Quantcast

Empresas

Así consiguió Lepoldo Fernández Pujals dejar de fumar y hacerse millonario

telepizza jazztel
El fundador de Telepizza, Lepoldo Fernández Pujals, durante su etapa en Jazztel.

"Me pregunto por qué yo he sido capaz de situar a dos compañías [Telepizza y Jazztel] en el Ibex... creo que es por haber pensado en grande". Así comenzó el viernes su charla el presidente y primer accionista de la operadora española, Leopoldo Fernández Pujals, en un foro de capital riesgo organizado por Ascri, la asociación que reune a las sociedades del sector que operan en España. Como dice el fundador de Telepizza, de 67 años, se encuentra ya en una edad en la que lo que hay que hacer es transmitir a otros lo aprendido anteriormente, y con esa intención repasó ante el público reunido en el auditorio de la Fundación Rafael del Pino en Madrid, su trayectoria. "Entre los 40 y los 60 años lo que hay que hacer es cumplir los sueños que uno se ha propuesto", dijo.

"Mi padre era notario en Cuba, se pasaba todo el día leyendo... Un día le pregunté que por qué no escribía un libro, y me contestó que todo está escrito", recordó. "Mi tía abuela decía que la vida es tan corta que uno no puede plantearse no tener malos hábitos", añadió. Esas dos enseñanzas familiares las ha tenido muy presentes el empresario de origen cubano afincado en España a lo largo de su vida.

Consiguió dejar de fumar "adquiriendo un buen hábito"

El presidente de Jazztel adquirió un "mal hábito" hace 27 años: fumar. "Lo dejé adquiriendo un buen hábito", contó, "no ir contra el tabaco sino a favor de mis pulmones, cuando decidí dejarlo y me entraban ganas de volver me levantaba si estaba sentado y aspiraba hondamente para llenar mis pulmones de oxígeno... aún hoy lo sigo haciendo".

En 1988 creó Telepizza con un capital de 68 millones de pesetas

Otro de los hábitos que ha adquirido Fernández Pujals a lo largo del tiempo es el de hacer dinero. En 1988 creó Telepizza con un capital de 68 millones de pesetas, y diez años después vendió su participación en la compañía por más de 50.000 millones de pesetas. Después entró en el negocio de la telefonía, comprando, en 2004, el 24,9% de Jazztel por 48 millones de euros. Ahora, tras haber acordado con Orange la venta de la empresa, donde mantiene el 14% del capital, se embolsará 482,7 millones de euros si la operación tiene éxito. Tanto la CNMV como Bruselas han dado el visto bueno a la oferta, que frutificará si más del 50% del capital de Jazztel la apoya. El consejo de administración de la compañía y el de dirección han optado por apoyar la venta; queda pendiente la decisión de otros accionistas, como Credit Suisse y Morgan Stanley, con el 6,8% y 3,48% del capital respectivamente.

"Lo difícil es acertar en la inversión", dice Fernández Pujals. "El humano, el físico y el financiero son los tres recursos que hay en la empresa, no hay más", afirma. "No invertiría nunca en una compañía sin antes haberme pasado 20 días seguidos incluyendo sábados y domingos trabajando en seguirla de cerca", señaló. Y recomendó evitar dos enfermedades que en su opinión amenazan a toda sociedad empresarial: la "mieditis" y la "excusitis". "En las empresas hay que detectar las personas que pecan de estas dos enfermedades, si hay creatividad destructiva siempre te van a dar razones para no hacer algo", dice.

Despedir a un empleado "puede ser bueno para el despedido y también para la compañía", asegura

El empresario aseguró que en España ha percibido demasiado "miedo" a despedir a "la manzana podrida". Despedir a un empleado "puede ser bueno para el despedido y también para la compañía", sostiene. "Es muy importante que los trabajadores de una empresa tengan claro que el más importante es el cliente, no el jefe; tampoco entiendo los jefes que delegan en recursos humanos para despedir".

Leopoldo Fernández Pujals terminó su charla con un chiste: "Unos padres tienen dos hijos, uno demasiado optimista, y otro excesivamente pesimista. Deciden llevarlos al psicólogo, y éste les recomienda meter a cada uno de ellos en una habitación, al pesimista en una con los mejores juguetes que pudiera imaginar, para elevar su ánimo; y al optimista en otra habitación repleta de estiércol fresco, para rebajarle el entusiasmo. Lo hacen, y cuando van a ver cómo ha funcionado el experimento se encuentran con que el pesimista está llorando a gritos: piensa que sus amigos van a querer quitarle los juguetes. Y resulta que el hijo optimista está todo contento rebuscando en la montaña de estiércol. "¿Se puede saber por qué estás tan contento y qué estas buscando?", le preguntan sus padres. "¡Con tanta mierda de caballo seguro que por aquí hay un pony!", responde".

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.