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Los JJOO impondrán la receta alemana: más baratos, más sanos y más verdes

Ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos.

Ha pasado poco más de un año desde que el Comité Olímpico Internacional eligiese a Thomas Bach como su presidente y es ahora cuando la mano del alemán empieza a notarse en el olimpismo. La nueva visión ha quedado reflejada en la Agenda 2020, que se discutirá los días 8 y 9 de diciembre en Mónaco y que ha tenido la contribución de los españoles Alejandro Blanco, Marisol Casado, Juan Antonio Samaranch, José Perurena y Manolo Romero en diferentes comisiones preparatorias.

Si algo queda claro en los 40 puntos rectores de los que se compone el documento del COI es un intento de mantener una economía próspera y sostenible para los Juegos Olímpicos, un objetivo que en los últimos tiempos parecía haber quedado en un segundo plano. Muchas de las propuestas se encaminan en esa línea. La primera de las cuestiones que quiere implantar el COI se refiere a la elección de ciudades para los Juegos, uno de los procesos más complejos y polémicos a los que se enfrenta el organismo. Parece ser que, en un futuro, se buscará que las sedes sean más sostenibles, que se tenga en cuenta las leyes laborales y medioambientales de los países que aspiren a ser sedes y que se promueva el legado olímpico por encima de todo.

Hay dos factores que el documento no recoge pero que pueden explicar el cambio. Por un lado el COI se encuentra que para la próxima elección de Juegos Olímpicos de Invierno, los de 2022, se han ido cayendo poco a poco las ciudades candidatas, incapaces de colmar las expectativas. La última en salir de la lista fue Oslo, que dejó a Almaty y Pekín como únicas opciones para albergar la cita. Y ese es el segundo problema, el COI, después de Sochi 2014 y Pekín 2008, busca ciudades que representen a regimenes un poco menos indigestos para la comunidad internacional. Reducir el peso de la oligarquía y primar otros conceptos. 

Visto en retrospectiva, no es improbable que las nuevas directrices, si es que son implementadas finalmente, hubiesen beneficiado a Madrid en su elección contra Río de Janeiro, incluso contra Tokio, pues entre otras cosas valorará la cantidad de instalaciones ya construidas, es decir, las candidaturas reales sobre las virtuales. En este punto, aunque excepcionalmente, se abre la puerta por parte del COI de que varias ciudades, incluso varios países, puedan compartir unos Juegos premiando así que sean aceptables económicamente, aunque la Villa deberá estar siempre centrada en un sitio. El COI, para reducir la inversión de las candidatas, costeará una parte de los gastos que supone la carrera hasta los Juegos. Hasta el momento todo el presupuesto corría a cargo de las ciudades aspirantes.

En la misma línea de contención, el COI entiende que hay que reducir el número de atletas o, cuanto menos, mantener a raya el número de acreditados. La idea es que el máximo en unos Juegos estivales sea de 10.500 atletas, 5.000 técnicos y 310 pruebas. El COI buscará una mayor igualdad entre el número de hombres y mujeres e, incluso, recomienda la concepción de deportes mixtos, que ahora mismo son una rareza en el programa. Además, los deportes que quieran entrar en el programa ya no tendrán la obligación de esperar un mínimo de ocho años, pues quedará a discreción del COI los tiempos para incluir un deporte en su competición.

La mirada en la economía, presente en buena parte de las nuevas guías del COI, se ve también en uno de los proyectos más ambiciosos del COI: la creación de un canal Olímpico de televisión. El intento del organismo es tener una presencia televisiva mundial, que servirá como método de financiación y plataforma publicitaria, una de las históricas obsesiones del COI, el trato preferente a los esponsor.

El deporte limpio

Entre las guías del deporte que quiere implantar el COI hay una especialmente importante, que ha sido desarrollada por un grupo en el que se incluye al presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco. Es la búsqueda de una mayor protección para el deportista limpio, en contraposición a las leyes actuales que solo se detienen en el deportista sucio. El objetivo del COI no es, ni mucho menos, dejar de combatir el dopaje, sino incentivar el protagonismo de los atletas limpios y recordar que los tramposos son, fundamentalmente, un ataque a los limpios. La nueva doctrina será un esfuerzo importante, aunque sea de relaciones públicas, para intentar que el deporte no sea devorado por la lacra del dopaje. En sus disposiciones el COI promete 20 millones de dólares para esta causa y anuncian que honrarán con ceremonias a los atletas que ganan medallas tras ser otros descalificados por dopaje si la propuesta se afianza en el congreso de diciembre. 

La limpieza del deporte no se queda en el dopaje, entre los nuevos parámetros del COI también destacan varios puntos dedicados a la transparencia y el comité ético, que pasará a ser elegido en las Sesiones del COI. El código ético se reforzará en la próxima reunión para resultar más efectivo.

Las recomendaciones principales quedan aderezadas con otras más generales, que se suponía que ya debían de estar realizándose como la búsqueda de más cercanía con las ligas profesionales o los organizadores de eventos deportivos. La idea del COI es fortalecer la cultura deportiva, algo que se desarrolla en varios puntos y que recomienda desde tener más contacto con la UNESCO hasta crear un galardón olímpico, que se concederá en cada edición, dedicado a aquellos cuya contribución al olimpismo haya sido notable.

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