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La portería diplomática de Ancelotti

Como el Madrid va viento en popa, gana, golea y seduce, la excentricidad pasará de largo. Pero la irrupción periódica de Keylor Navas en la portería del Real Madrid (dos partidos ligueros en casa juega Casillas, uno el costarricense, dicta en apariencia la secuencia) tiene poca defensa. No desde luego desde la cordura deportiva. Y tampoco es una fórmula que reúna precedentes. Un hecho insólito que discute la personalidad de Ancelotti (si la artimética le viene impuesta desde arriba o por contrato) o su criterio futbolístico.

No es que Keylor Navas no tenga categoría para ganarse un hueco ocasional en el marco del líder (posiblemente tiene tanta que debería jugar siempre), sino que al calor de un partido al mes (y es un hecho científicamente probado en la portería) no se conserva la forma competitiva. Y por tanto, la medida, aunque salomónica y cordial, representa un riesgo para el Real Madrid. Un peligro a costa de ganar centímetros de paz en el interior del camarín. Aunque ni eso, porque lo habitual es que ni a Casillas le satisfaga el descanso ni a su relevo le llene el caramelo fugaz.

Pero bueno, lo que sí hay que concederle a Ancelotti es su condición de autoridad en asuntos de conducir con acierto grupos de élite a partir de la diplomacia. Su flema, como la del mejor Del Bosque, logra disfrazar de beneficiosa normalidad lo más estrafalario. Los resultados le ayudan, claro. Así que quién sabe si el original reparto acaba marcando una revolución, una solución a un problema aún sin resolver tan viejo como el deporte (la competencia en la portería). Si gana, golea y seduce, todo estará bien. En eso el fútbol nunca cambia. Pero los análisis no deben dejarse cegar por el marcador. La novedosa receta no tiene lógica ni luces. No se sostiene.    

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