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Ferrari y Vettel sí han hecho los deberes, y el alemán exhibe su dedo ganador en Australia.

Vettel, durante el GP de Australia

Dedo índice al cielo, sonrisa y color rojo Ferrari tiñendo de nuevo la gloria de la Fórmula 1. El Mundial no ha hecho más que empezar, pero es evidente que la Scuderia está otra vez donde quería: en la lucha por el título.

Vettel se hizo con el triunfo gracias a una acertada estrategia del equipo -realizó la única parada de la carrera después de Hamilton y colocó neumáticos superblandos- y a su conocido pilotaje-martillo cuando se ve en cabeza y con aire limpio por delante. El germano logró su victoria número 43, un año y medio después de su último triunfo y el de Ferrari, que databa de septiembre de 2015 en el Gran Premio de Singapur.

El triunfo de Vettel y el puñetazo de Toto Wolf, director de Mercedes, dibujan una temporada donde asoma por fin la emoción. Los coches de la estrella siguen siendo superiores, pero ahora ya saben que en Ferrari están al acecho, tienen potencial y están dispuestos a pelear.

Sainz puntúa y Alonso se retira

Por detrás, los dos pilotos españoles firmaron sendas excelentes actuaciones. Porque ambos exprimieron al máximo las opciones de sus discretos bólidos.

Carlos Sainz sumó los primeros puntos merced a la octava posición -su mejor resultado en Australia- y Fernando Alonso tuvo que abandonar a tres vueltas del final cuando también circulaba en posición de puntos (décimo). Esta vez no falló el motor Honda, sino la mecánica de McLaren: se rompió la suspensión.

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