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Economía

El Gobierno se aferra a los brotes verdes pese a la falta de motores para el crecimiento

Luis de Guindos, Soraya Sáenz de Santamaría y Cristóbal Montoro.

En la rueda de prensa del pasado 26 de abril, el Gobierno hizo públicas por primera vez unas previsiones más realistas y por lo tanto más lúgubres. Santamaría, Guindos y Montoro aparecieron ante las cámaras cariacontecidos, mostrando la honda preocupación porque la economía no crecería por encima del 1 por ciento hasta 2016. Y la reacción en las encuestas de intención de voto fue terrible. Así que el entorno del presidente Rajoy entonó el nunca más. Desde entonces, Moncloa ha impuesto la consigna de que no se trasladen al electorado más sensaciones negativas. Con la economía de fondo, la carrera hacia las elecciones de noviembre de 2015 ya ha comenzado.

Al mismo tiempo que los ataques de Bárcenas salpicaban las portadas, el ministro de Economía concedía este domingo una entrevista al diario El País con el propósito de transmitir que las perspectivas macro apuntan hacia arriba. Y la expresión que empleó se acercó mucho al brote verde (sic): es como una flor de invernadero que hay que cuidar, dijo Guindos.

Amenazas para el crecimiento

El titular de Economía sostiene que el proceso habitual de salida de la crisis consiste en un avance de la competitividad que termina atrayendo la inversión y que, al final, genera crecimiento.

Y si bien es cierto que hay indicadores que confirman una leve mejoría, como los incrementos de las exportaciones o la rebaja de los costes laborales, también se atisban numerosos riesgos en la lontananza: para empezar, se prevé una ralentización generalizada de los emergentes comenzando por China y Brasil, lo que bien puede acabar lastrando la mejora de nuestras exportaciones.

Por otra parte, China adolece de un exceso de capacidad instalada en su industria y Estados Unidos ya ha anunciado una gradual retirada de los estímulos al mejorar su economía. Es decir, los dos principales suministradores de liquidez del mundo han avisado de que irán cerrando el grifo, por lo que todo ello puede conjugarse para ocasionar una mayor restricción de la financiación en un contexto de mercados ya secos para Europa.  

Lo cual a su vez implicará que la deuda pública la seguirán comprando las entidades financieras que luego la llevarán al BCE, como una patata caliente que va circulando de unas manos a otras sin un rumbo fijo.

Una Europa sin plan de salida

Y para colmo, todo ello seguirá acusando el hecho de que nada cambia bajo el sol de Europa. Una vez se puso freno a la austeridad y el BCE anunció el programa de compra condicionada de deuda pública, la UE ha vuelto a relajarse. Los rescates continúan sin brindar una solución definitiva para los países que los padecen; la unión bancaria ha quedado diluida; el BCE permanece inmune a la dura realidad de la periferia, sin adoptar una política más agresiva; y Francia e Italia postergan sus reformas para otro día. Mientras todo eso no cambie, difícilmente volverá el dinero a la zona euro. O dicho de otro modo, Guindos puede sentarse y esperar de brazos cruzados a que retorne su Mr. Marshall particular.

La inversión es una cuestión de precio. El inversor ha de estar seguro de que se ha tocado un precio al que habrá rentabilidades. Pero ese punto de inflexión todavía se vislumbra muy lejano. Los ajustes en términos de competitividad se antojan insuficientes, tanto en costes laborales como en precios.

El FMI alerta

Ayer mismo, en su informe sobre la reestructuración bancaria, el FMI alertaba de que los procesos de ajuste de España continuarían presionando a la baja sobre el crecimiento: hace falta un ajuste fiscal mayor para estabilizar los ratios de deuda, la caída de los precios de la vivienda tiene más recorrido y la deuda de las empresas permanece en niveles superiores a lo habitual en periodos sin burbuja. Las perspectivas se mantienen difíciles, en parte por la misma dinámica de una banca que también contribuirá al proceso recesivo al acelerar la contracción del crédito y exigir intereses más elevados.

Las correcciones de los desequilibrios también agravan el estado de la demanda, que a su vez se traduce en mayor desempleo. En definitiva, aunque se hayan encontrado algunas flores de invernadero, la primavera económica no arranca. Le faltan motores sostenibles.

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