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El Real Madrid se llevó la final en otro Pearl Harbor

Los jugadores del Atlético, hundidos tras la tanda de penaltis.

Comenzó el Atlético marcando territorio, cortando el juego y poniendo puntos y aparte en los ataques del Madrid. Un Oblak de balonmano le detuvo a Casemiro el infarto rojiblanco. Miedo en ambos y la tarascada como arma de primera necesidad: interesaba sacar el extintor antes de cualquier conato de incendio.

El plan de Zidane consistía en asediar al Atlético por el aire. La exuberancia de jugadores como Bale o Ramos es un arma clave para los blancos y de un balón peinado por el primero y rematado por el segundo nació un primer tanto blanco con retazos del 'casi' de unos minutos antes. Déjà vu para un Oblak al que la bola le culebreó por debajo de las piernas.

El casi medio mes sin competir se manifestó antes en los de Simeone que los de Zidane. Aletargados, deslavazados, los colchoneros parecían no conocerse. Sin embargo, el Real Madrid optó por anestesiar el partido, se diría que conformándose con administrar la ventaja, y el Atleti empezó a lanzar chinitas. Vasos comunicantes.

Problemas para conectar con los de arriba en el Atleti, que empezaba a conquistar la parcela ancha por incomparecencia del rival. Griezmann bajaba a recibir, como falso mediapunta, y se desperezaba con algún disparo. Demasiado tímido. Descanso con el mundo el revés de Lisboa: más posesión colchonera; efectividad letal blanca a pelota parada.

Yannick a la palestra en la segunda parte y el Atlético intentó copiar el guión UEFA del Sevilla. Sin embargo, lo que embocó Gameiro en Basilea fue en este caso un balón al palo en el penalti de su compatriota Griezmann. Volcado sobre la banda de Carvajal para que Carrasco intentase expulsar al canterano blanco, el lateral se rompió y dejó paso a Danilo. Savic avisó en un Atleti que trataba de reencontrarse con la complicidad de un Real conformista. Saúl avisó de nuevo. Los del 'Cholo' estiraban el brazo para tocar el empate. La batería del Real Madrid empezaba a parpadear en rojo y su rival olía que, si marcaba un gol, zarandearía el partido.

Pudo rematar el choque Benzema, pero su mano a mano se estrelló en Oblak con el francés derrengado. La tuvieron Cristiano y Bale y el Atleti sólo hizo que añadir páginas a la posible épica. Justo después, obedeciendo al mantra del perdonar y pagarlo, Carrasco empató. Cual Vietcong oculto entre la maleza, las huestes del 'Cholo' se destaparon con furia. El Real Madrid, vacío, se limitaba a aguantar. Prórroga sin minuto 93 previo.

En el tiempo extra, Carrasco era la alegoría del Atleti. Al galope, descosía a los de Zidane. En los blancos, sólo un Isco pizpireto trataba de romper la monotonía con requiebros. Pero era el belga el que seguía convirtiendo en oro todo lo que tocaba. Con todo, penaltis. Juanfran falló; Cristiano remachó el definitivo. La solidez personificada en Casemiro, quizá el mejor del partido, la resiliencia madridista, le dio la Undécima tras optimizar el bombardeo kamikaze del inicio.

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