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El Barcelona, del tiqui-taca a la depresión

Messi es felicitado por Neymar tras su gol.

Después de ser noqueados en París, el calendario deparaba un partido amable a los de Luis Enrique. Un equipo que pelea por la permanencia con una defensa más numerosa que contundente y una delantera más voluntariosa que efectiva. Un trámite para recuperar la autoestima perdida en el Parque de los Príncipes.

El partido se convirtió en una sesión de baño y masaje a los tres minutos. Triangulación de la MSN con los papeles cambiados. Neymar se disfrazó de Messi filtrando un pase a la espalda de la defensa, Suárez asumió el rol de Neymar convertido en extremo para servir una asistencia deliciosa con el exterior por delante de la defensa que Messi, en los terrenos de Suárez, empujó a la red de la portería de Iago Herrerín.

El gol no cambió la decoración de un partido en el que la medular azulgrana, formada con Rakitic, André Gomes y Rafinha, retrataba el carácter contextual del partido. Con el Leganés aculado en tablas, la incógnita pasaba por ver si aguantarían el chaparrón culé (que no llegó ni a llovizna) o si los visitantes sorprenderían a la afrancesada zaga culé, con Mathieu, Umtiti y Digne. Y lo cierto es que al descanso acumulaba mejores oportunidades de empatar el Leganés que el Barcelona de sentenciar.

Con un fútbol depresivo y un ritmo funcionarial, el Barça no invita precisamente al optimismo ni a la épica necesaria para revertir la eliminatoria ante el PSG. La segunda parte acrecentó esa sensación de pasotismo culé. Ter Stegen es lo más épico de este Barcelona que sujeta los partidos con alfileres gracias a las paradas del alemán. Ante el Leganés tuvo no menos de tres intervenciones fundamentales para evitar el empate.

Empate merecido

Pero la igualada llegó en el minuto 70. Sergi Roberto, un parche instaurado como solución en lateral, intentó salir regateando de atrás y el Leganés robó la pelota. Machís ganó la línea de fondo y, con tres compañeros en el área, la puso atrás para que Unai López batiese a Ter Stegen. Merecido empate que activó a Luis Enrique en la banda.

Las prisas empujaron a Iniesta al césped en el minuto 80. Diez minutos en el que el mago de Fuentealbilla frotó la lámpara con fricción y urgencias. Los madrileños dispusieron de ocasiones de convertir el tropezón en tragedia. Un penalti en el minuto 88 tan inoportuno como evitable del experimentado Mantovani a Neymar permitió desequilibrar el choque a los culés. Gol desde los once metros de un Messi taciturno que ni celebra los tantos.El Barcelona ha pasado del hedonismo del tiqui-taca a la depresión. Y ver a Messi deambular por el campo es quizás el peor de los síntomas...

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