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El fútbol internacional se juega en dictaduras

La Supercopa de España se disputa esta semana en Arabia Saudí en un nuevo episodio de 'sportwashing'

Luis Rubiales, junto al Príncipe Abdulaziz bin Turki al-Faisa.
Luis Rubiales, junto al Príncipe Abdulaziz bin Turki al-Faisa.

El clásico del fútbol español se disputará esta noche a 4.600 kilómetros de la Península en una dictadura en la que las mujeres son seres tutelados por los hombres. Las plantillas de Real Madrid, FC Barcelona, Atlético de Madrid y Athletic Club disputan esta semana la Supercopa de España en Arabia Saudí, una de las pocas monarquías absolutas que quedan en el mundo.

Cada vez más, el deporte internacional se disputa en dictaduras. La decisión de la Federación Española de Fútbol de asentar la Supercopa en Arabia Saudí hasta 2029 transformó un partido estival que pillaba a la mitad de los españoles en la playa, en un mini torneo postnavideño mucho más rentable para las arcas del fútbol patrio.

El presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, accedió al cargo en mayo de 2018, asegurando que los “valores” marcarían su gestión. Ese mismo año, el gobierno saudí ordenó asesinar y descuartizar al periodista del Washington Post Yamal Jashogyi. Unos meses más tarde se anunciaba el acuerdo entre la RFEF y el gobierno de la península arábiga, que en aquel momento no permitía a las mujeres acceder a los estadios de fútbol.

La decisión de Rubiales no deja de ser una adaptación a la realidad del fútbol de élite, cada vez más controlada por las dictaduras petrolíferas. Las nóminas de Messi, Neymar, Mbappé, Ramos las paga el gas catarí; como el plantel que mejora cada año Guardiola lo hace con el petróleo de Emiratos Árabes Unidos. Mientras, la UEFA se pone a silvar ante este dopaje financiero de los petrodólares.

El accionariado de los grandes equipos de LaLiga española no ha sido tan permeable, y la forma jurídica del club deportivo, blinda, de momento, entidades como Real Madrid y FC Barcelona.  Con todo, las camisetas de Cristiano Ronaldo y Messi, que Madrid y Barça vendían por el mundo, venían acompañadas de un gran letrero en la parte más visible que recordaba quien pagaba parte de la fiesta: “Emirates” y “Qatar”.

Los escrúpulos idealistas por “no manchar” con la publicidad de una dictadura “els valors” de los escudos duraron un par de columnas de opinión ante la llegada de varias decenas de millones de euros. Tampoco será raro que en unos años, le surja un apellido árabe a Bernabéu y Camp Nou.

Mundial de fútbol de Cátar

Este mismo año, Catar acogerá el Mundial de fútbol y por primera vez no se disputará en verano por las altas temperaturas del país, alterando todo el calendario del deporte rey. Las deplorables condiciones en las que trabajan y mueren los obreros inmigrantes que construyen los estadios, más de 6.500 según una investigación de The Guardian, no será la única escena que rechinará en Occidente. El fútbol en Catar nos ha dejado recientemente escenas de humillación pública hacia las mujeres como la negativa del jeque Joaan bin Hamad Al Thani de saludar a las árbitras que pitaron Mundial de clubes, mientras chocaba las manos a sus compañeros hombres.

Rally Dakar y Juegos Olímpicos de China

Pero el fútbol no es el único deporte con el que las dictaduras tratan de limpiar su imagen al exterior, en el denominado sportwashing. Solo hay que echar un vistazo a la agenda deportiva de los próximos meses para toparnos con los Juegos Olímpicos de invierno en China en el mes de febrero o con el propio Rally Dakar que también corre estos días por las arenas de Arabia.

Aunque en las últimas dos décadas este fenómeno se ha multiplicado, los Juegos Olímpicos de Berlín, los mundiales de Mussolini o Videla, o la Eurocopa de Franco demuestran que la utilización del deporte por las dictaduras es algo que viene de lejos. 

Este domingo el capitán de Madrid, Barça, Atlético, o Athletic levantarán la copa de supercampeón de España, pero las medallas y las copas no deben confundir al espectador, el verdadero triunfador volverá a ser el hombre del turbante que aplaude y felicita a los futbolistas y niega el saludo a las mujeres.

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