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Reniego de España, ahora soy portugués, islandés, galés o...

Aficionado español, en la grada del estadio de Saint-Denis tras la eliminación de España ante Italia.

¿Alguien conoce a un solo aficionado español que llorase desconsolado el pasado 27 de junio cuando la selección fue eliminada de la Eurocopa por Italia? Valen incluso niños. España no existe como país, cada uno va a lo suyo y, aunque suene frívolo, el fútbol volvió a desnudar el escaso sentimiento de patriotismo colectivo.

Da igual que Luis Aragonés, astuto, se sacara de la manga el apodo de La Roja para intentar atraer a ese grupo de nostálgicos trasnochados que, 41 años después de la muerte de Francisco Franco, todavía siguen relacionando los conceptos "España" y "bandera española" con el franquismo. La jugada del Sabio de Hortaleza triunfó en las buenas, durante la edad de oro del conjunto nacional -1 Mundial y 2 Eurocopas-, pero el regreso a los malos resultados ha desteñido a La Roja.

Antes y ahora, la realidad es que los españoles -no todos, pero sí muchos, demasiados- son primero del club de fútbol de su pueblo o ciudad, luego del Real Madrid o el Barcelona, y en las grandes citas internacionales van con España... si gana la copa en cuestión.

Curiosamente, las principales razones de tan sorprendente desapego son de muy variada índole, pero ninguna política.

Para himnos, los demás

La escasa pasión de los españoles por España ha quedado retratada como pocas veces en Francia. El país vecino, accesible y cercano se ha visto invadido por numerosas hordas -algunas literales- de apasionados aficionados de casi todas las selecciones. Menos la española, que ha enviado a tierras galas grupos reducidos y dispersos de pacíficos turistas.

Resulta odiosa cualquier comparación entre las apreturas, colas, noches de insomnio y sacrificios de los aficionados para conseguir entrada y viaje a una final o fase de ascenso de su club con el desinterés mostrado por acudir a las citas de la selección española en una Eurocopa organizada al lado de casa.

Eso sí, luego se nos llena la boca hablando del "impresionante" himno... de Italia, Inglaterra, Alemania o, por supuesto, de La Marsellesa de Francia. Como si en España quisiéramos algo parecido. Para luego avergonzarnos... y no cantar. Mejor el "lo, lo, lo", que suena a pachanga y lo entonamos a modo de grito de juerga entre amigotes.

Por supuesto, asistiendo a la respetuosa conexión de las demás selecciones con sus hinchadas hemos admirado, incluso animado, a Islandia, Gales, Irlanda del Norte y demás con una entrega que rara vez pondremos para vociferar juntos a favor de España.

Camiseta, la de Islandia

¿Y qué decir de los símbolos? El principal de un equipo de fútbol, la camiseta, no cala entre la población. En las calles, incluso en las de Francia durante la propia Eurocopa, no pocos españoles lucieron las zamarras de sus respectivos clubes. De todos los colores, lisas o con rayas. Fruto de ello, luego en la grada del estadio, el cromático ejército de Pancho Villa.

Y en los colegios, donde cada lunes muchos niños visten orgullosos -más si cabe tras una derrota- el traje de su equipo, pocas camisetas rojas de España. Muy pocas. ¿Pudor o, directamente, porque en casa se les enseña desde pequeños a avergonzarse del país en el que han nacido?

Lo moderno, lo progre, este verano es disfrazarse en la playa y en el hotel de islandés. De vikingo guay. Aunque seas gallego, aragonés o andaluz.

Ninguno es de los nuestros

El modelo de aficionado español es el que, siendo por ejemplo del Real Madrid, se pone delante del televisor a ver un partido de La Roja y se ceba, incluso disfruta, con los fallos de los jugadores del Barcelona. Y le cuesta incluso celebrar el salvador gol de Piqué ante la República Checa.

Por supuesto, culés y atléticos se mofan de los errores de Sergio Ramos para chinchar a ese familiar o colega merengue. Por no hablar de Cesc Fábregas, al que no tragan ni barcelonistas -por traidor- ni madridistas -por catalán-. Vamos, que cae mal a casi todo el mundo.

