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La teoría del "cuatro abierto" no basta para resolver la convivencia imposible entre Mirotic e Ibaka

Ibaka y Mirotic, amigos fuera de la cancha pero rivales por un puesto en la Selección

Nikola Mirotic y Serge Ibaka son casi coetáneos. A los dos naturalizados más célebres del baloncesto español apenas les separa un año y medio. Uno, el balcánico, llegó a España en verano de 2005, con quince años, tras el chivatazo de un ojeador avispado al que dejó prendado en un campus de tecnificación; otro, el africano, decimosexto de dieciocho hermanos, arribó con la mayoría de edad y tras un sinfín de avatares burocráticos a L'Hospitalet, vía Etoile Sportive Prissé-Mâcon, un club menor del baloncesto francés.

Sus carreras, por valía deportiva y coincidencia generacional, estaban condenadas a colisionar. Desde el momento en el que la Federación Española comenzó a imaginar un futuro en el que ambos vestían de rojo, el debate arreció en una suerte de “¿papá o mamá?” baloncestístico. Porque, a pesar de los esfuerzos de José Luis Sáez, presidente de la FEB, por legalizar la presencia de la pareja en una misma convocatoria, la FIBA ha seguido y sigue inmutable: la legislación del organismo sólo permite un nacionalizado por selección.

Nikola Mirotic obtuvo el pasaporte español en marzo de 2010, cuando el Consejo de Ministros, a propuesta de Francisco Caamaño, ministro de Justicia, le concedió la carta de naturaleza junto al atleta Abdelaziz Merzougui. Ya en julio de ese mismo año, Mirotic defendía por primera vez los colores de su nueva bandera, logrando la medalla de bronce en el Eurobasket Sub-20 de Croacia. Doce meses después, tras irrumpir en la primera plantilla del Real Madrid en la temporada 2010-2011, el ala-pívot nacido en Podgorica descollaba en el Europeo Sub-20 celebrado en Bilbao: medalla de oro, galardón de Jugador Más Valioso del torneo, 27 puntos y 10 rebotes de promedio y algunas de las mejores actuaciones individuales de la historia del baloncesto de base español.

Sus carreras, por valía deportiva y coincidencia generacional, estaban condenadas a colisionar

Ibaka, por su parte, acababa de jurar la Constitución para incorporarse ipso facto con la absoluta al Eurobasket de Lituania, en el que se subiría a lo más alto del podio asumiendo con acierto el rol de sexto hombre en la rotación. Se empezaba a adivinar que, de no llegar a buen puerto el trabajo en los despachos para poder unir a los dos en una misma lista, la FEB tendría un problema.

La postura federativa para disociar los casos de Ibaka y Mirotic de otras nacionalizaciones deportivas al uso se aferró al hecho de que ambos llegaran a nuestro país a una edad temprana, siendo unos diamantes en bruto que el baloncesto español había ayudado decisivamente a pulir. Sus casos, defiende la FEB, no encajan con los de deportistas ya contrastados incorporados a una selección nacional ajena a base de talonario, sino con los de dos muchachos de un talento natural innegable pero a cuyo crecimiento y desarrollo final España ha contribuido de manera fundamental.

Yvan Mainini, presidente de la FIBA hasta el pasado año, y Patrick Baumann, secretario general del organismo rector del baloncesto mundial, escucharon decenas de veces esta versión de boca de José Luis Sáez, pero se cerraron en banda hasta tal punto que la Federación tiró la toalla. La FIBA es aún demasiado consciente del riesgo que entraña una barra libre de nacionalizaciones en el baloncesto, que empujaría a los estadounidenses a un mercenariado similar al que, por ejemplo, los brasileños disfrutan en el fútbol sala.

Con la llegada de los Juegos de Londres, la FEB no pudo aplazar más la decisión de obligarse a optar por uno u otro

Con la llegada de los Juegos Olímpicos de Londres, la FEB no pudo aplazar más la decisión, peliaguda, de obligarse a optar por uno u otro. Por edad, ya no era posible reubicar a Nikola Mirotic en ningún campeonato vivero con las selecciones inferiores, y Serge Ibaka, asentado como uno de los mejores jugadores defensivos de la NBA, parecía suponer demasiada competencia para él. El de Podgorica, en un principio, ayudó a diluir el dilema. “Descarto ir a los Juegos, porque Ibaka ya estuvo en el Europeo, lo hizo muy bien y el equipo ya se acostumbró a su juego; y porque se merece ir antes que yo”, afirmó Mirotic en abril de 2012, en una entrevista con la revista Gigantes del Basket.

Sin embargo, tras la cita londinense, dos situaciones ayudaron a enturbiar el debate: el jugador de los Thunder cada vez parecía menos a gusto con su rol de obrero y, por otra parte, la Federación Montenegrina envenenaba el ambiente sugiriendo que Nikola Mirotic había sido “secuestrado” por España y que éste andaba disconforme con su no participación olímpica. La onda expansiva de la polémica ya era difícilmente disfrazable.

