Quantcast

Economía

Y Varoufakis duró un telediario en Bruselas…

El ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis

Yanis Varoufakis causó sensación el día que lo nombraron titular de Finanzas griego. Ducho en twitter, bloguero y escritor de algún best-seller sobre economía, guardaba muy poco parecido con cualquier ministro al uso. Su look de Bruce Willis trabajando de portero de discoteca incluso atraía a las féminas. De inicio, el chico prometía. ¿Realmente estábamos ante un player capaz de convulsionar de arriba abajo la forma de hacer política en la bucólica Bruselas?

Y desde luego no defraudó en su primera intervención estelar, cuando recibió en Atenas al presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsellbloem. Entre ojiplático e irritado, el holandés no salía de su asombro mientras escuchaba a Varoufakis decir que iba a hacer otra vez el mayor simpa del mundo. Actitud rebelde no le faltaba al ministro griego…

Pero el experto en la teoría de juegos apenas duró un telediario. La bufanda Burberry’s que vistió con motivo de su primer Eurogrupo fue una concesión visual que lo delató. Tan pronto se sentó con todos sus pares de la zona euro a la vez, el fenómeno Varoufakis se desinfló. Nadie se cree las bravuconadas de un portero de discoteca con una bufanda de marca al cuello.

Sabiendo que lo que realmente dolía era una quita de los préstamos que les habían concedido, los griegos intentaron poner el foco de las negociaciones en la reestructuración de la deuda. Así podrían ceder luego en ese epígrafe y conseguir todo lo demás, a saber, la salida del programa de rescate, gastar un poco más y adoptar menos reformas.

Tan pronto se sentó con todos sus pares de la zona euro a la vez, el fenómeno Varoufakis se desinfló

Sin embargo, les han pillado el farol demasiado pronto. Por un lado, las condiciones de financiación de la deuda griega son inmejorables. Con un plazo medio de vencimiento de 30 años a unos intereses muy bajos, para cuando vayan a devolver los fondos prestados a la UE ese dinero valdrá muchísimo menos, tanto en términos reales como en proporción al PIB. Es decir, se habrá diluido el peso de la deuda. Para que luego digan que Merkel no se aplica quitas...

Por otro lado, era evidente que todos y cada uno de los países se negarían en redondo a encajar pérdidas en los nominales de los préstamos, ni siquiera aquellos que estaban en contra de la austeridad. Y enseguida eso ha centrado las discusiones otra vez en las condiciones anejas al rescate. 

En este punto, los griegos han reiterado que van a salir del programa de rescate pero que quieren que se lo financien. O sea, que hay que darles más dinero con menos condiciones bajo la amenaza implícita de que se largarían del euro. Sólo que al ministro bloguero de nuevo le han pillado el farol. Es como si Varoufakis se pusiese una pistola a la sien y, a continuación, pidiese el pago del rescate. Simplemente no cuela. En primer lugar, porque el 80 por ciento de los griegos quiere permanecer en el euro frente al 40 por ciento de alemanes que prefiere expulsarlos. Y, en segundo lugar, porque no contaban con la intervención de Supermario Draghi. El presidente del BCE ha prometido dinero a mansalva, lo que ha mantenido las primas de riesgo contenidas a pesar de todo el ruido. En esas condiciones, incluso la agencia de calificación Standard & Poor’s ha manifestado que no pasaría nada si Atenas abandonase la voluta europea.

Es como si Varoufakis se pusiese una pistola a la sien y, a continuación, pidiese el pago del rescate. Simplemente no cuela.

Por ponerlo en los términos de la teoría de juegos, los griegos habían pintado el duelo como dos vehículos que circulan a toda velocidad en direcciones opuestas… ¿Quién frenaría antes para evitar la colisión? Pues bien, tras los primeros compases ha quedado meridianamente claro que Varoufakis conduce una motito… y lo que le viene encima es un camión de alto tonelaje.  

En la reunión del Eurogrupo, Varoufakis se quedó muy, muy solo. No es de extrañar que a las primeras de cambio consintiese que el anterior programa de rescate sirviese de base para un acuerdo. Es decir, Grecia seguiría rescatada. Dios mío, ¿acaso estaba usando la bufanda para izar bandera blanca?

Y así parece normal que Tsipras lo desautorizase a la primera llamada telefónica. “Un ministro de Finanzas que tiene que salir de la sala para consultar todo da muy mala imagen. De ordinario, se sabe hasta dónde se puede llegar. No hace falta que llame hasta tres veces al jefe. Ese hecho transmitió inseguridad y por supuesto evidenció que dista de ser la voz cantante”, explica alguien al tanto de las conversaciones.

Los ministros de Finanzas del Eurogrupo captaron enseguida el mensaje. Éste no manda. Al que hay que apretar es a Tsipras, se dijeron. Y a eso fue Dijsselbloem al Consejo Europeo. Antes de empezar, el holandés ya había extraído del primer ministro griego la primera concesión. Que los técnicos avanzasen el trabajo discutiendo punto por punto los términos del acuerdo.

O Grecia cede en el Eurogrupo de este lunes, o las autoridades europeas ya hablan de empezar a negociar desde cero un tercer programa de rescate que podría demorarse al menos unas cuantas semanas

Alemania ya se muestra dispuesta a concederle un poco de margen con el gasto a cambio de que apliquen las reformas. También se va a cambiar el nombre de la Troika por el de 'las instituciones'. Y los técnicos pueden fácilmente ponerse de acuerdo sobre el listado de medidas que se pueden adoptar, el dinero que haga falta o el nivel de déficit. O sea, prácticamente casi todo. Pero toda la negociación corre el riesgo de atascarse en la mera decisión política de cómo se bautiza el paquete de ayuda: ya sea una extensión del actual rescate o ya sea un crédito puente… Y qué más dan los nombres, dirán ustedes. Pues en este caso la nomenclatura sí que importa. Y mucho. Si se extiende el rescate, Grecia tendrá que proseguir con las medidas pactadas. En cambio, si se toma un crédito puente, se acabó la condicionalidad anterior que Atenas todavía no había cumplido. Tsipras podrá clamar victoria y creará un incómodo precedente para el resto. Tanto sudor y lágrimas para elaborar unas reglas comunes y se las saltan al primer asomo de dificultad. Menudo incentivo a la disciplina.

Sólo que ahí no queda la cosa. Salir del programa de rescate todavía presenta más problemas porque implicaría que ni el BCE ni el mecanismo de rescate europeo podrían poner el dinero para financiar a Grecia. Simplemente no están habilitados por ley para hacerlo, a menos que haya un cambio de los tratados con todo el largo y complicado proceso que ello conlleva. Habría que fabricar una nueva estructura de financiación ex profeso para Grecia. Los Estados probablemente tendrían que hacer nuevas aportaciones de fondos o garantías. Todo lo cual habría que discutirlo y aprobarlo en el Parlamento alemán, un desgaste que Merkel no toleraría.

Pase lo que pase, los teutones no aceptarán la fórmula del crédito puente. De modo que o Grecia cede en el Eurogrupo de este lunes, o las autoridades europeas ya hablan de empezar a negociar desde cero un tercer programa de rescate que podría demorarse al menos unas cuantas semanas. Entretanto, Atenas podría quedarse con las arcas vacías en cualquier momento. Al final, importa mucho cómo se vista el nuevo flotador de Grecia. Igual que la bufanda.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.