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A Zidane le viene grande y a Ramos se le queda pequeño

Ramos celebra su segundo gol.

El Real Madrid está en cuartos de la Champions. Pero está después de evidenciar que a Zidane le viene grande este banquillo, que el equipo no está trabajado tácticamente y que la BBC es, a día de hoy, un lastre más que una fortaleza. El pobrísimo partido de los blancos fue salvado por dos acciones puntuales de Sergio Ramos, Di Stéfano y Camacho a un tiempo. Dos remates de córner y nada más. El Nápoles le bailó durante durante 50 minutos hasta que el de Camas apareció para rescatar al equipo y a su entrenador.

Los blancos saltaron a San Paolo fiándolo todo a una contra. No trabajó la salida del balón, ni una defensa escalonada ante la colección de mediapuntas de Sarri ni una presión grupal para recuperar rápido el balón. Lo que dibujó en el campo un equipo largo, con los tres de arriba desconectados en defensa (especialmente un desesperante Benzema) e inferioridad en el mediocampo, lo que condenaba las salidas desde atrás a los pelotazos de Ramos y Pepe.

Con un Marcelo desafortunado y un Nápoles insolente, por obligación, el primer cuarto de hora dibujó un partido vertical. Llegadas en ambas áreas, con lanzamientos lejanos de Insigne, Hamsik o Bale. El partido pasaba por Modric y Kroos, desconectados durante toda la primera parte. El fragor local no dejaba respirar  tranquilo a Zidane. Hasta que la condescendencia de los blancos atrás permitió a Merthens encender San Paolo con un balón profundo que cruzó ante Keylor. El Nápoles estaba a un gol de pasar, el Madrid a uno del abismo.

Zidane, sin pizarra

Sin un 9 de referencia, Hamsik y Merthens trabajaron desahogadamente a los costados de Casemiro, lejos de los centrales. En tierra de nadie, desde donde Hamsik dibujó la asistencia en el gol. A eso se sumaba que el Real Madrid perdía la pelota inmeditamente. No sabía defender entre líneas y era incapaz de mantener la posesión. El equipo se desangraba y Zidane no ofrecía solución alguno.

Cuando el agua le llegaba al cuello, Cristiano dribló a Reina rematando al palo. Un hecho que constataba que el partido estaba en el área napolitana. Pero sin balón no hay paraíso. A los 37 minutos Merthens se encontró un balón suelto que mandó al palo. Segundos después un pase franco por el centro era rematado fuera por Hamsik. El Real Madrid no tenía propuesta, no tenía plan, no tenía nada. Zidane retratado y el equipo jugando a la ruleta rusa. Uno de esos días en los que Florentino se carga de razones para asomarse al mercado el próximo verano buscando su enésimo entrenador.

Al descanso se llegaba con un Real Madrid roto. Una insolidaria BBC abandonando a su suerte a los compañeros y un incapaz Zidane abandonando a su suerte a Casemiro y la defensa. El Real Madrid estaba a un paso del fiasco por la testarudez del francés en alinear a su destartalada tripleta arriba. Los blancos recibieron 11 disparos en la primera parte, desde 2010 en Lyon no había recibido tanto. 

La segunda parte amaneció con la misma decoración. Hasta que en el minuto 51 Sergio Ramos, el bombero del equipo, remató un córner y encauzó la clasificación. El defensa, que llevaba trabajando todo el partido en defensa, volvió a salvar en ataque a un equipo desfigurado con una delantera en excedencia. Y cinco minutos después volvió a ocurrir, otro córner y otra aparición de Sergio Ramos que anotaba su segundo gol y metía al Real Madrid en cuartos.

Ahí se terminó el partido, que aún vio cómo Morata se reivindicaba con un gol postrero. Una eliminatoria que deja daños estructurales en el equipo blanco. El primero, las sospechas justificadas sobre la valía de Zidane. El Real Madrid es un equipo de jugadores que devora enetrenadores y Zidane es tan prescindible como lo fue Ancelotti o Benítez. El segundo, el desequilibrio táctico del 4-3-3 al que vive encadenado Zidane para poner a los tres cromos de Florentino. Y el tercero, el declive de su delantera con un Benzema apático, un Cristiano negado y un Bale fuera de forma.

Se vislumbraba el final funesto en el Barcelona meses antes de la goleada ante el PSG, porque los culés se olvidaron de jugar al fútbol y lo fiaron todo a su delantera. El Real Madrid no ofrece mejores sensaciones, porque Zidane parece tan incapaz como Luis Enrique, y no hay un Messi en el equipo. La Copa de Europa es el salón de casa de los blancos, pero cuando se topen con un equipo serio, nada invita al optimismo.

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