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PNV y Bildu se oponen a explotar el megayacimiento de gas en Euskadi

El próximo lunes se cumple un año del anuncio que realizó en una visita a Estados Unidos el todavía lehendakari vasco, el socialista Patxi López, sobre la existencia de "indicios más que razonables" de que la provincia de Álava alberga en su subsuelo unos depósitos de gas natural no convencional (gas de esquistos) equivalentes a sesenta veces el consumo anual de Euskadi y cinco veces el de España. De confirmarse su existencia, esas enormes reservas, cuyo valor el actual Gobierno vasco ha estimado en 30.000 millones de euros, podrían quedarse donde están, bajo tierra, a tenor de la postura del PNV y Bildu, los dos partidos que figuran en cabeza en las encuestas para las elecciones vascas del próximo día 21.

El rechazo de Bildu a la polémica técnica del fracking (fractura hidráulica), que el pasado sábado congregó a miles de personas en una manifestación de protesta en Vitoria, ha quedado claro desde que López realizó su anuncio, que algunas fuentes del sector energético consideran que fue precipitado, ya que el inicio de la extracción del gas podría llevar todavía, como mínimo, un lustro.

El PNV, al que la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sitúa como primera fuerza tras las elecciones con el 20,5% de los votos, ha sido mucho más ambiguo respecto a unas prospecciones que lidera el propio Gobierno vasco (a través de la Sociedad de Hidrocarburos de Euskadi) junto con dos empresas norteamericanas, y cuyas primeras solicitudes fueron realizadas en 2005 por el Ejecutivo que entonces lideraba el peneuvista Juan José Ibarretxe. El candidato y presidente del PNV, Íñigo Urkullu, se ha manifestado sobre este asunto esta semana en su blog “para que nadie tenga ninguna duda de lo que piensa, dice y propone en PNV respecto a este tema”. A primera vista, su posicionamiento es contundente. Proclama que “NI EXPLOTACIÓN, NI EXPLORACIÓN [las mayúsculas son textuales] con ninguna técnica, llámese fracking o llámese como se quiera”.

Fuentes del PNV aclaran que el partido está "en contra" de la utilización del 'fracking' en Álava

Sin embargo, a continuación, Urkullu circunscribe su rechazo al fracking “si no garantiza el cumplimiento de la normativa medioambiental y si no respeta los rigurosos estándares de protección de los bienes ambientales, singularmente, de los acuíferos subterráneos y sus zonas de recarga y los espacios de la Red Natura 2000”. Fuentes del PNV matizan que esa es la “postura oficial” del partido y que, resumiendo, la formación está “en contra” de las prospecciones, a pesar de que las únicas iniciativas apoyadas por este partido para rechazar el fracking han sido de ámbito local (no autonómico). En concreto, en los ayuntamientos de Kuartango y Vitoria y en las Juntas Generales de Álava. El yacimiento, denominado Gran Enara, comprende el perímetro del acuífero de Subijana, el mayor de la provincia de Álava.

La postura del resto de partidos con aspiraciones a obtener representación en Euskadi se mueve entre el apoyo del PSE (que aboga por “explorar las posibilidades que nos brinda el hecho de que tengamos gas no convencional en el subsuelo alavés”), el rechazo de Ezker Anitza-IU y cierta indefinición del PP. Los populares, exsocios de López en el actual Gobierno y cuyo alcalde en Vitoria, Javier Maroto, rechaza el fracking, no mencionan esta cuestión en su programa (tampoco el petróleo ni la energía nuclear), aunque sí dejan patente su oposición “a la ubicación de instalaciones industriales o energéticas en el interior o el entorno de espacios protegidos”.

Utilizado en Estados Unidos desde hace 40 años, el fracking es inédito en Europa y genera un fuerte rechazo entre grupos ecologistas, que ha calado hondo en algunos países europeos. Francia, Dinamarca, Bulgaria, Rumania y República Checa ya han decretado moratorias a su empleo y otros, como Austria, han impuesto estrictas condiciones. Esta técnica, que exige muchas más perforaciones que un pozo de gas convencional, consiste en inyectar en el subsuelo enormes cantidades de agua a presión, arenas, partículas de cerámica y componentes químicos (algunos, de elevada toxicidad). Los ecologistas aseguran que conlleva un elevado riesgo de contaminación de aguas subterráneas y superficiales, tierras y aire, así como pequeños movimientos sísmicos.

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