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Victorio y Lucchino, dos artistas de la contabilidad en la cuerda floja

Victorio y Lucchino

La quinta planta del hotel Silken Puerta de América de Madrid fue diseñada por José Víctor Rodríguez Caro y José Luis Medina del Corral (Victorio y Lucchino, V&L). Whitney Houston lucía uno de sus vestidos en la película El Guardaespaldas. Sus colecciones se han presentado en las mejores pasarelas de Europa, Estados Unidos, o Japón. En 2003 el antiguo claustro de monjes del Monasterio de la Cartuja acogió una exposición que recogía los 25 años de trayectoria de Victorio & Lucchino. Perfumes, joyas, azulejos o fundas de teléfonos móviles han llevado la marca de los dos diseñadores sevillanos. Nadie puede discutir el genio que ambos han desplegado a lo largo de cerca de cuatro décadas en su profesión. Otra cosa es la diligencia administrativa debida que se le supondría a una gran marca de moda.

El proceso concursal en el que la compañía V&L Costura, Diseño y Moda lleva inmerso desde hace casi cuatro años ha dejado al descubierto las carencias contables y administrativas de los dos diseñadores.

A mediados de 2012 dos acreedores solicitaron el concurso de la empresa por determinados impagos dándose entonces por vez primera publicidad al verdadero estado de la firma de moda. Ese año en el Registro Mercantil solo era posible acceder a las cuentas de la compañía del año 2006. Y ya esas cuentas mostraban entonces que la salud financiera de la sociedad poco tenía que ver con la alegría y elegancia de los vestidos que vendía.

¿Se le exige a un artista la misma diligencia contable que a un empresario?

La empresa registró ese año pérdidas por importe de 0,6 millones y terminó el ejercicio con un pasivo cercano a los 10 millones de euros. Sin embargo, la presencia de la marca V&L en pasarelas, televisiones, o en acontecimientos como bodas y otras celebraciones escondían el verdadero estado de la compañía.

A nombre de V&L Costura, Diseño y Moda figuraban varios inmuebles situados en Sevilla sobre los que pesaban numerosos embargos, la mayoría a favor del Estado, que sumaban la cantidad de 5,3 millones de euros. En junio de 2009 se decretó un embargo preventivo a favor del Estado sobre un local de la firma en la calle Sierpes de Sevilla para responder de una deuda de 1,2 millones. En mayo de 2012 la Tesorería General de la Seguridad Social ordenó embargo de un piso en la calle Boteros de Sevilla, en reclamación de 0,8 millones de euros, a V&L Costura Diseño y Moda. Y otro inmueble en plaza Nueva de Sevilla soportaba también varias cargas.

A pesar de que desde al menos el año 2009 la compañía ya afrontaba embargos, no fue hasta 2013 cuando V&L Costura, Diseño y Moda presentó concurso de acreedores. Lo que da idea de que durante años los diseñadores trataron de pasar por alto una grave situación financiera confiando en poder evitar el concurso de acreedores. Distintas fuentes jurídicas que han trabajado en el proceso concursal de la sociedad coinciden en afirmar que la gestión económica y contable era un desastre.

El concurso de acreedores puede ser declarado culpable por irregularidades contables

En enero de 2013 los creadores de la marca V&L comunicaron la solicitud de concurso de acreedores de V&L Costura, Diseño y Moda. Los diseñadores culparon a la situación económica en general de sus males. La medida se adoptaba, dijeron, "fruto de la profunda crisis económica que asola el país y que ha afectado de forma muy intensa al sector de la moda (...)". Es cierto que la crisis económica afectó de manera intensa a la industria española de la moda, de hecho sus efectos todavía persisten. Pero también es verdad que la salud financiera de V&L era ya mala en los años de bonanza económica.

Los diseñadores no pudieron alcanzar un convenio de pago con los acreedores que permitiera la salida del concurso a V&L Costura, Diseño y Moda. Como le ocurre a la inmensa mayoría de empresas que se declaran en concurso de acreedores en España, el destino de V&L no podía ser otro que la liquidación.

A pesar de que el plan de liquidación de la empresa, elaborado por Deloitte, designado administrador concursal por el juzgado mercantil número uno de Sevilla, estaba pergeñado desde hace meses, incidentes concursales presentados por uno de los bancos acreedores, BBVA, ha demorado el proceso. Hasta la pasada semana, cuando el juez a cargo del concurso aprobó finalmente dicho plan autorizándose la dación en pago de dos de los inmuebles ocupados por la compañía a los respectivos bancos acreedores.

Banco Popular será el nuevo propietario de la supuesta casa natal del pintor Velázquez, en la calle Padre Luis María Llop 4 de Sevilla, y otra vivienda anexa, ubicada en la calle Sales y Ferré 12. Previsiblemente Banco Sabadell se quedará con el inmueble de la empresa situado en la calle Boteros.

Con anterioridad a estas dos operaciones, en el transcurso del concurso de acreedores, se vendió otro activo inmobiliario, situado en Plaza Nueva, y también la marca V&L, que adquirió la empresa toledana de moda Six Valves, la misma que en el año 2008 se hizo con los derechos de la marca Lois.

Al ejecutarse el plan de liquidación, la administración concursal de V&L Costura, Diseño y Moda abrirá ahora pieza separada de calificación, y el concurso será declarado voluntario o culpable. En el caso de que el concurso fuera declarado culpable, los diseñadores sevillanos afrontarían la imposibilidad de administrar bienes ajenos durante cierto periodo de tiempo e incluso el embargo de sus bienes personales para pagar a los acreedores. Una contabilidad irregular o la falta de formulación de cuentas anuales pueden ser suficientes para declarar culpable un concurso de acreedores, fundamentalmente si se demuestra que esa debilidad contable respondía a un plan establecido para eludir obligaciones de pago o esconder el estado real de la compañía.

En el caso de Victorio & Lucchino es posible que, mientras no se demuestre una estrategia maliciosa para ocultar que la situación de la empresa era otra de la que aparentaba, pese sobre la administración concursal o el magistrado a la hora de calificar el concurso la idea de que a un artista no se le exige la misma diligencia contable que a un empresario.

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