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Economía

La recuperación española: a costa de Alemania, Francia, Italia y las pensiones

Angela Merkel y Mariano Rajoy.

Un informe de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal alertaba esta semana sobre el impacto que ha tenido la devaluación interna sobre los ingresos de las pensiones. La Airef estimaba cuál habría sido el efecto sobre las cuentas de haberse elevado los sueldos un 2 por ciento en lugar de la moderación salarial sufrida. Y el resultado se resume en que durante el periodo 2012-2014 la Seguridad Social habría recaudado unos 15.000 millones más, si bien también se habrían perdido otros 5.000 millones por unas prestaciones de desempleo más altas. O sea, en cualquier caso el sistema de pensiones habría conseguido reequilibrar su saldo. De lo que se extrae una primera lectura a todas luces obvia: la devaluación salarial ha dejado las arcas de la Seguridad social absolutamente exangües. 

Es más, la propia Airef ha advertido de que este año el cierre de la Seguridad Social podría desviarse entre 8.000 y 12.000 millones de euros respecto a lo presupuestado por el Ejecutivo. Pese a que el Ministerio de Empleo prevea un incremento de la recaudación por cotizaciones del entorno del 7 por ciento, la triste realidad es que tan sólo se ha ingresado en lo que va de año un 1,1 por ciento más que en el ejercicio pasado debido a las tarifas planas, la devaluación salarial y el agotamiento de las prestaciones de paro que cotizaban a la SS.

De cara a 2016, la desviación según la Airef podría ascender a una horquilla entre 10.000 y 15.000 millones de euros. Y a medio plazo, por más que la reformas ya aplicadas brinden unos ahorros superiores a los 1.000 millones de euros al año, las cuentas tampoco cuadran. Mientras que se espera que el gasto aumente cerca del 3 por ciento anual debido al efecto de unas pensiones más altas y una esperanza de vida mayor, los ingresos tendrían que engordar al año en torno a un 4 por ciento, por encima de cualquier previsión de crecimiento a medio plazo de la economía española. A juicio de la Airef, eso implica que habría buscar recursos adicionales que calcula en el orden de los 10.000 millones al año. ¿Significa esto que la solución a las pensiones consiste en subir salarios?

Pues va a ser que no. Como apunta la Autoridad Fiscal, en otras condiciones habríamos ya restablecido el equilibrio de las arcas de la Seguridad Social. Tradicionalmente, un shock inflacionario fruto de la recuperación ayudaría a cerrar el agujero del sistema de pensiones. Sin embargo, el análisis de la institución presidida por José Luis Escrivá ha sido elaborado ‘ceteribus paribus’. Es decir, el estudio no calcula las consecuencias que un repunte de los salarios habría tenido sobre la competitividad y, a su vez, el crecimiento. De haber optado por esa política, lo más probable es que el PIB habría acabado desmoronándose. Se trata de un análisis solo aplicable en el mundo de la peseta, en el cual una subida de salarios siempre terminaba siendo absorbida por la moneda vía devaluaciones. Bajo ese paradigma, lo que ganábamos en sueldo lo perdíamos en capacidad adquisitiva. Sin embargo, en el planeta euro las cosas funcionan de forma muy distinta. No existe devaluación posible contra los tudescos. Y en este sentido otro informe publicado recientemente arroja bastante luz sobre esta cuestión.

El crecimiento 'robado'

El banco de inversión Natixis se ha planteado en un informe hasta qué punto la recuperación de la economía española se está produciendo a expensas de Francia, Italia y Alemania. Y con el fin de comprobarlo compara las tendencias en inversión, balanzas comerciales, empleo manufacturero y producción industrial. De acuerdo con el estudio de la entidad, la economía española ha exhibido un alza de la productividad y unos sueldos estancados que han resultado en una mejora de la competitividad respecto a los países de su entorno y un crecimiento espectacular de la rentabilidad de las empresas. De forma que entre 2012 y 2013 eso se tradujo en un repunte de las exportaciones y de la inversión empresarial que, a continuación, tiró del empleo y, en consecuencia, de la demanda de los hogares. Una espiral virtuosa que desde mediados de 2014 se ha plasmado en un crecimiento sólido.

