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Ni San Paolo es un infierno ni el Nápoles es el de la época de Maradona

Imagen de la grada de San Paolo en un partido de Liga.

San Paolo es uno de los estadios más calientes de Italia. Un templo donde los napolitanos liberan toda su adrenalina 'tifando' por un equipo que nunca volvió a ser lo que era con Maradona en el campo. Pese a ello hoy en día el Napoli compite por el scudetto desplegando sobre el césped un estilo de juego muy napolitano: descarado, apasionado y excesivo. Un equipo poco convencional, como su técnico, como su presidente, como su hinchada...

Maurizio Sarri, su entrenador, era el único niño que vestía la camiseta del Nápoles entre sus amigos de Figline Valdarno, en La Toscana. Hijo de un ciclista que colgó la bicicleta a los 25 años cansado de pasar penurias en la carretera y fuera de ella, Sarri alternaba su trabajo en un banco con el banquillo de clubes modestos. Hasta que en 2003 decidió dejar atrás la corbata y dedicarse en cuerpo y alma al fútbol. Hoy se ha convertido en un peculiar técnico cuya audacia roza la inconsciencia, pero al que la grada del San Paolo reconoce como uno de los suyos.

Sarri enviará a su equipo a la guerra. En realidad, lo que hace cada domingo porque su Nápoles no tiene término medio

Si Sarri es singular, no lo es menos su presidente, el productor cinematográfico Aurelio De Laurentiis. En la ida cuestionó el planteamiento de su entrenador en el Bernabéu y la hombría de alguno de sus jugadores. El técnico prefirió no entrar al trapo. Para este partido parecen haber resuelto sus desavenencias: "Hablé con el presidente una hora. 29 minutos de fútbol y media hora de cine", advirtió socarrón Sarri.

El entrenador napolitano ha dejado clara su idea, por si alguien tenía dudas: "Intentaremos tocarle los cojones al Real Madrid". Tanto él como Zidane saben que un gol del Real Madrid sentenciaría la eliminatoria tras el 3-1 de la ida. Pero si el que marca primero es el Nápoles, se le indigestará el partido a los blancos. De ahí que la ciudad haya amanecido empapelada con carteles en los que se puede leer: ¡2-0! 

Sarri ha advertido que enviará a su equipo a la guerra. En realidad, lo que hace cada domingo. Un equipo vertical comandado por otro napolitano, Lorenzo Insigne, que siempre soñó con ser el Totti de San Paolo, junto a Callejón, Hamsik y Mertens. Merodeadores de área con más fútbol de barrio que de césped. El problema es que el Nápoles propone partidos de ida y vuelta jugando la pelota desde atrás. Y eso conlleva mucho riesgo. En la ida, los de Sarri perdieron 92 balones, 30 de ellos en su propio campo. Lo que invita a pensar que el Real Madrid apretará arriba.

Zidane pondrá en liza a su equipo de gala, con la BBC en punta. Bale anda recuperando el ritmo, Cristiano exhibe más liderato que fútbol en los últimos tiempos y Benzema llega rejuvenecido de Ipurúa. Nada hace pensar que el Real Madrid no salvará el escollo de Nápoles porque el equipo de Zizou no se ha quedado sin marcar en uno solo de los partidos de esta temporada que ya cumple siete meses. 

Aunque a el himno es el 'O surdato nnammurato' (El soldado enamorado), una vieja canción que cuenta la historia de un soldado alejado de su amada durante la Primera Guerra Mundial, los tiffossi entonarán de forma descarnada el Napule è de Pino Daniele, suerte de himno popular napolitano. Volverán a leer lo del infierno de San Paolo, pero no se engañen porque un estadio con pista de atletismo es más soso que la bandera de Libia. Ni San Paolo es un infierno ni este Nápoles es del Maradona. Solo el Real Madrid puede desperdiciar una eliminatoria que tiene encauzada. Todo lo demás es ruido y humo. 

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