Si acaso, se salva Iniesta... excepto para la mayoría de seguidores del Athletic de Bilbao.

Disparen al portero

El puesto que más serenidad requiere, el de guardameta, es desde hace muchos meses un avispero. Los análisis objetivos, escasos, se ven empañados por los abrumadores sentimientos de odio o amor hacia la figura de Iker Casillas.

En el colmo de la esquizofrenia colectiva, muchos madridistas querían fuera del once titular -incluso de la selección- al todavía capitán de España, mientras que fueron los culés quienes lideraron durante la Eurocopa el grupo de apoyos a Iker. Algo similar ocurre con el ya exseleccionador, Vicente del Bosque, un madridista repudiado por muchos de los suyos y estimado por los teóricos enemigos deportivos. España.

En el centro del huracán, David de Gea. Su figura apenas concitaba ningún rechazo deportivo ni personal. Todo lo contrario. Se le consideraba un excelente portero y un buen chaval… hasta que explotó el feo asunto de Torbe y la presunta fiesta con prostitutas en un hotel de Madrid.

En un país con innegable poso machista y muy condescendiente con estas “cosas de hombres”, el escándalo duró apenas unas horas y De Gea lució el escudo de España como si tal cosa. No obstante, y a la espera de la verdad judicial, su imagen quedó dañada. Y como juega en el Manchester United pocos españoles le apoyan. Ni se compadecieron ni se compadecerán de sus posibles fallos defendiendo a la selección. Que le den.

Liga y Federación, a lo suyo

En un país entregado a su selección, las competiciones locales acaban por decreto antes de que comience un torneo de la importancia de la Eurocopa. Y más si se celebra en la nación vecina de Francia. Por respeto al combinado que representa a todo el fútbol y para que los aficionados tengan libertad absoluta de acción. Por si se animasen a viajar al torneo galo.

En España, nada de eso. Durante la Eurocopa se han jugado, por ejemplo, las jornadas decisivas de ascenso a Segunda B y a Segunda. Sin ir más lejos, el Cádiz logró el ansiado regreso a la que ahora se llamará LaLiga2 el 26 de junio. Estaban los aficionados gaditanos como para pensar en la selección...

Periodistas de bandera

El periodismo deportivo, cómo no, también desprecia a la selección. Para ser justos y concretos, los periodistas de bufanda habituales se han convertido durante la Eurocopa en periodistas de bandera. De las banderas de Portugal, Francia, Gales, Alemania o el país donde juega algún futbolista de sus equipos del alma. Puro patriotismo de club.

Y ese germen de forofismo ha calado tanto que durante la final de la Eurocopa se produjo en España un monumental y virulento cruce de mensajes entre aficionados. En efecto, no jugaba la selección española. Pero la presencia de Cristiano, su lesión y el triunfo de Portugal desataron pasiones -a favor y en contra- pocas veces vistas con La Roja.

Récord de audiencia sin España

Con estos antecedentes, no extraña que Mediaset, la cadena poseedora de los derechos de la Eurocopa en España, emitiese este lunes un comunicado eufórico. Según dicha nota, Telecinco ha batido el récord de audiencia del anterior torneo continental, organizado por Polonia y Ucrania en 2012.

Entonces, la media de espectadores que vieron los partidos por la tele ascendió a 5.293.000 (36,4%). La cifra de 2016 se eleva a 5.552.000 (37,7%). No sería un incremento muy significativo si no fuera por un 'pequeño' detalle: en 2012 España desplegó buen fútbol, llegó hasta el final y se proclamó campeona por segunda vez consecutiva. En 2016, fue eliminada en octavos de final y la mayoría de encuentros fueron auténticos bodrios.

Da igual. Una vez que habíamos renegado -otra vez- de nuestra selección en el Mundial de Brasil 2014, nos encanta ver y disfrutar con Islandia, Gales y 'nuestra' Portugal. Somos los campeones universales del postureo.

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