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Economía

Mario Draghi, el personaje más importante para España en 2012

El presidente del BCE, Mario Draghi, en una conferencia de prensa este verano.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, efectuó el pasado día 28 una comparecencia para hacer balance del año y, aunque pidió comprensión a la ciudadanía por algunas decisiones controvertidas y contrarias a su programa, lo cierto es que pudo presumir de algunas cuestiones, como la balanza comercial y por cuenta corriente o cierta reducción del déficit, favorecida entre otras cosas por un leve aumento de los ingresos. Por otro lado, ha logrado posponer la solicitud de rescate y la prima de riesgo, aunque sigue siendo amplia, no está en cotas desesperadas. Pero en su discurso, Rajoy pasó por alto al verdadero artífice de que España no haya sufrido un auténtico colapso: Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE).

A principios de junio, los efectos de las inyecciones de liquidez extraordinarias, que habían rebajado la rentabilidad de la deuda española por debajo del 5%, estaban 'digeridos' ya. Alemania presentaba una postura rígida respecto España y sus recortes y el Gobierno se había visto obligado a solicitar ayuda financiera para su banca. Los mercados daban la espalda de manera absoluta y las agencias de rating habían situado el riesgo soberano al borde de bono basura.

Se temió lo peor

Eran momentos en los que incluso las principales empresas del Ibex temieron por un rechazo prácticamente definitivo de los inversores ante la posibilidad de que España perdiera el grado de inversión. La posibilidad de una salida del euro y, por tanto, la definitiva fractura del euro, comenzó a ser descontada en los mercados. Hubo reuniones urgentes por parte de los lobbies empresariales con el Gobierno, para alertarles de la situación y requerirles respuestas rápidas: "el mercado nos está tratando ya como un bono basura". 

Alemania insistía una y otra vez con gran firmeza en que el BCE no estaba para realizar compras de deuda y ayudar a países perezosos con las reformas, incrementando el riesgo de mutualización de pérdidas. Ángela Merkel había dejado al euro aparentemente abandonado a su suerte, entre otras cosas porque Draghi había tenido previamente tibias apariciones mostrando preocupación tan solo por la inflación.

Una circunstancia que colocaba al BCE totalmente alineado con Alemania y colocaba a España al borde del precipicio y sin ningún tipo de agarre. A finales de julio, el bono a 10 años español se colocó en el 7,80% y se temió lo peor. Entonces, apareció Draghi, enmendando drásticamente su discurso: “haré lo necesario para salvar al euro y créanme, será suficiente”.

Han sido, con toda seguridad, las palabras más importantes pronunciadas por un banquero central en la historia contemporánea. "Nunca tan poco hizo tanto por tantos", habría dicho Winston Churchill. Un discurso independiente, que mostró un inesperado desmarque de las posiciones germanas es lo que ha permitido una rebaja de más de 250 puntos básicos a los costes de financiación españoles. Concedió también una tregua por parte de las agencias de rating, que de momento mantienen todas a España por encima de la calificación de bono basura. 

Ello ha permitido al Tesoro completar su calendario de subastas durante la segunda parte del año sin excesivos sobresaltos lo cual, a su vez, facilitó la capitalización del Fondo de Liquidez Autonómico, básico para dar auxilio financiero a las Comunidades Autónomas.

La garantía de supervivencia del Euro, además, ha facilitado que culminara con éxito una amnistía fiscal que ha reintegrado más de 30.000 millones de euros al sistema. Los evasores tenían hasta entonces la excusa de haber retirado su capital del control de Hacienda llevándolo al extranjero por el temor a que España quedara fuera del Euro.

Ventana de oportunidad

En septiembre, la calma reinstaurada en los mercados abrió una ventana de oportunidad a las compañías españolas, que aprovecharon para emitir a toda prisa. Ya llovía menos para las grandes corporaciones, que antes del verano sintieron miedo como seguramente no lo habían sentido nunca. 

Todo eso le ha dado el tiempo imprescindible a Rajoy para poder presentar algo a los mercados: un recorte del déficit público pírrico, pero con el que seguramente podrá negociar una flexibilización de condiciones en Bruselas, así como una suave mejoría de los ingresos públicos, merced a la entrada en vigor de la entrada del IVA, el segundo pago del impuesto de sociedades y los 1.200 millones de euros obtenidos con la amnistía.

Además, los datos conocidos de balanza comercial y por cuenta corriente permiten ahora al Gobierno presumir de eficacia de las reformas emprendidas este año, “duras, pero imprescindibles”. Pero sólo hay un factor que le haya permitido pronunciar estas palabras en diciembre: Draghi. Sin duda, el personaje clave para España este año. 

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