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Las protestas en Brasil contra el Mundial van desde los indígenas hasta los 'Trabajadores sin Techo'

La Policía brasileña lanzó gases lacrimógenos para contener a manifestantes contra el Mundial que intentaron llegar hacia el estadio de Brasilia, donde se exhibía la Copa del Mundo que se adjudicará el ganador del torneo que termina el 13 de julio. La protesta, llevada a cabo por más de mil personas, se produjo en plena hora punta de mayor tráfico de vehículos en los alrededores del Estadio Nacional Mané Garrincha, el recinto más caro para el evento que comienza dentro de dos semanas, situado en el mayor centro de negocios de Sudamérica.

La protesta en Brasilia se produjo tras una marcha pacífica liderada por el mismo grupo que lo hiciese en Sao Paulo la semana pasada. Una gran cantidad de aficionados locales hicieron fila en el estadio de Brasilia para ver la Copa que entrega la FIFA al campeón del mundo, que viaja por las 12 ciudades sede del torneo, pero la manifestación obligó a las autoridades a cancelar el evento y cerrar el estadio.

Sumándose a la tensión, indígenas vestidos con tradicionales ropas tribales y que portaban arcos y flechas, se unieron a los manifestantes del movimiento 'Trabajadores sin Techo', un grupo que protestó por el elevado coste que ha supuesto la construcción de los estadios para la Copa del Mundo, lo que provocó un incremento general en los precios y obligó a familias de bajos recursos a abandonar sus hogares.

Un portavoz de la Policía militar dijo que la protesta del martes comenzó pacíficamente y que se intentó contener la marcha con gases lacrimógenos y con agentes de seguridad con escudos. Finalmente, los manifestantes se dispersaron. El estadio de Brasilia costará casi 850 millones de dólares cuando quede completamente finalizado tras la Copa del Mundo, según auditores de la ciudad en un informe publicado la semana pasada, un precio que supera casi tres veces el presupuesto inicial.

Brasil trabaja contra el reloj para finalizar a tiempo sus estadios y los sistemas de transporte urbano en un clima de creciente desobediencia civil de parte de grupos que buscan interrumpir el Mundial, asegurando que el coste es excesivo para un país en desarrollo. Con la llegada del Mundial como contexto, también los conductores de autobuses en Río de Janeiro aseguraron el martes que iniciarían una huelga de 24 horas a partir de la medianoche, mientras que un grupo de profesores marchó por la autopista principal de Sao Paulo para exigir un aumento salarial.

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