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Partido homenaje de Osasuna a Messi... Mascherano, André Gomes, Alcácer y demás

Aficionados del Barça muestran camisetas de Messi durante el partido ante Osasuna.

El que diseñó la camiseta naranja del equipo navarro se lució. No por la prenda, muy bonita, sino por el lema que se le ocurrió escribir a alguien: "Osasuna nunca se rinde". Nunca una mentira acabó siendo tan grande. Y dolorosa para los aficionados rojillos.

El club pamplonés había enviado claros mensajes de derrota previa antes de salir al Camp Nou, y mejor le hubiera ido si no se presentan a jugar. Lo peor no fue encajar una goleada, sino tener que agradecer encima al Barça su misericordia. Porque marcó siete, pero al trote, con una facilidad sonrojante.

El equipo de Luis Enrique sólo quería dos cosas. La primordial, sumar tres puntos que le mantienen vivo en el pulso de la Liga con el Real Madrid. La segunda, rendir merecido homenaje a su ídolo, su dios: Leo Messi.

En poco más de diez minutos ya habían cumplido ambos cometidos: el Camp Nou ovacionó con entusiasmo al argentino, y este abrió el marcador. Todo en orden.

Pero es que, vista la imperdonable pasividad de los jugadores osasunistas, decidieron sumarse a la fiesta quienes más lo necesitaban en el vestuario culé.

Primero apareció el criticado André Gomes, que marcó dos goles; también lo hizo Alcácer, delantero desahuciado, que también anotó un doblete, el primero desde que está en Barcelona; y por último acudió Mascherano.

El Jefecito, capo del vestuario, cargaba con la cruz de no haber sido capaz de marcar un solo gol vestido de azulgrana. Sin problema. ¿Para que estaba ahí el desnortado Osasuna? Para hacer realidad todos los sueños.

Así que Fran Mérida hizo un penalti... y se montó la gozadera. Iba a tirarlo Rakitic, pero el siempre espabilado Piqué dio la voz de alarma. "Eh, que lo tire Masche, a ver si se estrena de una vez", vino a decir Gerard.

En el banquillo, los reservas de lujo -Iniesta, Luis Suárez y compañía- y el mismísimo Luis Enrique se partían de risa. Mascherano, no. El rocoso central se puso serio, encaró la pelota y pateó de fuerte derechazo por el centro. Gol y felicidad completa.

Poco antes de esta guinda goleadora, Messi había cerrado la tarde-noche. ¿Cómo vería el argentino el partido para que él, que siempre lo quiere jugar todo, se dejase sustituir con media hora por delante.

Por supuesto, todo el Camp Nou despidió en pie a su mesías. Algunos futbolistas de Osasuna se contuvieron para no unirse al aplauso. Quizás porque bastante homenajes habían regalado ya.

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