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El ministro de Sanidad noruego anuncia que viajará con su marido a los Juegos de Sochi

Llegan los Juegos Olímpicos, el gran evento deportivo, aunque sean de invierno. Serán en Sochi y, de antemano, sólo acumulan polémicas de todo tipo. El COI, como también hizo la FIFA recientemente, decidió encomendarse a las manos de un dirigente tan controvertido como Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa. Lo demás, los problemas, eran una opción probable tomando esa decisión como partida.

Los Juegos llegan tintados con una pátina de intolerancia. El régimen ruso ha endurecido en los últimos años sus políticas contra los gais y lesbianas. En 2013 se promulgó una ley que prohibía la propaganda de la homosexualidad que ya supuso problemas en los mundiales de atletismo que se disputaron el pasado verano en Moscú. La retórica antihomosexual no ha hecho más que generar incendios. El alcalde de Sochi, en los últimos días, ha declarado que en la ciudad no hay gais, unas desconcertantes palabras que le sitúan en la misma línea que en su día escogió el expresidentes de Irán, Ahmadineyad.

Putin, para arreglarlo, dijo que los homosexuales serían bienvenidos “siempre que dejen en paz a los niños”. Habrá, con toda seguridad, manifestaciones y conflictos derivados de este ataque a los derechos humanos.  De hecho algunas delegaciones, como la estadounidense, ya han hecho patente su disgusto por la selección. Los americanos han decidido que sus embajadores para el evento sean tres históricos deportistas homosexuales: Billie Jean King, Caitilin Cahow y Brian Boitano (salido del armario el mismo día de la designación).

Además, el ministro de Sanidad de Noruega, Bent Hoeie, confirmó este martes que viajará con su marido a los Juegos Paralímpicos que acogerá Sochi. "No puedo esperar para ver y apoyar a todos los atletas noruegos. Estos son atletas con discapacidades que rinden al más alto nivel", señaló Hoie en el periódico 'Stavanger Aftenblad', donde dijo que era normal que un miembro oficial del gobierno viajara con su cónyuge en una visita oficial. "Habiendo dicho eso, todo el mundo entiende lo que dos hombres casados piensan sobre los derechos gays", añadió.

No es el único quebradero de cabeza al que se enfrenta el omnipresente Putin. El presidente ruso está personalmente involucrado en la organización de los Juegos que están amenazados por el terrorismo. Sochi se encuentra cerca de las montañas  del Cáucaso, lugar en el que se acumulan los grupos independentistas y en los que ha habido constantes disensiones políticas internacionales. Rusia, Georgia, Chechenia, Abjazia… Desde la disolución de la Unión Soviética los problemas geopolíticos de la zona han sido evidentes y no es descartable que en algún momento salgan a la luz durante la cita olímpica. Hace sólo unos días treinta personas murieron en Volgogrado, poco antes se desarticuló un comando en una localidad cercana a Sochi, ha habido repetidos ataques, incluidos algunos suicidas en las cercanías de la ciudad. Gobiernos extranjeros, como el británico y el estadounidense, ya han avisado del peligro que supone acudir a la cita rusa.

Los rusos contraatacan con unas medidas de seguridad históricas. 2.000 millones de dólares se dedicarán al dispositivo, que contará con la policía, el ejército y seguridad privada. Hay zeppelines rastreando problemas, guardias en los bosques, cuatro agentes por cada deportistas. Las autoridades locales han delimitado un círculo de acero en el cual la seguridad será máxima, recomiendan a los locales no coger el coche durante el mes y algunos deportistas ya se han quejado de la cantidad de controles que hay que pasar para llegar a los entrenamientos. Las redes de seguridad son nunca vistas, pero es imposible llevar a cero las opciones de un atentado.

La de seguridad es una más de las partidas del presupuesto más alto de cualquier cita olímpica. Más incluso que los faraónicos de Pekín 2008, a pesar de que estos eran de verano y, consecuentemente, tenían más instalaciones que construir. El objetivo es hacer de Sochi una ciudad turística de referencia, que combina un clima subtropical en las laderas (era lugar típico de residencias estivales en la antigua URSS) con las instalaciones invernales de primer nivel. No parece que el plan se esté cumpliendo, pues la venta de entradas para el evento está lejos de llenar las distintas instalaciones.

Putin espera un éxito contundente. Tiene fama de ser un líder que se involucra en todos los aspectos de sus proyectos y en este caso no ha sido diferente. Ha llegado a calzarse los patines para demostrar su destreza sobre el hielo, se sabe que es un gran aficionado al hockey y espera récords históricos de la delegación rusa. También esto queda en duda, no en vano los Juegos de Vancouver, los previos, fueron los más desastrosos para el país más grande del mundo, con sólo tres oros. Putin, por más que lo intente, no podrá ganar ninguna medalla para los suyos.

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