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La patata española, en guerra contra Francia: "Si seguimos así, el sector va a desaparecer"

Las importaciones de patata vieja francesa han aumentado un 10% en España hasta abril

En una crisis perpetua. Así parece vivir la patata nueva española. Su piel fina y dorada y su carne más blanca llevan años de capa caída por el tubérculo viejo francés, que España importa de forma masiva pese a que el nuestro es el único país de la Unión Europea que podría abastecerse de patata fresca todo el año.

Con una piel más gruesa, seis meses de almacenamiento a cuatro grados de temperatura y después de haber sido tratada con agentes químicos para evitar que germine, a la patata francesa "le basta un lavado de cara para presentarse limpia y brillante y engañar al consumidor". Es la denuncia que llevan meses haciendo varias organizaciones agrarias, que critican que desde septiembre hasta abril es prácticamente imposible encontrar patata española en los grandes supermercados, "copados por el tubérculo viejo francés con meses de conservación en cámara".

El blanco de sus críticas son las grandes cadenas de distribución y su apuesta por las importaciones de patata vieja. "Hemos detectado casos en los que colocan carteles que anuncian el producto como patata nueva e incluso el etiquetado señala que es de procedencia española, pero al leer la letra pequeña puede verse que es francesa", explica Alberto Duque, responsable del sector de la patata de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).

"Los precios son de ruina, hasta de 3 ó 5 céntimos el kilo. Así no merece la pena cosechar", alertan desde UPA

"Engañan al consumidor y están reventando un sector con grandes potencialidades", añaden desde la Unión de Pequeños Agricultores y Ganadores (UPA), señalando a empresas como Carrefour, Dia, Alcampo, Lidl y Mercadona como las culpables de vender patata vieja procedente de Francia como si fuera nueva y de España. "Comemos patata francesa, vieja y de peor calidad, mientras que las nuestras no llegan al consumidor español. Es absurdo", rematan.

En este sentido, Duque recuerda que llevan años reclamando un etiquetado correcto, que incluya la fecha de recolección del producto, las condiciones y el país de origen. Sin embargo, el responsable de COAG asegura que el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, que tampoco escapa a sus críticas, "hace oídos sordos". "Pasan olímpicamente del tema, no son conscientes de la gravedad del problema", reprocha. Y casi a renglón seguido reclama que se regule el sector: "Con la patata francesa se arruina al productor español. Francia hundió el mercado italiano y ahora lo va a hacer con el español, donde ya mandan ellos y hacen lo que quieren. Va a ocurrir lo mismo que en Italia, la estrategia es exactamente la misma".

Precios de ruina para el agricultor

Tras los consumidores, los grandes perjudicados son los agricultores españoles. Sólo de septiembre de 2014 a abril de 2015, las importaciones de patata vieja francesa han aumentado un 10,6%, según datos de COAG, lo que ha provocado el desplome de los precios de la patata temprana española por debajo de costes. En las últimas semanas, las cotizaciones del tubérculo temprano han caído notablemente en Andalucía, Murcia o la Comunidad Valenciana, llegando a tocar mínimos de 0,08 céntimos el kilo.

"Los precios son de ruina, hasta de 3 ó 5 céntimos el kilo. Hay mucha patata en el campo sin recoger. Así no merece la pena ni cosechar", alertan muchos agricultores que, además, han visto como la superficie de siembra se ha reducido un 26% en la última década, pasando de 102.120 hectáreas en 2004 a 73.158 en la presente campaña. "Si seguimos así, desaparecerá el sector, se va a hundir una parte muy importante de nuestra economía agraria", señala Duque, recordando que el precio por los suelos del año pasado fue "un escándalo mayúsculo" y que incluso se han hecho campañas para que quien quisiera acudiera a la tierra para recoger patatas y llevárselas a casa.

Las grandes superficies venden como patata nueva española, patata de conservación, asegura COAG

Dado que el consumo de patatas per cápita al año en España es de unos 23 kilos, que podría equivaler a desembolsar unos 23 euros anuales, frente a los 12 euros que costaría la misma cantidad de patatas viejas, las organizaciones agrícolas defienden que "por una diferencia de 11 euros es preferible disfrutar de patatas de calidad ya que el importe no va a tener ningún impacto en la economía familiar". "Deberíamos abogar por su consumo y desechar toda patata que tenga en la etiqueta 'origen Francia'", rematan al respecto.

"No satisface al paladar"

En cuanto a las características del producto, COAG subraya que "la patata vieja, al estar a baja temperatura durante mucho tiempo pierde agua, lo que provoca una alta concentración de almidón que se transforma en azúcar, provocando que un producto que en principio es saludable y poco calórico, ya no lo sea". "Nada más que la fríes se pone negra", expresa Duque.

Asimismo, desde UPA rematan que se trata de una patata que "entra por los ojos pero no satisface al paladar", algo que lleva al consumidor a dejar de comprar cualquier tipo de patata provocando en última instancia una caída del consumo. "Con semejantes tubérculos no es extraño que el consumo en los hogares españoles haya descendido un 37% en los últimos diez años", lamentan desde UPA Andalucía, poniendo como ejemplo a Alemania y Holanda, "países con una política más proteccionista cuya producción se ha mantenido estos años y sólo han importado un 5% de producto, nada que ver con el 70% que importa España".

Ellos lo tienen claro: "Aunque los tiempos del proteccionismo hayan pasado a la historia, habría que volver a ser un poco proteccionistas si se quiere conservar nuestro tejido agroindustrial, conservar los puestos de trabajo y disfrutar de patatas de calidad".

Los agricultores reclaman que el etiquetado de la patata se incluya el país de origen y la fecha de recolección

Atendiendo a los datos de importaciones en 2014, lo cierto es que la patata vieja le gana la partida, y con diferencia, a la nueva. Un 75% de la patata que entra en España procede de Francia, incluso en algunos periodos se llegan a alcanzar el 100% de presencia de tubérculo galo en las grandes superficies, siendo el total importado patata de conservación. Sus inmediatos perseguidores, en cuanto a importaciones, son Reino Unido y Países Bajos, pero a mucha distancia, con un 9,8% y un 4,9% respectivamente. "Lo dicho, cada vez se exporta más patata española, los de fuera reconocen su calidad y su prestigio se incrementa año tras año, pero en cambio parece que los consumidores españoles no sabemos lo que tenemos y no lo valoramos", zanjan el sector andaluz de UPA.

¿Soluciones?

Ante este escenario, ambas organizaciones consideran prioritario mejorar la vertebración del sector del campo a la mesa y avanzar en la constitución de la Interprofesional de la patata, un organismo con el que aunar fuerzas y poner en marcha campañas de promoción que potencien el consumo del producto nacional. "Ser europeos no significa dejar de consumir nuestros productos, que además son de mejor calidad", defienden desde UPA Andalucía.

Asimismo, reclaman al Ministerio de Agricultura una mejora de la transparencia y control del etiquetado para evitar ambigüedades y ofrecer al consumidor información veraz. Y finalmente, contundencia a la hora de perseguir prácticas engañosas que salven a la patata del abismo.

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