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La pitada a La Marsellesa ofende en Francia, pero preocupa en España

Los prolegómenos del encuentro entre España y Francia de clasificación para el Mundial de Brasil de 2014 resultaron bochornosos cuando un sector mayoritario de la afición española que se dio cita en el Vicente Calderón silbó el himno francés. La Marsellesa apenas pudo ser escuchada a causa de la pitada, lo que originó un gran malestar en el palco, donde, por si fuera poco, estaba el Rey Juan Carlos. Tanto el presidente de la Federación Española, Ángel María Villar, como el presidente del Consejo Superior de Deportes, Miguel Cardenal, entre otros dirigentes del deporte español, pasaron el lógico apuro ante sus homólogos franceses que se desplazaron a Madrid con motivo del encuentro internacional.  

Como quiera que pitar los himnos se ha convertido en una lamentable costrumbre, en el CSD existe mucha preocupación con este asunto que, aunque pueda parecer anecdótico, es muy grave. Y no sólo por la imagen que se ofrece de España hacia el exterior y los roces diplomáticos que pueden ocasionar, sino porque es una cuestión que, lejos de ser secundado por minoria, va a más en la cantidad de aficionados que la secundan y de eventos deportivos en los que se reproducen.

Francia ha vivido varias polémicas por hechos similares causadas por aficionados que, tanto en partidos internacionales como nacionales, no respetaron el himno francés. Así, en 2001 se dio el primer precedente, en un amistoso entre Francia y Argelia, que comenzó con una gran pitada para La Marsellesa que acabó con la suspensión del duelo cuando aficionados africanos saltaron al terreno de juego en el minuto 75. 

En 2002, un hecho similar hizo levantarse de un palco al entonces presidente francés, Jacques Chirac. Durante la final de Copa de Francia que jugaban el Bastia y el Lorient, el primero de Córcega, una región que acoge algunos sentimientos nacionalistas y separatistas, de nuevo fue silbado el himno francés. 

Y en 2008, La Marsellesa no fue respetada por un sector del público que acudió a ver un partido entre Túnez y Francia. Aquel hecho hizo reaccionar a Nicolás Sarkozy, que al día siguiente se reunió en el Eliseo con su ministra de deportes, Roselyne Bachelot, que anunció la decisión del gobierno de suspender cualquier encuentro en el que se silbara el himno nacional francés.

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