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Tebas no se atreve a la huelga, Villar sigue enredando por detrás

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El presidente de La Liga, Javier Tebas.

El fútbol español vive un momento de intrigas palaciegas. Hay amenazas y desplantes, odios sarracenos y conspiraciones. Podría ser Shakespeare si algún personaje estuviese a la altura de los que dibujaba el Bardo, que no es el caso.

Javier Tebas prometió a sus clubes que les iba a llevar a la tierra prometida o, en lo que concierne, a la venta conjunta de derechos de televisión. Pero no puede hacerlo. Creía que bastaba con desearlo fuerte, con tener a favor de obra a 41 de los 42 equipos de la LFP. Pensaba que su amistad con el secretario de estado Miguel Cardenal era más que suficiente para que sus deseos fuesen un trámite. Nada más lejos de la realidad.

El problema, que a veces se explica solo a medias, es muy importante. Muchos equipos, fundamentalmente pequeños y medianos, ven el próximo año con pánico. No salen las cuentas y se espera el maná de la televisión para tapar los agujeros que tienen en sus presupuestos. No es tema de comprar a uno u otro jugador, sino de pura supervivencia. Muchos de ellos ven que sin el decreto, que se supone que dará cordura, equidad y más cantidad de dinero –habrá que verlo– solo queda la desaparición.

Tebas, que lidera la patronal futbolística, ha intentado todo para que saliese adelante, pero lleva tiempo perdiendo la partida. El decreto, con el que el CSD siempre estuvo de acuerdo, quedó parado en el Consejo de Ministros. Parece ser que es el propio Rajoy quien está detrás de esa luz roja, aconsejado por Villar, que no habla nunca pero siempre se mueve bien. Lleva muchos años medrando como para no reconocerle ese mérito.

El presidente de la LFP, además, pierde la fuerza por la boca. Es un gran especialista en meterse en charcos, pero no siempre va con las botas de lluvia y termina embarrado hasta las cejas. En sus temas y en los que no son los suyos. Lleva semanas amenazando con una huelga que nunca termina de fraguar, porque no se atreve. Sabe que cerrar el fútbol es una temeridad que solo puede ensuciar más aún la imagen de unos meses ya de por sí bastante lamentables. Y sospecha, además, que si se mete en ese berenjenal va a salir trasquilado.

El último comunicado es una muestra más del caos que vive la LFP. Son cuatro puntos que quieren sonar a mucho pero no dicen nada. ¿Qué a Tebas no le gusta Villar? nada nuevo bajo el sol. ¿Qué están muy enfadados? más de lo mismo. Tebas, abogado, es de los que piensa que un comunicado tiene valor por el simple hecho de serlo, que la liturgia es suficiente, pero en realidad no deja de ser un borrón cuando, como pasa en este caso, no dice nada.

Una de las conclusiones que salieron de la reunión fue que si la cosa seguía así los clubes de la LFP debían dejar sus cargos en la RFEF. No pasaron más que unas horas para que saliese el presidente del Valladolid, Carlos Suárez, a decir que eso no es del todo cierto, que cada uno hará lo que le dé la gana. Los clubes quieren el decreto, pero enemistarse con la federación no les sale a cuenta. Son los que ponen los árbitros y los que mueven a los jugadores en tiempo de selección, con todo el poder que eso tiene. Y el caso es que nadie se atreve realmente a llevarle la contraria en público a Villar, mucho menos a dimitir de un cargo en la federación. También se habla de revocar el convenio entre la LFP y la RFEF, pero no pasa por la cabeza de nadie llevar el fútbol profesional a esos límites.

Tebas es así, pero la otra parte tampoco se salva. Villar es un absoluto desconocido para muchos a pesar de que lleva mandando en el fútbol español desde 1988, que se dice pronto. Ver un discurso del presidente de la RFEF es una experiencia única que lleva a pensar como alguien con una dialéctica tan débil puede haber llegado a mandar tanto durante tantos años –además de en España es vicepresidente de la FIFA y la UEFA-. Quizá por su incapacidad ante los micrófonos hace ya tiempo que decidió no hablar, una actitud que difícilmente cambiará durante el conflicto. Lo que se filtra de las reuniones privadas no es muy halagüeño tampoco, se habla de insultos graves y continuados contra los otros personajes de este culebrón.

Villar es un tipo imprevisible, capaz de no acudir a una importante reunión sin justificación alguna. Esto, que en el mundo real es un imposible, puede ocurrir sin problemas en el planeta de las federaciones deportivas. Villar lo sabe y lo aprovecha. El silencio de la institución es parecido a su propio silencio. No es porque no tenga portavoces, son muchos los periodistas que trabajan en la casa, pero el presidente siempre prefiere el movimiento de pasillos que contar lo que está haciendo.

