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Yebes, Seseña, el 'barrio del AVE'... los fantasmas urbanísticos que la alta velocidad deja a su paso

El ave en su paso por Yebes.

Las imágenes emitidas en televisión en estos días sobre la llegada del AVE a capitales de provincia como Palencia y León habrán tocado los sentimientos de los vecinos de Yebes, pequeña población de la provincia de Guadalajara. En su día, el paso del tren de alta velocidad con destino a Barcelona por la zona provocó no sólo un gran revuelo sino la instalación definitiva de la locura urbanística que estaba invadiendo España en los años previos a la crisis. Todo ello se plasmó en el proyecto de Valdeluz, una nueva ciudad surgida de la nada y que permitiría que la población de Yebes, que apenas alcanzaba los 1.000 habitantes, se multiplicara por más de 25

Algo más de diez años después, Yebes comienza a recobrar su aspecto de municipio convencional. Han sido demasiados años como ciudad fantasma, con infinidad de viviendas vacías, sin dotaciones, sin servicios. Porque toda la fortuna y prosperidad que iba a llevar el paso del AVE por allí se quedó en la parada, apenas transitada y sin ofrecer su servicio estrella: la lanzadera hacia Madrid. Ni que decir tiene que la demanda no daba para tanto.

Al oeste, en la vecina provincia de Toledo, se sitúa Seseña, uno de los paradigmas del estallido de la burbuja inmobiliaria y de los sinsentidos del urbanismo salvaje. La gran obra de Francisco Hernando, alias El Pocero, también tenía su cierta conexión con el AVE. En  este caso no había parada en la localidad pero la alta velocidad sí pasaba por allí, con dirección a Albacete y posteriormente a Levante. Todo un reclamo para levantar allí, donde un día llegó el Pocero y sólo había un señor con un burro (según su propio testimonio), prácticamente una ciudad de la nada.

Pero la alta velocidad no ser inventó precisamente para trayectos como el que discurre entre Madrid y Toledo, apenas separadas por 70 kilómetros. Y menos para otros como el Toledo-Albacete, tramo que fue cerrado después de que la media de pasajeros fuera digna de figurar en un museo de los horrores. Con este panorama, Seseña se convirtió en la ciudad fantasma por excelencia, en dura competencia con Yebes.

También en las grandes ciudades

Sin embargo, en los albores del estallido de la burbuja inmobiliaria, se estaba fraguando otro caso de urbanismo fantasma fuertemente relacionado con la alta velocidad aunque, en este caso, no afectaría precisamente a un recóndito rincón de España sino a una de las principales capitales de provincia.

Zaragoza alberga hoy uno de esos casos en los que resulta milagroso encontrar la llamada rentabilidad social de la alta velocidad. El desarrollo de los terrenos relacionados con la llegada del AVE a la ciudad, entre ellos los colindantes a la majestuosa estación de Delicias, ha sido imposible. Y no sólo eso. Además, como informaba Vozpópuli esta semana, está llevando a la quiebra a la sociedad pública Zaragoza Alta Velocidad y a una situación complicada a dos de sus accionistas: el Ayuntamiento de Zaragoza y la Diputación General de Aragón.

Al menos, este último ejemplo cuenta con la ventaja de que las viviendas ni siquiera se han llegado a construir porque nadie ha querido comprar las parcelas. Pero, eso sí, todo está equipado para comenzar a "hacer ciudad": canalizaciones, alumbrado, alcantarillado... Sólo restan pequeños detalles: hogares y vecinos que habiten el denominado 'barrio del AVE', paradójicamente así bautizado, como si las siglas con las que se identifica la alta velocidad llevaran tras de sí un halo de fatalismo.

La dudosa rentabilidad social 

Y por medio, estaciones fantasmagóricas, apeaderos sin utilización y decenas de historias, quizá no tan significativas desde el punto de vista de los números, pero que no hablan bien de lo que se ha venido en llamar la rentabilidad social del AVE.

Los números cantan y hablan de la insostenible rentabilidad económica de las líneas de alta velocidad en España debido principalmente al insuficiente número de usuarios. El AVE ha sido presentado tradicionalmente por los políticos como un elemento vertebrador de la geografía del país, con lo que no sólo había que fijarse en los fríos números sino en la posibilidad que ofrecía de acortar distancias entre los españoles. 

Más allá de demagogias y discursos, el desarrollo de la alta velocidad sigue dejando un notable rastro de episodios como los de Yebes, Seseña y Zaragoza, aderezados por sobrecostes, modificados, proyectos faraónicos y planteamientos electoralistas. Queda por ver si todo lo que aún resta por construir se traduce en nuevos casos de urbanismo fantasma con el trasfondo de las vías del tren.

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