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Economía

La descarbonización del planeta, un triple reto ético, económico y legal

La descarbonización del planeta, un triple reto ético, económico y legal

La necesidad de luchar contra el cambio climático y sus efectos es una realidad que ya pocos son capaces de negar. Sin embargo, pese al amplio consenso existente y a un entorno favorable desde el punto de vista financiero por el exceso de liquidez y los bajos tipos de interés, aún resta mucho por hacer en España, que acumula además un considerable retraso en desafíos como la reducción de emisiones de gases contaminantes. El momento actual es de ahora o nunca.

Así quedó de manifiesto en la jornada sobre la descarbonización de la economía organizada por Vozpópuli y que reunió a representantes de diferentes ámbitos implicados en el proceso como las empresas, la Universidad, los lobbies y los analistas financieros.

José López-Tafall, director de Regulación de Acciona, puso encima de la mesa tres maneras diferentes de contemplar las descarbonización como una necesidad. En primer lugar, una obligación respecto a las generaciones venideras, que sufrirán los efectos del cambio climático sin haber contribuido a él. "Ya sólo por eso debemos estar obligados a descarbonizar. Pero además, hemos adquirido un compromiso con los socios europeos, en cuanto a reducción de emisiones y penetración de renovables en el mix energético, que tenemos que cumplir".

En tercer lugar, el reto que supone desde el punto de vista económico, ya que "supondrá llevar a cabo una enorme inversión pero, por otro lado, nos veremos muy beneficiados por el proceso porque veremos muy reducida nuestra dependencia energética, que actualmente es enorme".

La clave financiera

Una dependencia que Fernando Ferrando, presidente de la Fundación Renovables, cifró en un 83%. "Somos un ejemplo de país que está a la cabeza de la dependencia energética". Sin embargo, en lo tocante a reducción de emisiones, Ferrando denunció que España no ha sido precisamente ejemplar. "No hemos hecho los deberes. Mientras que Alemania ha reducido sus emisiones un 28% en relación a las de 1990; Reino Unido, un 37% y Francia, un 16%, nosotros hemos incrementado las nuestras un 16%".

Ferrando cerró la batería de datos con uno muy significativo: el Plan Integrado de Energía y Clima que el Gobierno remitió en febrero a la Comisión Europea prevé un recorte de emisiones del 20% para 2030, precisamente, el objetivo marcado por la Unión Europea pero para 2020. "Es todo un reconocimiento de que hemos perdido diez años".

Un tiempo que aún es posible recuperar, especialmente si se tiene en cuenta que ahora sí se da un consenso generalizado en torno a la existencia del problema y la necesidad de solventarlo. Verónica López, consultora del área de Innovación y Desarrollo de Analistas Financieros Internacionales (AFI), apuntó un factor clave para esto suceda: "Hasta que el sector financiero no ha entendido el reto al que nos enfrentamos y ha visto las oportunidades que se pueden generar, no hemos empezado a ver que las cosas se están moviendo".

La inacción, lo más costoso

Un elemento nada baladí, teniendo en cuenta la considerable inversión que hay que llevar a cabo para afrontar la descarbonización, aunque Antonio Ruiz de Elvira, catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares y experto en cambio climático aseguró que una de las labores que deben hacer los políticos es explicar a los ciudadanos que, en realidad, no hay costes netos en la descarbonización. "Hay que invertir mucho pero los beneficios serán mayores, con lo que la lucha contra el cambio climático no sólo no costará a la larga sino que, incluso, vamos a ganar dinero".

Hacer cálculos al respecto resulta complicado pero López-Tafall puso un ejemplo ilustrativo. "De los 33.000 millones de déficit comercial en España, 25.000 millones son energéticos, la mayoría destinados a pagar importaciones de hidrocarburos y gas. A poco que podamos ahorrar esto, es renta que se queda en España y que podrá ser invertida en otras necesidades".  A día de hoy, la dependencia energética le cuesta al Estado 70 millones de euros diarios. "En este ámbito, no hay algo tan costoso como no hacer nada".

Entre otros aspectos, todos los participantes coincidieron en la necesidad de hacer una Ley de Cambio Climático, que el Gobierno comenzó a tramitar antes de las elecciones, aunque Ruiz de Elvira consideró que aún más importante que la Ley es el soporte de los ciudadanos. Y recordó que en muchas ocasiones las normativas se aprueban y con los cambios de gobierno se revierten, incluso con efecto retroactivo. "Pero si el votante está convencido de que esto no tiene vuelta atrás, no permitirá que un nuevo Gobierno que llegue modifique la ley".

La última oportunidad

Muchos factores parecen indicar que "el chip del cambio climático está cambiando", como apuntó Verónica López, quien incidió en la importante labor que tienen por delante las empresas respecto a sus proveedores, "en muchos casos pequeñas y medianas empresas a las que les cuenta más entender la profundidad del cambio”. La consultora de AFI incidió en que "la labor de la banca de inversión, los fondos, las entidades financieras, es clave para demostrar que las inversiones en la descarbonización son rentables". Como ejemplo, las numerosas emisiones de bonos verdes que se han llevado a cabo en los últimos años y eso que hasta 2014 no se produjo la primera en España.

El debate también abordó el trascendental asunto del cambio cultural que supone la lucha contra el cambio climático. El presidente de la Fundación Renovables apuntó que el Plan de Energía y Clima no había abordado lo suficiente la fiscalidad, una herramienta que "no sólo debe tener fines recaudatorios sino también la modificación de usos y costumbres. Si no gravas lo que quieres reducir, difícilmente vas a conseguir los objetivos".

Para el catedrático Ruiz de Elvira, la descarbonización va más allá de un cambio de hábitos. "Estamos ante la necesidad de hacer una revolución energética, como la que hubo en su día con el carbón". Y la lucha contra el cambio climático puede suponer "una innovación económica radical", que la tecnología no puede proporcionar en estos momentos "porque no está innovando, sólo mejora lo que ya existe, como ocurre en el caso de los teléfonos móviles, por ejemplo".

Una revolución que atañe a toda la humanidad porque, como sentenció Ferrando, "somos la primera generación que empezamos a ver los efectos del cambio climático, pero la última que podrá hacer algo para evitarlo".

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