La ausencia absoluta de transparencia dificulta cualquier relación, especialmente con el Consejo Superior de Deporte. Es cierto que Miguel Cardenal no ha hecho mucho por ocultar su amistad con el archienemigo Tebas, pero no es ese el único problema encima de la mesa. El CSD reclama a Villar que se someta a una nueva auditoría, porque la de este año no le parece suficiente. El dirigente vasco se revuelve y ataca, apela a la FIFA, donde sabe que tiene las de ganar, asegura que hay una injerencia impropia en su gestión y amenaza siempre con la guerra que, en el peor de los casos, podría llevar al caos el fútbol español (entre las medidas hipotéticas estarían la suspensión de los equipos españoles en las competiciones, clubes y selecciones).

Hace unos años Villar decidió que no quería recibir subvención pública. Vendió aquello como un gesto altruista y dijo que el dinero del presupuesto para el deporte debía quedar en las federaciones más pequeñas, que no generan las oleadas de dinero que tiene el fútbol. Algunos hoy sospechan que esa renuncia tenía más que ver con una manera de tapar su cuentas, de regatear la fiscalización gubernamental que siempre tiene el dinero público. El CSD reclama 8 millones de euros de las quinielas, porque creen que no han sabido justificar convenientemente el destino de esa aportación pública.

Tantos años de gestión personalista, con mucho dinero de por medio y falta de transparencia, son una mala combinación que puede llevar a cualquier temor. No ayuda a pensar bien que en este caso solo Villar, dentro del fútbol, se posicione en contra de la petición de la LFP. Quiere algo más de dinero del que se le ofrece, entorno a un 4% de lo que facture la liga, y tiene argumentos para su reclamación pues la FIFA dice en sus estatutos que este tipo de derechos tienen que ser gestionados por las federaciones. Es algo absurdo, porque la FIFA no deja de ser un conglomerado de entes federativos y todas y cada una de las normas que promulga están pensadas para beneficiar a estas. Es decir, su independencia es nula.

Villar, además, teme más que nada que alguien quiera moverle el sillón. Y piensa que ese alguien puede ser Tebas. El pánico del dirigente no es nuevo, ya tuvo algo así con Gerardo González, que llegó a presentarse a unas elecciones, incluso cuando se rumoreó que Patxi Izco podía aspirar a su cargo. Hubo muchas puñaladas en esos procesos, sin ninguna restricción en las amenazas y abundante juego sucio. Villar quiere seguir siendo dirigente de la RFEF, quién sabe si hasta la eternidad. Es curioso, pues él mismo llegó a la presidencia gracias a una limitación de mandatos que se inventó el gobierno y posteriormente revocó a instancias de José María García, el hombre que movía los hilos en el deporte del momento. Si su norma hubiese seguido vigente Villar hubiese dejado todo esto hace más de 15 años.

Villar no es hombre de relacionarse con la gente, pero tiene amigos lenguaraces con ganas de hacerle el caldo gordo. Es el caso de Javier Clemente, que fue su seleccionador –con escaso éxito deportivo- y ahora ejerce de artillero para pegar a Tebas, a Cardenal y a quien haga falta. No es Clemente tipo de sutilezas, más bien al contrario. Sus tuits, gloriosos, dicen cosas como “Tebas lo que mejor haces es querer el mal de la gente, eres un tío peligroso siempre andas con denuncias: eres abogado y te llevas la pasta" o “vergüenza es que tú seas presidente de la LFP cuando has dejado a jugadores y entrenadores sin cobrar el contrato. Y tú llevártelo crudo". Ese es el nivel.

Claro, que en lo referido a la lengua viperina tampoco se esconde el propio Tebas. Su mayor afición es decir cosas delante de un micrófono, a ser posible sin mesura alguna. La última, o la penúltima, es llamar “irresponsable” a Villar por no aparecer en una reunión, pero en realidad no hay ningún tema en el fútbol en el que no se meta. Sería un cotizado tertuliano, pero no está para eso.

Mientras tanto Roures, el principal candidato a poner el dinero salvador, mira distraído. Sabe que los clubes pierden cada día que pasa sin decreto, que su capacidad negociadora se va ampliando a medida que suena el reloj. Le gustaría salvar a Tebas, que le es muy útil –es su terminal en la LFP- pero tampoco se va a manchar las manos para salvar a un peón en su tablero. Dice el catalán, que de esto sabe mucho, que la venta centralizada se podría hacer sin intercesión del gobierno, pero los clubes quieren que haya una salvaguarda gubernamental. Saben que, si lo hacen sin él, es posible que en dos años llegue alguien a dinamitar el acuerdo de caballeros, cosa que no podrían hacer en caso de que una ley respalde el reparto conjunto. Los presidentes de los clubes, que no son tontos, saben que en ese estanque hay mucho tiburón como para arreglarlo todo estrechándose la mano.

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