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De la Castellana al Monte del Pardo: un paseo por las entrañas de la ‘operación Chamartín’

Por estos terrenos discurrirá la prolongación de la Castellana, con las torres de la antigua Ciudad Deportiva al fondo

Una extensión de suelo de unas 300 hectáreas dan para mucho. Un buen número de poblaciones españolas cuentan con una superficie inferior pero cuando se trata del desarrollo urbanístico de Madrid todo parece quedarse pequeño. Todas las cifras en torno a Distrito Castellana Norte (la tradicionalmente conocida como ‘operación Chamartín’) son difícilmente abarcables pero se explican mucho mejor sobre el terreno. Aquel que está destinado al desarrollo y que, en la actualidad, es fiel reflejo y resultado de los más de veinte años que lleva esperando una luz verde definitiva que, por fas o nefas, no termina de llegar.

Adentrarse en el corazón de los terrenos de Distrito Castellana Norte es hacer una especie de viaje al pasado, a los orígenes de la gran ciudad. Cualquiera que haya visto fotos de las afueras del Madrid de los años 30 se verá, de repente, dentro de una de ellas. Y todo a apenas a cinco minutos del nuevo corazón financiero que representa el complejo Cuatro Torres. Con una diferencia sustancial: en esta ocasión, a ambos lados de un vastísimo e interminable descampado verá los últimos edificios e instalaciones de barriadas sobradamente asentadas pero con un enorme descosido entre ellas.

Es una suerte de mundo al revés. En los tiempos en que la capital marcaba su límite norte prácticamente donde hoy se sitúa la Plaza de Colón, Madrid creció sobre el eje de lo que actualmente es el Paseo de la Castellana. Una vez marcada esa referencia, la gran urbe se fue desarrollando a ambos lados.

En pleno siglo XXI, el urbanismo madrileño se encuentra con la situación justamente opuesta: los extremos desarrollados de la parte norte de la ciudad rodean un enorme vacío que, además de desunir y provocar una fea fractura entre los barros, presenta un deterioro más que evidente, donde conviven maleza y residuos a partes iguales.

Ese espacio es el que pretende ocupar la llamada prolongación de la Castellana, casi 4 kilómetros nuevos de aquel eje que ayudó en su día a vertebrar una ciudad que apenas superaba el medio millón de habitantes a comienzos de siglo XX y que ha multiplicado su población por más de diez en cien años.

Sólo sobre ese terreno se puede entender que Distrito Castellana Norte sea una operación planteada a veinte años vista. Demasiado suelo, demasiado trabajo por hacer sobre los suelos que han pertenecido a Renfe (ahora a Adif) y que van mucho más allá de la emblemática y poco estética playa de vías de la estación de Chamartín.

Un kilométrico e interminable muro separa la nada de una ajada carretera y flanqueada por lo que pretendió ser una zona industrial y que hoy presenta un aspecto abandonado. La mayoría de las naves están huecas de actividad y otras son pasto de la ocupación.

Transformar este panorama en un nuevo barrio, prácticamente una miniciudad en el norte de Madrid es el desafío que se le presenta al equipo de Distrito Castellana Norte, que trata de hacer entender al nuevo gobierno del Ayuntamiento la necesidad de llevar a cabo el desarrollo. A ello contribuiría de forma notable una visita a los terrenos por parte de los actuales responsables del área de urbanismo, algo que aún no se ha producido aunque también es cierto que no ha habido una invitación oficial. No debería demorarse. No hay nada como ver la realidad para comprenderla.

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