"Tengo 7 años y nunca quise darte con el balón en la cabeza; ayúdame para que me quiten la sanción"

Piqué y Arbeloa pueden atizarse por Twitter, Marcelo y Neymar pueden fingir agresiones, pero lo que realmente es antideportivo y genera violencia es que un niño de 7 años celebre la victoria de su equipo y sus dos goles cogiendo el balón y lanzándolo al aire.

Sucedió en un partido de prebenjamines disputado por el Club Ciudad de Henares de Alcalá (Madrid). Ganaron 4-3 al Villalbilla y Lucas Arteaga marcó dos tantos. El chaval exteriorizó su alegría mandando la pelota al cielo, con tan mala suerte que al caer le dio en la cabeza al árbitro.

Este, como parece lógico, no reflejó este accidente fortuito en el acta del partido. Sin embargo,la sorpresa llegó cuando el Comité de Competición de la Federación Madrileña de Fútbol sancionó a Lucas con 5 partidos de suspensión "por conducta contraria al buen orden deportivo o normas deportivas, calificándola como grave".  

Todo esto sucedió hace ya un mes, el crío ha cumplido tres encuentros del desproporcionado castigo y el equipo alcalaíno intenta que pueda jugar el próximo fin de semana. Sus diferentes equipos lucen las camiseta con el lema "Justicia para Arteaga", y este domingo el apoyo de varios clubes se convirtió en una etiqueta de Twitter, #JusticiaParaArteaga, que ha hecho más visible esta injusticia.

Que verguenza!!!!! #JusticiaParaArteaga https://t.co/SZCARokQ0H

— DAVID (@terra_1986) April 9, 2016

https://twitter.com/1999_toni/status/719112702199742464

#JusticiaParaArteaga Que un niño se pase un partido sin jugar, pase, pero ¡¡¡¡¿¿¿5???!!! Venga por favor. https://t.co/pBF5GmfUdv

— ♂ Marcos ☺ (@ciltocruz) April 10, 2016

Impotente y desesperado desde que le sancionaron, Lucas le ha enviado al árbitro la siguiente carta manuscrita en la que insiste en la involuntariedad de la acción pero, aun así, le pide perdón varias veces:

De momento no ha servido de nada. Se ve que los futbolistas millonarios tienen barra libre para actuar de forma irresponsable, pero un niño que sólo quiere jugar cada siete días no puede ni celebrar de forma inocente un triunfo.