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Verstappen, el nuevo y "jodido" niñato de papá de la Fórmula 1

Carlos Sainz y Max Verstappen, en el garaje de Toro Rosso en Australia.

Carlos Sainz padre esperaba a su hijo en la terraza del equipo Toro Rosso en el circuito de Albert Park cuando vio a Fernando Alonso, que venía andando por el paddock tras atender a los periodistas despues de su espeluznante accidente en carrera.

El bicampeón mundial de rallis se levantó, abrazó al bicampeón mundial de Fórmula 1 y, tras interesarse por su estado, se desahogó. Le contó lo que había tenido que aguantar durante la transmisión del GP de Australia al ver como su hijo, Carlos Sainz, era acosado por Max Verstappen, su propio compañero de escudería, tanto en la pista como por la radio.

Sainz padre imitó los mensajes por radio del piloto holandés cuando rodaba tras Sainz hijo y no podía pasarle. "Los coches de delante se están marchando y a mí no me dejáis adelantar a Carlos. ¡Esto es una jodida broma!", gritaba desesperado.

"No me preocupan las órdenes de equipo de Toro Rosso, normalmente estaré kilómetros por delante de Sainz"

Antes de la bandera roja provocada por el choque entre Alonso y Esteban Gutiérrez, Verstappen iba quinto, justo por delante de Carlos. Una mala parada por parte de los mecánicos y la estrategia de la escudería italiana puesta en práctica durante el parón provocaron que cuando la carrera se reanudó el holandés se encontró circulando por detrás del español. Y, claro, maldita la gracia que le hizo.

Sainz intentaba adelantar al Renault de Palmer, lo que ralentizaba su marcha, y Max comenzó a ponerse nervioso. Se quejaba por radio diciendo que era más rápido que su compañero para que obligasen a este a dejarle pasar, pero como desde el muro no le hicieron caso decidió jugársela. Tanto, que en una curva embistió por detrás al madrileño.

El golpe pudo haber arruinado la carrera de uno o de los dos Toro Rosso. Hubo suerte, el holandés hizo un trompo sin consecuencias y finalmente cruzó la meta en décima posición, a rebufo del español, noveno.

Luego, cuando la prensa le comentó lo sucedido, Carlos Sainz se hizo el sueco: "¿Se ha quejado mucho? Bueno, qué se le va a hacer?" Un sueco con retranca.

"Fue una carrera loca, muy loca en la que todo podía haber sabido perfecto o mal, al final una mezcla y nos tenemos que conformar con un noveno que con el ritmo que teníamos no es suficiente, pero son puntos. Toca aprender y seguir hacia delante", añadió. "Cuando vas con gente con más punta de velocidad y DRS pues no se puede, y eso que no he parado de adelantar en toda la carrera".

El joven (21 años) madrileño hace bien al no darle importancia a la primera pataleta del curso de su aún más joven (18) compañero. Sin embargo, es consciente de que la trifulca no ha hecho más que empezar.

Porque Verstappen es un piloto bueno, muy bueno, pero su ambición, su entorno y no pocos medios de comunicación le han endiosado sin que haya empatado todavía con nadie en la Fómula 1. Tanto, que algunos han osado compararle ya con todo un mito como Ayrton Senna. Así de crecido se muestra en la pista, donde parece que hay que ponerle la alfombra roja para dejarle pasar.

De hecho, apenas 24 horas después de la carrera de Melbourne, Max dejó otra perla: "No me preocupan las órdenes de equipo de Toro Rosso, normalmente estaré kilómetros por delante de Sainz". Todo modestia.

Por lo visto tanto el año pasado como este domingo en Australia, Verstappen está a punto de convertirse en el nuevo enemigo número uno de la afición española. Como además se mueve por los circuitos de la mano de su inseparable y mediático padre -Jos Verstappen-, Max tiene todas las papeletas para ser lo que en 2007 fue Lewis Hamilton con Fernando Alonso: un insoportable niñato de papá en la Fórmula 1.

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