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FÚTBOL NO ES FÚTBOL

De Qatar queremos su dinero aunque no nos gusten sus modales ni sus atropellos

Un jeque qatarí se niega a saludar a las mujeres que arbitraron el Mundial de Clubes. Pero a los mandamases del fútbol no les importa, porque desde el golfo llegan cantidades astronómicas

Mundial de Qatar
Una mujer en el estadio de Qatar donde se disputó el Mundial de Clubes. EFE

La hipocresía gobierna el fútbol mundial. Porque se habla mucho de los valores del deporte cuando en realidad el dinero es lo único que importa en este negocio. Este pasado fin de semana tuvimos un ejemplo. Quizás ni sepan que se disputó la final del Mundial de Clubes en Al Rayyan (Qatar). Al acabar el encuentro, en el que por cierto el Bayern de Múnich derrotó a Los Tigres, el jeque qatarí Joaan bin Hamad Al Thani saludó a los jugadores de ambos equipos pero decidió no hacer gesto alguno cuando por su lado pasaron tres mujeres que habían arbitrado durante el torneo, que eran las brasileñas Edina Alves Batista, Neuza Back y Marisna de Almeida.

El desprecio del jeque a las féminas es paradójico amén de escandaloso porque precisamente ellas acababan de hacer historia al ser las primeras en arbitrar un torneo de esa relevancia. El vídeo de Al Thani eludiendo el saludo a las árbitras se viralizó rápidamente en las redes sociales. Incluso fueron tendencia algunos jugadores españoles que jugaron en Qatar antes de retirarse, como Xavi Hernández o Raúl González, a los que se les señala porque jamás han dicho ni esta boca es mía sobra la flagrante ausencia de libertades en esas latitudes. Pero la cosa no va a ir a mayores. Hay demasiado dinero en juego.

El citado Joaan bin Hamad Al Thani es hermano del emir de Qatar, Tamim bin Hamad al Zani, y además preside el comité olímpico del país. No parece que su costumbre de no saludar a las mujeres por el mero hecho de ser mujeres sea compatible con los sobados valores del movimiento olímpico. Pero estos detalles tampoco le importan a casi nadie en el mundo del deporte en general y en el del fútbol en particular, porque bussines is bussines.

En 2022 se disputará el Mundial de Fútbol de Qatar. Ni siquiera importan las sospechas más que fundadas sobre los presuntos sobornos a miembros de la FIFA para conseguir que allí se dispute dicho campeonato.

Nadie lo admite con crudeza aunque todo el mundo sabe que ocurre. De Qatar y de otras monarquías del Golfo Pérsico queremos su dinero, que llega a espuertas, aunque no nos gusten o incluso nos repugnen sus modales. Tanto es así que en 2022 en dicho país se disputará el Mundial de Fútbol. Ni siquiera importan las sospechas más que fundadas sobre los presuntos sobornos de Qatar a miembros de la FIFA para conseguir que allí se celebre dicho campeonato.

Tampoco parece que importe demasiado a los aficionados o a los que cortan el bacalao que Nasser al Khelaïfi, presidente del PSG, se haya saltado en varias ocasiones ese rimbombante fair play financiero. Porque al final su legión de abogados consigue que el qatarí evite las multas que merece. Y lo mismo ocurre con el jeque Mansour bin Zayed Al Nahyan, natural de Emiratos Árabes Unidos y propietario del Manchester City. ¿Recuerdan que el equipo inglés iba a estar dos años fuera de las competiciones europeas? Pero, oh casualidad, su equipo legal consiguió frenar esa sanción que iba a ser histórica. Tampoco parece que el jefe del Málaga, Abdullah ben Nasser Al Thani, pariente del hombre que no saluda a las mujeres, vaya a pagar por sus supuestos atropellos.

Es tan sencillo como que queremos su dinero y nos compran. O, mejor dicho, nos vendemos. Así nos va. En los terrenos de juego y fuera de ellos.

Pura impunidad. Estos jeques oriundos del Golfo Pérsico pueden hacer lo que les venga en gana porque la fuerza de sus inversiones puede más, muchísimo más, que la justicia, los valores o cualquiera de esas cosas grandilocuentes que los europeos siempre decimos defender, en el fútbol y en la vida, pero que a la postre no defendemos. Es tan sencillo como que queremos su dinero y nos compran. O, mejor dicho, nos vendemos. Así nos va. En los terrenos de juego y fuera de ellos.

Ha afirmado el citado Xavi que ese Mundial de Qatar va a sorprender. No hay duda de que tiene razón. Para empezar, se jugará en noviembre y diciembre debido al calor del lugar, por lo que se romperá así la larga tradición de que el Mundial se dispute en verano. Pero el calendario es casi lo de menos. Si no se produce una catarsis que alumbre una democracia liberal al uso, posibilidad que parece lejana por no decir imposible, en 2022 asistiremos a un evento deportivo en que se discriminará a las mujeres tanto en las gradas como en el campo. Pero eso son cosas sin importancia. Preocupaciones occidentales. Tonterías. Porque el dinero lo puede todo en el hipócrita mundo del fútbol.

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