"Como la recuperación de España se debe, al menos en parte, a una mejora de su competitividad en costes relativos a otros países de la eurozona, una porción de esa recuperación se está 'tomando' de esos otros países que han perdido atractivo y cuota de mercado contra España", asegura el banco parisino, que acto seguido repasa uno por uno todos los puntos en los que la economía española ha podido arrebatar crecimiento a sus pares europeos:

  • Aunque no se aprecia una relación entre las entradas de inversión en España y las salidas de inversión de Alemania, Francia e Italia, la recuperación de la inversión productiva de la economía española ha coincidido con un estancamiento de esta rúbrica en los tres mayores países de la zona euro.
  • En lo que respecta a la balanza comercial, España ha ganado cuota comercial respecto a Alemania, Francia e Italia y ha mantenido su superávit frente estos países a pesar del retorno al crecimiento, sostiene el informe.
  • Al tiempo que el empleo manufacturero ha remontado en España con fuerza, en el resto cae.
  • Si la producción industrial está repuntando en España, en cambio a duras penas progresa en los otros tres. Y la capacidad industrial está creciendo en España desde comienzos de 2015. Por el contrario, en Alemania, Francia e Italia ha entrado en declive.

"Hemos observado que los incrementos en inversión, empleo y especialmente exportaciones, empleo fabril y capacidad de producción industrial han coincidido con un deterioro de esas variables en Alemania, Francia e Italia. Lo que apoya la hipótesis de que el crecimiento de España ha ocurrido a costa de otros", concluye el documento de Natixis.

Encerrados en la jaula del euro, con muchos sacrificios hemos logrado parasitar una parte del crecimiento de los otros. En la época de la bonanza, fue más bien al revés. Bajo el paraguas del euro y con la garantía implícita del Bundesbank, nos financiamos a unos intereses más bajos que nunca y pudimos adquirir productos alemanes que en euros salían más baratos. Pero nos volvimos caros. "Los precios se encarecieron hasta el punto de que salía rentable que una compañía alemana venda pizzas congeladas en España. Cuando veo los anuncios comerciales de esa empresa todavía se me ponen los ojos como platos. ¡Probablemente los tomates y todas las verduras que usen sean de aquí!", comenta un alto cargo del Ejecutivo. Y así era tan sólo cuestión de tiempo que eso acabase en un brutal ajuste del empleo.

Como señala este destacado miembro del Gobierno, a España siempre le ha ido bien cuando ha ganado cuota exportadora. De hecho, todas las crisis españolas han coincidido con pérdidas de competitividad con el exterior. "No nos confundamos, si en España aplicamos un plan keynesiano y repartimos billetes a la puerta de un Corte Inglés, el españolito de a pie termina comprándose un iphone estadounidense o un electrodoméstico germano. El dinero se iría fuera. Padecemos una importante restricción exterior. España no es California, donde se produce algo que todo el mundo está dispuesto a pagar a un precio caro. Nuestro país ha ganado con mucho esfuerzo un respetable puesto intermedio en la cadena de valor. Allá donde por ejemplo se fabrica un automóvil o un avión, España suele diseñar, ensamblar o producir muchas piezas o interiores. Pero hacer eso conlleva ajustar mucho los precios de nuestros servicios y productos", explica.

Tal y como indica el informe de Natixis, en los últimos 25 años habíamos perdido cerca de 50 puntos de competitividad en términos de coste laboral respecto a los teutones. De esos 50 puntos, durante la crisis hemos reconquistado la mitad. Así que todavía queda. O lo que es lo mismo, aunque haya una recuperación, deberíamos seguir siendo competitivos frente a nuestros socios europeos. Ello no significa que no haya subidas de sueldo. Pero sí que hay que andar vigilantes para que éstas siempre se mantengan por debajo de lo que suban en otros países.

No es de extrañar que el informe de los cinco presidentes sobre el futuro de la UE recomiende que todos los países establezcan una autoridad de vigilancia de la competitividad, cuyo cometido principal consistiría, entre otros, en asegurarse de que los costes laborales no se descontrolan por encima de la competencia y de que cualquier alza retributiva se ligue a la productividad.

A su vez, tales afirmaciones entrañan que no se va a poder arreglar el problema de las pensiones simplemente con un cambio de escenario en el mercado laboral. Hay que buscar otra forma de financiar esos 10.000 millones que faltan con un carácter permanente. Un punto de PIB es mucho dinero para sacárselo de la chistera o exprimirlo de una economía todavía convaleciente. De modo que habrá que continuar ahorrando a fin de poder dedicar esos recursos a la Seguridad Social. Pese a la recuperación, la austeridad ha llegado para quedarse porque hay que pagar las pensiones. El Gobierno que salga de las próximas elecciones se enfrenta a un reto ingente pero factible si lo abordamos y planificamos desde ya.

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