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Nico Rosberg, en el nombre del padre

Keke Rosberg, campeón del mundo en 1982, pasea con su hijo Nico por el circuito de Mónaco.

Probablemente Keke Rosberg no lo sepa, pero el reconocimiento, e incluso mitificación, tan generalizado que su figura tiene en España se debe en gran parte al grupo vigués Siniestro Total, que en su disco Menos mal que nos queda Portugal, lanzado en 1984, le dedicó una canción a un bigotudo piloto de Fórmula 1 que había ganado un pírrico Mundial dos años antes, pese a solo contar con una victoria en su palmarés. En una época en la que Lauda, Prost o Piquet ya eran figuras y jovencitos como Senna o Mansell comenzaban a despuntar, fue ese "rayo finlandés" quien sería así lanzado a la fama en una España alejada de la Fórmula 1. Ahora, 32 años después, y con una cultura de las carrera mucho mayor en el país, su hijo, un hispanoparlante con nombre español, puede terminar de escribir, con letras de oros, el nombre de Keke Rosberg en la historia de la Fórmula 1.

Si Nico Rosberg consigue el domingo el Mundial en Abu Dabi su familia igualará una hazaña hasta el momento únicamente alcanzada por los Hill. Graham, piloto de los 60, fue un gentleman conocido como 'Míster Mónaco' que ganó un par de Mundiales, en 1962 y 1968, y además se quedó muy cerca de lograrlo otras tres veces más. Su hijo Damon tuvo una trayectoria parecida, y después de dos duras derrotas contra Michael Schumacher por fin consiguió su único título en 1996. Eso sí, para entonces Graham Hill ya había fallecido, por lo que nunca pudo ver a su hijo como campeón.

Pese a lo común que parece, en la Fórmula 1 solo existen doce casos de padre e hijo que hayan participado en alguna carrera. Los pioneros fueron los hijos del mítico Jack Brabham, David y Gary, con catastrófico resultado, sobre todo en el caso del segundo, a quien se considera uno de los peores pilotos de la historia. Desde entonces, vástagos como Michael Andretti o Nelsinho Piquet siguieron deshonrando el buen nombre de sus coronados progenitores.

Sin embargo, aunque contados, también hay casos opuestos. El más cercano, el de Max Verstappen, que en apenas dos temporadas ya ostenta un palmarés mucho más grueso que el que consiguió su padre Jos en su mastodóntica carrera. También el actual piloto de Renault, Kevin Magnussen, supera claramente las habilidades de su padre. Incluso encontramos casos en los que ninguno de los dos ha destacado especialmente, como los de los Palmer, los Winkelhock, los Nakajima o los Fittipaldi (Christian, piloto de los 90, no era hijo del mítico Emerson sino de su hermano Wilson).

Pero lo realmente especial es encontrarse con familias en las que ambos tuviesen el verdadero talento para ser campeón. De hecho, más allá de los Rosberg y los Hill, solo hubo un caso antes, el de los Villeneuve. La llegada de Jacques fue una auténtica revolución para la categoría. Hizo la pole en su primera carrera y en solo dos años consiguió el Mundial, antes de tirar su carrera por el retrete en coches de segunda. Por desgracia su padre, el mítico Gilles Villeneuve, nunca pudo conseguir el Mundial ya que murió en un terrible accidente en Bélgica, en 1982. Ese año él era el favorito para el título, pero su prematuro fallecimiento puso inesperadamente el Mundial en bandeja para un bigotudo bonachón al que un día Siniestro Total le dedicó una canción. Este fin de semana, su hijo tratará de poner a los Rosberg donde no pudieron llegar los Villeneuve.

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