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Las derrotas no afectan a la imagen comercial de un Nadal que sigue teniendo mucho tirón

Nadal, en una versión china del anuncio de productos españoles.

El rendimiento es solo un factor más en la imagen del deportista. Es importante, por descontado, pero junto a él hay otras muchas cuestiones que terminan haciendo de un jugador un icono.

El caso de Rafa Nadal es llamativo. Es el mejor tenista que ha dado España, probablemente el mejor deportista nacido en el país, está en el ramillete de los mejores de siempre en su deporte. Quizá el segundo, igual el tercero. Es evidente que solo con esos resultados tiene suficiente en su carta de presentación para llamar la atención de cualquier marca.

Lo saben en el Ministerio de Agricultura, que ha llegado a un acuerdo con la estrella por 1,4 millones de euros en dos años para que sea la imagen en el mundo de los productos españoles. Es, no cabe duda, mucho dinero, pero también hubiese sido difícil encontrar una figura tan potente en todos los mercados como él.

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Los resultados, es evidente, no han sido lo que ha llevado al gobierno español a fichar a Nadal. Lleva unos cuantos meses mal, hay cierta incertidumbre por lo que pasará en el futuro. Sí, es cierto, puede ser solo un bache, puede que la cabeza vuelva a funcionar y retorne a la senda del jugador arrollador.

Pero la duda existe y es razonable, ya no es un niño, pronto cumplirá los 29 años, y ya son unas cuantas temporadas en las que ha tenido que parar por lesiones, operaciones o falta de físico. Francisc Roig, que lleva años formando parte de su equipo de entrenadores, tiene claro que volverá. No deja de ser una voz interesada, que si no piensa eso realmente sí al menos está obligado a decirlo.

La imagen, en cualquier caso, no es solo una cuestión de resultados. En Nadal ya no importa tanto que vuelva a ser número 1 o que gane un Grand Slam más (esto es bastante más posible, pues su dominio del tenis sobre tierra solo le exige dos semanas de brillantez para lograrlo, no regularidad). De todos modos su imagen siempre quedará asociada al éxito, a una manera determinada de hacer las cosas, a cierto glamour salvaje. Si David Beckham ha conseguido mantener sus ingresos publicitarios una vez retirado, es bastante probable que Nadal o Federer sigan la misma línea. Sus lustrosas carreras con la raqueta les han comprado un cheque en blanco para seguir viviendo de su imagen hasta el fin de sus días.

Nadal supone un antes y un después en el deporte español. Es la cara más conocida de la generación de oro, el hombre que más lejos ha llegado en un deporte individual y muy conocido en todo el mundo. No es lo mismo, en términos de rentabilidad económica, ser el mejor tenista que ser el mejor piragüista.

Como cualquier deportista de su altura, la victoria ha llevado asociadas una serie de percepciones generales. No siempre son ciertas, no todos los valores que se dan a la victoria están realmente ahí, pero el caso es que apoyan y refuerzan la idea que se tiene de un jugador. Su marca. Es decir, Nadal pasará como un chico sano, humilde y concienzudo. Como un joven ejemplar, educado y modélico. No habrá bronca con árbitro suficiente para que la gente cambie su idea de ese chico que entrena más que los demás y que, según dicta la teoría dominante, ha llegado a ese lugar con más esfuerzo que otros rivales más talentosos. Podría debatirse, pero en cualquier caso da lo mismo, lo que importa en estos casos es la imagen, no la realidad. Y por esa imagen de esfuerzo, dedicación y éxito, ese conjunto de valores que tradicionalmente se asocian con él, hay un ministerio capaz de gastarse un dineral en unas fotos con un vino, un queso o un jamón. Así funciona el mundo hoy.

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