año ya han visto la luz una quincena, alguna de ellas de relumbrón. Es decir, en menos de cuatro meses 15, lo que permite calcular una cifra anual de unas 45, si se mantiene la tendencia. Una cifra casi increíble, en un momento de recesión, paro y en el que las grandes fortunas acumulan grandes pérdidas, eso sin contar los casos en los que directamente se han arruinado.

De las 15 sociedades en cuestión, 9 ya figuran en los archivos de la CNMV y el resto están pendientes de código Isin o de tener el visto bueno del regulador, aunque ya aparecen en el registro mercantil. Pero esto no hace más que confirmar la tendencia: en el segundo semestre del año pasado afloraron más de 40. Una cifra espectacular y aparentemente contradictoria.

Es cierto que muchas se han disuelto en los años anteriores, debido al temor de que el Ejecutivo socialista quisiera ejemplificar fiscalmente con un instrumento en el que invierten altos patrimonios. Además, el exceso de transparencia al que están sujetos (inédito en el mundo) provocaba a sus dueños una exposición mediática no deseada, por lo que muchos se borraron literalmente. Y, por supuesto, las pérdidas de los mercados se han traducido en liquidación, que no en vano muchas de estas sociedades estaban invertidas a crédito.

Pero nada parece poder con ellas. En un entorno de crisis galopante en España, con recesión y los mercados en picado, pero, sobre todo, de falta de liquidez y crédito, ¿de dónde sale este dinero?

Un poco para todos

Las sicav contabilizadas en los últimos 9 meses están gestionadas por las entidades más relevantes, sin que ninguna destaque especialmente más que otra. Han ido a recalar en UBS, Credit Suisse, Santander, BBVA, La Caixa, Bankinter, Banca March, Barclays, Bankia, y otras entidades no tan grandes en tamaño como BPA, Consulnor, Inversis, EDM, Unicorp o Gesalcalá.

Algunas fuentes de las mayores entidades no encuentran una razón concreta. Un gestor de una firma suiza señalaba que “es cierto que me siguen llegando nuevas carteras para gestionar y, la verdad, alucino un poco… Ver como siguen registrándose sicav con la que cae me vuelve loco”, decía coloquialmente.

Desde otra gestora de fondos apuntaban la posibilidad de que la guerra de depósitos no da más de si y los inversores estén buscando opciones de inversión más sostenibles, ahora que los mercados están en cotas muy bajas. Algo que, por cierto, veían con muy buenos ojos: “necesitamos dinero que se anime a financiar la economía de verdad”.

Este proceso ¿podría estar relacionado, asimismo, con la amnistía fiscal o con los tratados de cooperación con otros países y que el dinero proceda de paraísos off shore, que, una vez regulado, se introduce en España por este cauce?

No hay una respuesta concreta, aunque un experto en banca privada señalaba que “hace unos 5 años se especulaba con que había en España más de 1.500 personas con un patrimonio superior a los 100 millones de euros. Ahora, no creemos que haya ni el 10%”. De algún sitio tendrá que salir. 

El PP, a favor históricamente

Conviene recordar que, para registrar una sicav hace falta un capital mínimo de 2,4 millones de euros. Es cierto que el PP siempre ha mirado con ojos amables a estos vehículos de inversión, que han permitido que los empresarios que hicieron grandes operaciones corporativas en los 90 y principios de la pasada década mantuvieran su dinero en España, (Amancio Ortega, los Entrecanales, las hermanas Koplowitz, la familia Asensio, la familia Del Pino, Manuel Jove, Jesús Polanco etcétera) aunque desde sectores de la izquierda se pide constantemente una carga fiscal mayor para ellos.

La fiscalidad de una sicav es idéntica a la de un fondo de inversión: sufren un 1% en concepto de impuesto de sociedades y el dinero reembolsado tributa al 21% sobre plusvalías. Si no se retira, no paga nada. En definitiva, este instrumento facilita el acceso del alto patrimonio a la inversión colectiva. Por lo visto, continúa inasequible a la crisis. 

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