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La extraña historia del empresario que dejó 20 M. para sus propias esquelas: "Podría ser publicidad"

En los 15 años que han pasado desde que se produjo el deceso de Manuel Martínez Calderón, su familia se ha gastado un millón de euros en necrológicas. La historia del hombre que desde la nada alcanzó la abundacia hasta convertirse en uno de los principales patrimonios de Barcelona deja aún hoy muchos interrogantes.

  • Una de las esquelas publicadas por Siempre Seremos Cuatro en el periódico 'La Vanguardia'

Manuel Martínez Calderón volverá a su cita periódica con la sección de obituarios de La Vanguardia y El Periódico de Cataluña el próximo 14 de marzo. Lo hace cada 14 de mes, con una esquela pequeña. Además, todos los 19 de febrero, fecha de su nacimiento, y 14 de mayo, día de su muerte, una página completa, normalmente la impar más cara, recuerda al conocido como rey de los derribos, un empresario de Albacete que llegó a Barcelona hace 47 años, con apenas 850 pesetas, la que por aquel entonces era su mujer y una Vespa. 

Su presencia en las necrológicas es para muchos un clásico. Dicen que nunca logró que en Cataluña le vieran como a uno propio. Por eso, antes de fallecer hace quince años, dejó la orden y el dinero necesario para que en los dos grandes periódicos de la Ciudad Condal se recordara su figura. Dicho y hecho. Cada 14 de mes su familia publica una pequeña esquela para rememorar al empresario que trabajó de camarero, chatarrero y buzo hasta lograr ser el número uno de los derribistas. Cuentan que a "la primera descarga acudió como empleado y en la segunda ya era el jefe de la cuadrilla".

Dicen también que lo que unos tardaban dos meses en echar a tierra, él lo conseguía en quince días. Dos fueron sus secretos: no perder el tiempo en recuperar nada del material y empezar su jornada laboral "tres horas antes que el resto". "Si hacía falta, trabajaba las 24 horas", señaló. Eso sí, después se portaba. El fin de cualquier trabajo duro lo culminaba invitando a todos sus trabajadores, "desde el jefe hasta el último peón", a caviar y Dom Pérignon. De la nada alcanzó la abundancia hasta convertirse en uno de los principales patrimonios de Barcelona gracias a las demoliciones y a su imperio de máquinas tragaperras. 

Cada 14 de mes su familia publica una pequeña esquela para rememorar al empresario Martínez Calderón

Pues bien, en los 15 años que han pasado desde que se produjo su deceso, su familia se ha gastado cerca de un millón de euros. La factura por las esquelas mensuales ronda los 150.000 euros mientras que se dispara hasta los 800.000 euros por las anuales. "Es un hecho único y un auténtico récord Guiness", asegura Manel Palencia, profesor de la Universidad Pompeu Fabra. "Mucha gente dice que huele mal, que puede haber algo oscuro por tratarse de un constructor. Yo creo que gente zumbada ha habido siempre", añade el también director del Instituto de Filantropía, en referencia a la fortuna invertida por el propio Martínez Calderón para forjar su leyenda postmortem. 

20 millones de euros

El duelo no tiene visos de finalizar. Desde 2010, en el Registro Mercantil de Barcelona aparece la sociedad Siempre Seremos Cuatro SL, el mismo nombre que figura en cada una de las esquelas, cuyos cargos directivos coinciden con el emporio heredado por su mujer, hoy fallecida, y sus dos hijos, José María (administrador único) y Julia, como recoge El Norte de Castilla. El capital social es de 20 millones de euros, lo que permitiría mantener la publicidad mortuoria durante al menos otros dos siglos, siempre que se mantengan los costes actuales. En la sociedad, además, apenas hay movimientos contables... salvo en las fechas señaladas. El 4 de febrero del año pasado, se produjo una ampliación de capital: la firma pasó de 20 millones de euros a 20.997.958.

Preguntado por las posibles razones de tal inversión, Palencia, experto en filantropía, apunta que "sencillamente podría ser publicidad". "Una página entera con el logo, de forma subliminal...", señala, considerando que le parece "excesivo". "Que tiren el dinero sin ninguna causa no es para nada filantrópico, es una tontería", remata. Él lo tiene claro: "Si piensa que pasará a la historia por algo así, está equivocado. Alguien es recordado por lo que ha hecho en vida, no por algo así y encima sembrando dudas". 

"¿No podría darse por finalizado el duelo?"

Asimismo, el profesor de la Pompeu Fabra se pregunta si no podría darse por finalizado el duelo. "¿Tiene algún sentido continuar 12 años más? Si persisten en gastar tanto dinero, ¿no es hora de reinventar la acción y reorientarla?", continúa, aconsejando que inviertan ese dinero en investigación científica o bienestar social. "La primera está muy necesitada de recursos y la segunda sólo alcanza a un pequeño porcentaje de la población", dice.

"Si la familia persiste en gastar tanto dinero, ¿no es hora de reinventar la acción y reorientarla?", se pregunta Palencia

Manolo, como le conocía la gente, fue un 'charnego' sin cuyo trabajo no se entendería el desarrollo urbano de la Barcelona del último medio siglo, tal y como relataba un reportaje de La Vanguardia, publicado en 2001, coincidiendo con su fallecimiento. Hijo de una viuda republicana con cuatro hijos, "la penuria forjó su carácter". A base de esfuerzo consiguió mudarse de una barraca a un lujoso piso en Pedralbes, esta vez junto a su nueva esposa, su secretaria, 24 años más joven, de la que se enamoró perdidamente y los dos hijos que tuvieron juntos. Sin embargo, le faltó el reconocimiento público. La gratitud le esquivó pese a haber regalado toneladas de piedra para la construcción de la Sagrada Familia o haber movilizado a su flota para ayudar de manera desinteresada en el desescombro del Liceu (1994) en cuanto supo de su destrucción. 

Visto lo atada que dejó su fortuna para publicidad mortuoria, el funeral no fue menos. Estableció por escrito que no quería curas y que al inicio sonara la canción "Cuando un amigo se va" y al final un tema de Demis Roussos. Su mujer falleció en octubre del año pasado pero, de momento, sus hijos mantienen el compromiso de forjar una insólita leyenda postmortem. ¿Hasta cuándo?

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