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Economía

Semana roja en los mercados: prepárense para unos tipos de interés algo más altos

Semanas de pasión en la renta fija. En sólo dos meses, la rentabilidad del bono alemán se ha disparado del entorno del 0,2 por ciento hasta aproximarse al 1 por ciento. En sólo dos días, el precio del bono alemán, que marcha en sentido contrario a su rentabilidad, se desplomó un 3 por ciento. La sangría por las ventas en masa sólo se frenó cuando el rendimiento del bund rozó el 1 por ciento. Y la sacudida no sólo se ciñó al activo más seguro del mundo. El papel español a 10 años recuperó los rendimientos del 2,2 por ciento, unos niveles no registrados desde finales del año pasado.

Los bonos siempre cotizan a un precio que evoluciona en sentido inverso a su rentabilidad, es decir, si sube el precio baja la rentabilidad y viceversa. Tan pronto como se vislumbró la expansión monetaria conocida como QE, los inversores se lanzaron a comprar unos títulos cada vez más caros con la expectativa de que el BCE los comprase sí o sí. Hasta el punto que no les importaba si las rentabilidades ofrecidas eran negativas, puesto que ya se lo venderían al banco central a unos precios exorbitantes.

Sin embargo, en cuanto el dato de inflación europea repuntó el pasado lunes hasta el 0,3 por ciento, los mercados se dieron cuenta de que unos intereses tan extremadamente bajos eran insostenibles. La amenaza de la deflación se alejaba confome se estabilizaba la cotización del crudo. Se acabó la increíble anomalía de los bonos con rendimientos negativos. Y así no es de extrañar que los inversores salgan de esos activos sobrevalorados sin que nadie salvo el BCE quiera comprarlos.

Cuando el IPC supera la rentabilidad del bono, el inversor pierde dinero. Para colmo, antes los bancos podían adquirirlos a la espera de colocarlos más tarde. Pero la nueva regulación les obliga a intermediar sólo cuando tengan un comprador. De modo que los tenedores de bonos corren todos a la vez hacia la salida de incendios sin que nadie ponga orden.

El dopaje que proporcionó un crudo y un euro a la baja se ha frenado, y eso se está traduciendo en unos datos en Europa algo peores de lo esperado

La cosa se puso todavía más fea al escuchar a Mario Draghi decir que los inversores debían acostumbrarse a esa volatilidad. Obviamente, el presidente del BCE considera que los rendimientos de los bonos no se ajustan a las expectativas de inflación y mayor crecimiento. Amén de que unos tipos de interés demasiado bajos inducen a malas decisiones y erosionan el balance de los bancos.

Sin el banco central acudiendo al rescate, el cimbronazo enseguida levantó los fantasmas de un verano de angustia en los mercados. Aunque no sea nada parecido a la incertidumbre de Lehman y la crisis de deuda soberana, los fondos de pensiones y la banca se anotarán pérdidas por sus lotes de deuda. Y se perfila en el horizonte la llegada de una subida de los tipos de financiación.

Ahora bien, ¿supone esto un serio motivo de preocupación? Pues por el momento no, según diversos informes de analistas consultados. Aunque la deflación se aleja, los niveles de precios permanecerán bajos y por lo tanto los tipos no subirán mucho. Pese a que el tipo de cambio más bajo importa inflación, el euro se está estabilizando. La cantidad de dinero en el sistema medido por la M3 está aumentando, pero no así el crédito, que viene a ser la forma de transmitir los billetes a la economía real. Es decir, el dinero se sigue atascando en las tuberías de los bancos y no empuja al alza el IPC.

Si bien la economía europea se está recuperando, el dopaje que proporcionó un crudo y un euro a la baja se ha frenado, y eso se está traduciendo en unos datos en Europa algo peores de lo esperado. O lo que es lo mismo, los últimos indicadores apuntan un crecimiento menos vigoroso en la eurozona y, por ende, una inflación que volverá a tirar un poco a la baja. Además, el paro es elevado y en consecuencia hay mucha capacidad ociosa que ocupar hasta que se pueda generar de nuevo inflación. Por no hablar de factores estructurales como la demografía, la deflación importada de Asia o el exceso de deuda que seguirán presionando a la baja sobre los precios.

Al tener unas rentabilidades mejores en Estados Unidos, los inversores reclamarían unos intereses más altos también en Europa. El contagio se extendería y los tipos reales en la eurozona también subirían

Por otra parte, este verano se presentan más vencimientos que nuevas emisiones al tiempo que el BCE aumenta la carga de compras, lo que significa que la demanda respecto a la oferta será abultada y debería evitar mayores turbulencias. En definitiva, nada apunta que los tipos vayan a subir mucho... salvo por dos factores. Uno sería un desafortunado desenlace en Grecia. Y el otro estriba en la subida de tipos que previsiblemente va a aprobar la Fed en otoño.

El alza de tipos en EEUU tendría, sobre todo, un impacto en la deuda de los emergentes, habitualmente denominada en dólares y cuya carga financiera se encarecería. Los intereses de la deuda emergente también se elevarían porque sus políticas monetarias en muchos casos están vinculadas a la estadounidense. Y la fuga de capitales de vuelta hacia Estados Unidos perjudicaría la actividad de estas economías.

No obstante, esos movimientos también podrían afectar a Europa e incluso ralentizar un poco el crecimiento. Al tener unas rentabilidades mejores en Estados Unidos, los inversores reclamarían unos intereses más altos también en el Viejo Continente. El contagio se extendería y los tipos reales en la eurozona también remontarían arrastrados por los de EEUU. Pese a que nunca podrán subir mucho debido a las limitaciones antes mencionadas de la economía europea, todo indica un paulatino pero ligero repunte de los tipos de interés reales que puede coger a muchos inversores pillados en productos de riesgo en un contexto sin compradores y con alta volatilidad. Aunque sea poco el incremento, ténganlo en cuenta en sus cálculos.

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