Quantcast

Deportes

El salto de Eusebio Cáceres se queda a un centímetro del bronce y a tres de la plata

A Eusebio Cáceres se le marchó la medalla por un centímetro, por un detalle. Apurar un poco más la batida, agrupar algo mejor en el vuelo, aterrizar con más sutileza. Fue una nimiedad, el mínimo posible, la derrota más acerba. Es posible el llanto por tanta injusticia, aunque la realidad del metro marque que lo que pasó es lo justo. También es una piedra en el zapato de la delegación española que tomaba a Cáceres como su mejor opción.

El saltador alicantino demostró este viernes los motivos para tanta fe. Sus 8.26 son una muy buena marca, a un centímetro del bronce, a tres de la plata, pero mejor aún fueron las sensaciones. Cáceres salta mucho, salta bien y tiene la cabeza en su sitio. Nunca se puso nervioso, sus últimos brincos fueron insuficientes, sí, pero también notables, lo que demuestra que no le puede la competición. Y tiene 22 años, prueba de que tiene mucho más futuro que presente.

Mucho más lejos estuvo el oro, que se quedó en casa por un excelente salto de Alexandr Menkov. 8.56, a lo que sumó un 8.52 y otro 8.43, muy por encima de todos sus rivales. El ruso demostró que su vitola de favorito estaba muy bien traída.  Cáceres, además de la edad, aún tiene que evolucionar mucho para llegar a esas marcas que dan campeonatos con suficiencia.

Sonrisas y lágrimas en el 200

Esperaba Moscú una tremenda final en el 200 femenino. La sonrisa de Fraser-Pryce contra la elegancia de Alyson Felix. La campeona del cien contra la mujer que lleva ocho oros mundiales en su carrera. No existió. Felix se rompió casi al salir de los tacos, quedó paralizada cuando aún no había salido de la curva y se la tuvieron que llevar en brazos mientras ella enseñaba una lógica y lastimosa cara de circunstancias. El atletismo tiene estas cosas, el guión puede hacerse trizas por una microfibra La lesión fue aprovechada por Fraser-Pryce, que quizá también hubiese ganado con Felix a tope, pues a llegado pletórica a Moscú. 

Es una de las paradojas del deporte, una lesión de la mayor rival asegura la victoria, pero de alguna manera también la rebaja un poco de gloria. La jamaicana, pletórica, como siempre. Corrió como los niños saliendo del colegio, a toda velocidad, con la meta fijada entre ceja y ceja, con su sempiterna sonrisa, sus piernas voladoras y su 1.52.

Al finalizar la prueba, más sonrisas, un pequeño baile, una vuelta a la pista enfundada en una bandera bastante más grande que ella. Carantoñas a sus compañeras de podium, dos africanas. Como si no hubiese pasado nada, ganó con suficiencia, pero la sonrisa no cambió por ello, es de esas personas que se toma el mundo como un juego. Brillante.

Bruno Hortelano, el rápido de España

El atletismo español mira con recelo las pruebas de velocidad. No hay ninguna posibilidad, los atletas van porque hay que ir, para estar en la gran competición y darles una recompensa a sus esfuerzos. Bruno Hortelano, sin embargo, cambió un poco la percepción. No estará en la final del 200, eso es demasiado, pero sí compareció en las semifinales tras batir el récord de España en las series de la mañana y clasificarse por puestos, segundo en su serie. Con los 20.47 que acreditó puede decir a sus nietos que venció a Bolt en el madrugón. Será una historia un poco forzada, como aquel tapón de Romay a Jordan, pero no dejará de ser cierto, el relámpago anduvo hasta el 20.66 poco después de la carrera de Hortelano.

Hortelano estudia Ingeniería biológica en Cornell, una de las más exclusivas universidades de los Estados Unidos, y tiene una curiosa historia personal. Es hijo de unos investigadores que han pasado por todo el mundo, él mismo nació en Australia. Quizá su gen competitivo haya salido en tanto viaje, por aquello de estar lejos del conformista atletismo español.

Más Farah

Farah es hoy en día el dominador claro del fondo mundial. Aquel atleta al que Gebrselassie decía que no podría ganar se ha destapado como un histórico. Doblete en 5.000 y 10.000 en Londres, también conseguido en Moscú. A él le basta con mantener al grupo más o menos agrupado hasta los últimos 300 metros, su último hachazo es demoledor, a una altura que nadie puede discutir hoy en día. Ni keniatas ni etíopes, el rey es un somalí emigrado al Reino Unido con 12 años.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.