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Luis Enrique: desafiante en la sala de prensa, sumiso en el vestuario

Luis Enrique cierra una temporada con claros y oscuros.

Gestión del entrenador o desacierto del director deportivo, pero la temporada del Barcelona concluye con la certeza del desequilibrio de una plantilla en la que el talento de su once mantenía oculto la falta de recursos en el banquillo culé. El talento de la MSN, como único argumento ofensivo del equipo, han permitido que se pueda cerrar otra campaña con títulos, el de Liga y la posibilidad de hacer doblete con el de Copa. Pero el año no será recordado por las aportaciones tácticas de Luis Enrique ni por la irrupción de ningún jugador de los teóricos no titulares, más allá del versátil Sergi Roberto

Luis Enrique sigue  engordando su palmarés como técnico culé, pero sin la sensación de ser protagonista directo de los éxitos de un equipo que se autogobierna a partir de las decisiones de sus tres delanteros. El gran mérito del asturiano ha sido no desestebalizar el ecosistema de la MSN, como si hizo el año pasado hasta el famoso motín de Anoeta, en el que Messi le puso las cosas claras y Luis Enrique comenzó a no interferir en el transcurso normal de los partidos con once estrambóticos o experimentos tácticos en la pizarra. Este año el técnico ha blindado su once, siempre que las lesiones se lo han permitido, ayudado entre otras cosas por la falta de fichajes en la primera vuelta pro la sanción de la FIFA

Sin embargo, cuando el equipo se le ha caído físicamente, castigado por la acumulación de partidos y los viajes transoceánicos de sus estrellas, el entrenador no ha sabido encontrar alternativas en un banquillo en el que esperaban sus dos flamantes fichajes: Arda Turam y Aleix Vidal. El segundo tenía su banda tapada por Jordi Alba y el primero ha demostrado que los mejores tiempos parecen haber pasado para él. Con Adriano a otras cosas y los delanteros canteranos desmotivados, ni Munir ni Sandro han estado integrados en la dinámica del equipo en ningún momento, solo Ter Stegen y Sergi Roberto han sumado al grupo. Ni siquiera Mathieu ha justificado los 20 millones de su fichaje. 

Con los titulares cansados y los suplentes desmotivados, este título del Barcelona lo explica el juego excelso de la tripleta atacante en la primera vuelta, que llegó a acumular ventajas de 11 yu 12 puntos sobre Atlético y Real Madrid. Hasta Zidane llegó a advertir que la Liga estaba peCdida después de caer en el Santiago Bernabéu en el derbi ante el Atlético por 0-1. Pero ahi se vino abajo el castillo de naipes y Luis Enrique no encontró soluciones para mantener al Barcelona activo. 

Tampoco la relación del técnico con el entorno ha mejorado especialmente. Con la plantilla mantiene un contacto distante y con Messi, más concretamente, ni siquiera existe relación más allá de la inevitable como técnico y jugador. Con la directiva tampoco es fluida. Molestó y mucho que su pésame a la familia Cruyff no llegase hasta pasada casi una semana de la pérdida de Johan. Y con la prensa mantiene esa actitud prepotente y en ocasiones maleducada, como cuando ironizó sobre el apellido de un periodista. 

Cuando se repasen los títulos, pocos señalarán a Luis Enrique como uno de los protagonistas de las conquistas. No es este un Barça de autor, como lo era el de Guardiola, inevitable referente con el que se le compara. En este Barça gravita más sobre la izquierda de Messi o la derecha de Luis Suárez que sobre la pizarra de Lucho, quien por ni siquiera ha sabido administrar la dolce vita de un Neymar que acaba la temporada con más hechuras de Robinho que del deslumbrante jugador del curso pasado. Pese a todo ello, hoy el Barcelona montará "un fiestón" (según el técnico) para celebrar el título de Liga de un equipo que juega con el piloto automático puesto.    

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