El verano de 2013 parecía ideal para que Mirotic, por fin, pudiese tomar la alternativa con los mayores. Después de los problemas físicos que le habían afectado en los playoffs de la NBA, y presionado por unos Oklahoma City Thunder que le habían otorgado un suculento contrato, Serge Ibaka renunciaba a disputar el Eurobasket de Eslovenia.

Con todo aparentemente listo para un relevo que se antojaba pura inercia, la situación se complicó: el entonces seleccionador, Juan Antonio Orenga, había dejado entrever públicamente que el jugador del Real Madrid era su segundo plato y la selección de Montenegro no renunciaba a un último intento, a la desesperada, para juntar a Mirotic con Pekovic y Vucevic. El balcánico, disgustado, apartaba su nombre del certamen esloveno aplicando la diplomacia: no quería cerrarse puertas de cara a una futura llamada del país que había elegido representar.

El penúltimo capítulo se escribió en 2014, en una Copa del Mundo que la Federación Española había preparado con mimo. Ibaka fue elegido como pívot de rotación en un plantel que contaba con la flor y nata del talento nacional en la pintura, disipando las remotas opciones que había de que Nikola Mirotic, ya unido contractualmente a los Chicago Bulls, disputara un torneo que le ilusionaba. El fracaso español, unido a los enfados nada disimulados de un Ibaka que exigía en España un peso equiparable al que tenía en su franquicia NBA, reavivó el Día de la Marmota.

La convocatoria de Mirotic para este Eurobasket empezó a fraguar con un oportuno anuncio del jugador en las redes sociales

Ha terminado siendo Sergio Scariolo el hombre que ha levantado el pulgar ante Mirotic. Orenga se esfumó tras el quinto puesto del pasado verano y la Federación optó por un hombre que ya conoce la casa y a los caseros de cara a un compromiso peliagudo: necesitan ser finalistas en Francia si quieren obtener el billete directo a los Juegos de Brasil, presumible último baile de la generación dorada del 80.

La convocatoria de Mirotic para este Eurobasket empezó a fraguar con un oportuno comunicado del jugador de los Bulls, que anunciaba en las redes sociales que su siguiente paso, tras una temporada NBA en la que llegó a postularse como candidato a Rookie del Año, era la selección española. Motivos mediáticos y económicos (su proyección hacia prensa y marcas es radicalmente distinta como español que como montenegrino) secundaban firmemente a los deportivos. La rodilla de Ibaka, necesitada de cirugía en marzo, le allanó el terreno al seleccionador nacional, que ya trazaba su hoja de ruta con la figura del 'cuatro' abierto.

La resolución de Scariolo era firme y ni siquiera un inteligente brindis al sol del thunder, poniéndose a disposición del italiano a ultimísima hora, cuando su entorno sabía que la decisión final estaba más que tomada, modificó el panorama. “Nikola merece tener su oportunidad después de defender con éxito a la Selección en categorías inferiores”, afirmaba el técnico de Brescia al desvelar la preselección de diecisiete para la cita de septiembre. “Ibaka no estará feliz, pero es lo que hay”, apostillaría después.

Una decisión valiente, toda vez que Marc Gasol ha terminado renunciando al Europeo por recomendación de unos Memphis Grizzlies que le acaban de firmar una renovación de 113 millones de dólares. Sin semejante bastión en las cercanías del aro, la baja de Serge Ibaka se antoja aún más sensible. Pau y Mirotic, pareja durante muchos minutos en los Bulls, deberán desplegar ahora toda la química que hayan podido madurar esta temporada en el United Center.

Ellos, contrariamente a lo que pudiera parecer, comparten una relación cordial

De cara al hipotético futuro, es más que probable que la FEB se vea en un nuevo aprieto a la hora de confeccionar la lista de los Juegos de Río. Es falso que Mirotic haya firmado cualquier tipo de contrato que obligue a Scariolo a contar con él también en Brasil si España consigue la clasificación este verano, por lo que la polémica se reseteará en 2016 y se reeditarán los malabarismos para tratar de no cabrear irreversiblemente a ninguno de los dos actores de esta historia.

Ellos, contrariamente a lo que pudiera parecer, comparten una relación cordial: durante la final de la Liga Endesa, se les pudo ver juntos en la grada del Barclaycard Center, gozando del buen hacer sobre el parquet de su ex equipo. El morbo que algunos persiguen, por tanto, queda limitado a lo deportivo.

¿Qué ocurrirá el próximo verano? ¿Cuál será el siguiente capítulo de tan retorcida trama? Para despejar la incógnita, España debe apagar antes un fuego que nació con aquella derrota ante Francia en el Palacio de los Deportes de Goya. Si hay que volver a elegir entre Ibaka y Mirotic en unos meses, significará que España se ha colado entre los doce que viajen a Brasil. Bendito problema, entonces.

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