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Banca

El papelón de PwC y EY en la encrucijada de Banco Popular

La torre de PWC en Madrid, situada en el Paseo de la Castellana.

La crisis de Banco Popular no sólo preocupa en los despachos de la calle madrileña Ortega y Gasset. Dos de las cuatro grandes auditoras (Big Four) se juegan mucho con el futuro de la entidad presidida (temporalmente) por Ángel Ron. Son PwC, auditor de las cuentas de Popular, y EY, firma a la que se le ha encomendado la tarea de valorar los activos del banco malo de la entidad, en el Proyecto Sunrise.

Distintas fuentes de consultoría, auditoría y banca consultadas por este medio señalan que no les gustaría estar en la piel de PwC y EY ahora mismo. Junto a los reguladores, estas firmas tienen en sus manos la llave que marcará el futuro a corto plazo de Popular. Si le aprietan las tuercas con mayores provisiones, el banco podría tener que buscar una solución en el mercado vía fusión o ampliación de capital. Si son laxos, Popular saldrá adelante según los planes de Ron, pero con la duda de si el mercado lo dará por bueno.

El papel más complicado es el de PwC, auditor de la entidad financiera desde los años 90. Lo es porque ya hay precedentes de la presión que puede sufrir una auditora en caso de la situación del banco empeore. Salvando las distancias, es lo que le ha ocurrido a Deloitte con Bankia.

La firma presidida por Fernando Ruiz ha sido citada como investigada en el caso Bankia por su labor en las cuentas de 2011 de la entidad. Y ello a pesar de que fue la propia Deloitte la que puso contra las cuerdas a la Bankia de Rodrigo Rato al negarse a firmar los estados financieros del banco de finales de 2011. Pero cuando una crisis provoca pérdidas a los accionistas o a los contribuyentes, el auditor siempre cobra un papel protagonista en las reclamaciones, con el daño reputacional que eso provoca.

¿Cuánto vale el ladrillo?

Uno de los factores que llevó a Deloitte a negarse a firmar las cuentas de Bankia fueron las tasaciones de los inmuebles y créditos ligados al ladrillo. Precisamente esto es lo que está en juego ahora en Popular y lo que tendrán que afinar en las próximas semanas tanto PwC como EY.

El mercado ya da por hecho que Popular presentará unas pérdidas de 2.000 millones de euros para sanear su balance inmobiliario y elevar las coberturas cerca del 50%, tal y como se anunció en la ampliación de capital de junio de 2.500 millones. Pero numerosos bancos de inversión han encendido la luz de alarma al señalar que el banco necesita provisiones muy superiores a las previstas, lo que elevaría las pérdidas. PwC tendrá que examinar este asunto a fondo antes de dar el visto bueno a las cuentas.

Se avecinan meses de trabajo frenético entre reguladores, auditoras, el equipo de Ron y Saracho por las cuentas de 2016

Esta ha sido una de las razones por la que Emilio Saracho ha decidido no coger las riendas de Popular hasta que se formulen las cuentas de 2016. El vicepresidente de JPMorgan quiere entrar en un banco ya saneado sin complicaciones como a las que se enfrentó José Ignacio Goirigolzarri en mayo de 2012 en Bankia. El presidente de la entidad nacionalizada se vio obligado a reformular las cuentas del anterior consejo. Aun así hay voces dentro del sector financiero que dicen es mejor esta fórmula: sanear a fondo la entidad nada más tomar el control con unas cuentas del gestor predecesor, y a partir de ahí dibujar un futuro distinto para el banco.

El papel de EY es más tangencial. Esta firma se encarga de elaborar la estructura y valorar los activos del Proyecto Sunrise, con el que Popular quiere sacar de su balance 6.000 millones en ladrillo. La operación está paralizada a expensas de que los reguladores le den el visto bueno, algo encallado en la estructura de financiación. La tarea de EY no es sencilla. Si valora los activos de Popular con un precio alto será bueno para el banco, pero malo para los accionistas de Sunrise (los mismos que en la entidad, ya que será a través de una escisión de acciones). Por el contrario, si tasa los activos del banco malo con un precio bajo puede agravar la situación de la entidad sana.

Se avecinan meses de trabajo frenético y tensiones en las dos auditoras. De su firma y sus valoraciones depende el futuro de Banco Popular.

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