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¿Puede y debe España organizar unos Juegos Olímpicos mientras su deporte de élite agoniza?

Salpicada de éxitos, muchos y muy importantes, la actualidad diaria del deporte español es un drama. Un menudeo de crisis que acaban con clubes históricos y ponen en serio peligro la supervivencia de algunos deportes, al menos en sus vertienes profesional o de élite.

Los últimos casos, los de los desaparecidos Atlético de Madrid de balonmano y Caja Segovia de fútbol sala, o la desesperada llamada de auxilio del Euskaltel ciclista son sólo la punta del iceberg de la agonía que sufren esos tres deportes en sus categorías de élite. Y no son los únicos.

Antes, reputados clubes de baloncesto, voleibol, rugby o tenis de mesa (masculinos y/o femeninos) ya tuvieron que renunciar a jugar en Europa, descendieron o, en la mayoría de los casos, echaron el cierre. Finiquitaron de la peor manera posible lustros de gloria en sus respectivos municipios o ciudades.

¿Y qué decir del fútbol? Este martes, sin ir más lejos, la Federación Española se vio obligada a aplazar, sin fecha definitiva, la composición de los grupos de Segunda B para la temporada 2013/14, al no haber estudiado aún la documentación exigida a algunos clubes para garantizar si pueden participar o no en la categoría de bronce. Son los casos del Salamanca Athletic, que vendría a ocupar la plaza de la histórica Unión Deportiva Salamanca, así como el Guijuelo, el Xerez o la Cultural Leonesa, que tendrán que justificar su solvencia para participar en Segunda B el próximo curso.

Luego están los deportistas individuales que malviven como pueden. Por ejemplo, Carlos Pérez Rial 'Perucho', piragüista y campeón olímpico en Pekín 2008 que si quiere acudir al inminente Mundial de Duisburgo (Alemania) deberá costearse el viaje y la estancia por su cuenta.

Quien mejor describe el sentimiento que provoca esta circunstancias es el propio palista gallego: "Es vergonzoso pagar por defender a España en un Mundial en una distancia olímpica como es el k2 1000 metros".

Ante este panorama sorprende, cuando menos, el empeño de los diferentes estamentos deportivos españoles en insistir, pese a los continuos fracasos, en pedir la organización de unos Juegos Olímpicos en Madrid.

Casi nadie se atreve a oponerse públicamente a la corriente favorable a Madrid 2020 que emana de organismos tan poderosos como Consejo Superior de Deportes, Federaciones y Comité Olímpico Español (COE), pero los últimos mazazos en forma de desapariciones de clubes -y los que se anuncian- comienzan a sembrar la duda.

Aunque buena parte de las infraestructuras olímpicas estén construidas, aunque la cifra oficial que quedaría por invertir sean 'solo' 1.500 millones de euros, la pregunta clave va más allá: cuando la competición diaria de no pocos deportes olímpicos agoniza, ¿se pueden y se deben organizar unos Juegos? Un mes en el escaparate mundial y después, de vuelta a la realidad nacional, ¿qué?

Tomando por cierta, en un acto de fe, la versión oficial de que unos Juegos son buenos para el desarrollo de un país, desde la óptica estrictamente deportiva, ¿resucitaría Madrid 2020 a todas las entidades deportivas que han desaparecido y desaparecerán hasta entonces? Y, sobre todo, ¿será la cita olímpica la panacea que garantice un futuro sin una sangría deportiva similar a la actual? 

Lejos de hacerse estas preguntas, ni mucho menos contestarlas, este mismo martes, con los cadáveres del Atlético de balonmano y el Caja Segovia de fútbol sala aún calientes, Alejandro Blanco, presidente del COE, seguía a lo suyo:  "Tenemos que ganar los Juegos el 7 de septiembre, no hay otra salida. Pero para ganar hemos tenido que trabajar mucho. Esto no es un sueño del deporte, de Madrid. Es un sueño de España". Mientras, decenas de clubes viven su peor pesadilla.

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