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Economía

Las cinco razones por las que el salvamento de la banca sí puede funcionar

En su discurso del pasado viernes en Nueva York, la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, mencionó la famosa cita de Martin Luther King: “Sólo en la oscuridad se pueden ver las estrellas”. Ahora que los mercados presentan un futuro muy negro para España, trazamos algunas de las notas positivas que se desprenden de la ayuda a los bancos españoles y las últimas actuaciones de los líderes europeos. Éstos son algunos de los argumentos recopilados en el entorno de Bruselas para defender que este rescate sí puede funcionar:

1) Ahora mismo el problema es Grecia. En concreto, lo que más preocupa a la Comisión es que el futuro Gobierno heleno recurra al siguiente chantaje: “Nos quedamos en el euro, pero no vamos a cumplir con las normas europeas ni de broma”. En cambio, el Gobierno español ha empezado a tomar medidas contundentes para atajar los problemas financieros. Y eso debe premiarse más adelante, cuando se despeje la incertidumbre alrededor de Atenas. De hecho, fuentes de Bruselas destacan que los 100.000 millones se antojan muy poca cantidad en comparación con el total de la deuda pública española, apenas un 15 por ciento y por tanto un préstamo en relación al PIB bastante menor que el de los anteriores salvamentos. Incluso si la ayuda se considerase un crédito preferente, en la práctica tal volumen no afectaría mucho a lo que vayan a cobrar los acreedores privados.

2) El principal riesgo para España estriba en las pérdidas latentes de las antiguas cajas de ahorros. Sin embargo, cuando han sido bien gestionados, los rescates de la banca han terminado reportando beneficios. Ése no ha sido el caso de Irlanda, pero sí el de Estados Unidos. Los expertos consultados en Bruselas subrayan que además habrá un seguimiento muy exhaustivo de su aplicación por parte del FMI, el BCE, la EBA y la Comisión. Y ello garantizará que se supriman los altos niveles de politización existentes en la cúpula de los supervisores españoles y, por consiguiente, las malas decisiones.

3)  Los líderes europeos están muy cerca de anunciar la unión bancaria, una de las patas fundamentales para apuntalar el euro. El ‘Financial Times’ publicaba ayer como una mala noticia las declaraciones del vicepresidente del Bundesbank quejándose de este sistema bancario paneuropeo. Sin embargo, una lectura detallada de sus reflexiones más bien resultaba esperanzadora: el Bundesbank sostenía que la integración del sistema financiero no serviría de nada sin la unión fiscal, es decir, estaba apremiando a que se culmine de una vez por todas el proyecto federal europeo, precisamente lo que disiparía todas las dudas sobre la eurozona. No en vano, Europa arroja en su conjunto mejores cifras de endeudamiento público y privado que Estados Unidos, Japón o Reino Unido.

4) Los políticos europeos están aprendiendo. El pasado fin de semana estuvieron muy lejos del sobresaliente. Pero al menos sí consiguieron acercarse un poquito más al aprobado después de tantas calabazas. Por una vez, se coordinaron, intentaron adelantarse a los acontecimientos e incluso dieron más dinero del que se pedía. Han dejado el plan a la mitad y falto de detalles, pero hay esperanzas de que en los próximos días extraigan lecciones y corrijan el tiro. Hay que valorar estos progresos y que se muestren más receptivos a los mensajes del mercado. El recién encontrado énfasis en el crecimiento prueba que por fin se han dado cuenta, aunque mucho más tarde que el resto del mundo, de que los planes de ajuste estaban diseñados de tal modo que hacían imposible la devolución de los préstamos. La misma Lagarde afirmó el viernes: “Si el crecimiento resulta ser más débil de lo previsto, los países deben cumplir las medidas fiscales anunciadas, en lugar de anunciar metas de déficit”. El rescate a España ha supuesto una señal inequívoca de esta nueva orientación, un tratamiento que el resto de países ya pide.  

5) Pese a la ausencia de coherencia y la cacofonía de voces, Europa se reserva dos importantes balas en la recámara. Al fin y al cabo, se trata de una simple decisión política y Merkel juega con que siempre puede en el último momento sacar el as de la manga del ‘sí quiero’ a la unión fiscal, los eurobonos et al. Con todo, el hecho de que sus negativas estén arrastrando a Europa y el mundo hacia una nueva recesión parece haberle obligado a reconsiderar su postura. Hasta Obama se ha movilizado para presionar a la canciller. Fuentes cercanas a las negociaciones de cara al Consejo Europeo del 28 y 29 de junio aseveran que esta vez va en serio.  Por si acaso, queda la última arma definitiva: el BCE podría imprimir billetes e intervenir en los mercados si no quiere quedarse sin divisa y sin trabajo.

Según Lagarde, quedan escasos meses para comprobar si esta visión es demasiado feliz… O no. 

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