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La misión del nuevo CEO de FCC: acabar con el aburrimiento de la ‘era Slim’

Carlos Slim busca dar un nuevo aire a FCC

A mediados de 2015, Carlos Slim sentaba definitivamente sus reales en FCC, el grupo del que es máximo accionista desde finales de 2014, con el nombramiento como consejero delegado de Carlos Jarque, uno de los hombres de confianza en su imperio empresarial. En ese momento daba comienzo, en términos ejecutivos, la ‘era Slim’. Pero pocos podían imaginar que, algo más de dos años después, FCC haya pasado prácticamente inadvertida por el mercado. La sexta mayor fortuna del mundo no invirtió más de 1.700 millones de euros con este propósito.

En este contexto se sitúa la llegada de un nuevo primer ejecutivo a la empresa, en la persona de Pablo Colio, ligado durante toda su vida profesional al grupo. No es un ‘hombre de Slim’ como Jarque pero sí la persona señalada por el magnate mexicano para revitalizar un grupo cuya imagen de parálisis en estos años ha llamado la atención dentro y fuera de su cuartel general.

Durante este periodo, no pocos han señalado a Jarque como uno de los principales responsables de que se diera esta circunstancia. Su difícil relación con los responsables de las que ahora son las principales líneas de negocio de la compañía, especialmente agua y medioambiente, ha generado una situación de creciente tensión que se ha ido trasladando al resto del grupo y que ha tenido que ser cortada por lo sano por el propio Slim.

Sin embargo, antes de que el escenario se tornara irrespirable, FCC ya padecía los efectos de un complicado aterrizaje. Fuentes conocedoras de la situación señalan que la ausencia de una hoja de ruta definida ha hecho que un buen número de proyectos y posibilidades de negocio hayan quedado bloqueados entre indecisiones, discrepancias y ausencia de comunicación.

El exceso de celo a la hora de evitar correr riesgos se ha transformado en un inmovilismo casi absoluto

Esta circunstancia se ha dado especialmente en el área de construcción, precisamente de la que procede el nuevo consejero delegado. Incluso antes del aterrizaje de Slim, Juan Béjar, el último consejero delegado de la ‘era Koplowitz’ impuso la política de ser especialmente selectivos en lo que se refiere a los contratos en el exterior, cuya rentabilidad está siendo el caballo de batalla de muchos de los grandes grupos españoles del sector. Pero el exceso de celo a la hora de evitar correr riesgos se ha transformado en un inmovilismo casi absoluto.

Hasta tal punto que la actividad de construcción se ha reducido prácticamente a lo que le proporciona de forma orgánica el resto de divisiones de la compañía. La llegada de Slim hizo pensar a muchos que las puertas de Latinoamérica se abrían de par en par de forma definitiva para FCC, del brazo de uno de los mayores empresarios de la región. Sin embargo, lo más significativo en este tiempo ha sido el gran contrato para el nuevo aeropuerto de Ciudad de México, en el que la constructora de la compañía representa un papel testimonial en el consorcio que lidera la división de infraestructuras de Slim junto a Acciona.

Mientras, las divisiones de agua y medioambiente, que se han consolidado como pilares fundamentales para la cuenta de resultados del grupo, se han visto afectadas por los vaivenes de la dirección. El último proceso de refinanciación de FCC ha terminado por precipitar los acontecimientos. Ante la negativa de Slim de incrementar su inversión en la compañía y la exigencia de liquidez por parte de la banca acreedora, el grupo acudió al mercado de renta fija con una emisión de bonos de su filial de tratamiento de agua Aqualia. La trascendencia de su papel dentro del grupo se incrementó más si cabe, lo que hizo que la falta de entendimiento de sus principales responsables de Jarque se volviera aún más delicada.

Con el nombramiento de Pablo Colio, Slim busca precisamente desatascar la compañía para que vuelva a competir en plenitud en un mercado cada vez más globalizado y donde sus principales competidores no han perdido el tiempo en estos dos años. En el horizonte, un plan estratégico que marque las líneas maestras de la empresa y que la alta dirección ha echado en falta en numerosas ocasiones desde el aterrizaje del empresario mexicano.

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