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Cultura

Care Santos: "A Laforet llegaron a preguntarle si quería más a sus hijos o a sus libros"

Esta historia comienza en 1950, pero se resuelve una noche de tormenta del año 1981, cuando a España acaba de llegar el divorcio, y la democracia, y la liberación sexual, y la libertad de prensa. Exactamente 31 años después. Media vida. Ése es justamente el título de la novela con la que Care Santos ganó el Premio Nadal 2017: Media vida… el tiempo que tarda en llegar el perdón, si es que llega. Es también el tema de esta entrevista, pero acaso más fuertemente, el que da sentido a quienes se hacen como pueden. La historia amarga de aquellos que han de reponerse de sí mismos y de lo que la vida les tiene deparado.

Esta historia comienza en 1950, pero se resuelve una noche de tormenta del año 1981, cuando a España acaba de llegar el divorcio, y la democracia, y la liberación sexual, y la libertad de prensa

Cinco mujeres que coincidieron siendo apenas niñas en un internado de monjas Barcelona se despiden la víspera de unas vacaciones de verano. No volverán a verse durante décadas. Todo cuanto ocurre en ese último encuentro, acontece como en los juegos de infancia: con crueldad y violencia, con inocencia y perversión. Ninguna saldrá ilesa de aquella despedida. Tampoco el lector.

Olga y Marta, hermanas gemelas de la burguesía barcelonesa, llegan a la adultez convertidas, una en una ama de casa frívola, mezquina y abandonada y la otra en una aspirante a novelista que termina como escritora de libros de recetas porque su marido, un reconocido editor, así lo dispuso; Lola, una chica sensible dedicada a la música, espera el hijo de un hombre muerto; Nina, una mujer que se lleva por delante a todos con su minifalda y su desparpajo llega después de pagar muy alto el precio de su libertad y Julia, la gran víctima de aquella última noche de internado, aparecerá cual fantasma para redimirlas a todas (o no).

Lo que ha permanecido 31 años atascado en sus biografías, se resuelve en una cena que convocan como reencuentro

Lo que ha permanecido 31 años atascado en sus biografías, se resuelve en una cena que convocan como reencuentro. Cada una de ellas asistirá al agasajo arrastrando las muchas mujeres en las que tuvieron que convertirse para sobrevivir al paso del tiempo y lo que éste hizo con ellas. El perdón, hacia sí mismas y las demás, es el hilo que sutura esta magnífica cicatriz que Care Santos ha confeccionado como un aparato de relojería.

Care Santos ha crecido y este libro lo demuestra. Ganadora del Premio Jaén de Narrativa Juvenil con Amaranta, se dio a conocer en 1995 con el volumen de relatos Cuentos cítricos. Desde entonces ha acumulado numerosos premios y publicaciones, la más reciente de ellas Diamante azul. Ahora, con el Nadal, Care Santos coloca una pica en Flandes. Porque Media vida no es una novela feminista, ni siquiera una historia reivindicativa aunque en el fondo –y muy elegantemente- lo sea. Tampoco es una novela histórica, o con la que pretenda ajustar cuentas. Es, sencilla y llanamente, un libro que se vale por sí mismo, que posee la redondez y rotundidad de las historias bien escritas.

-Esta novela es un artefacto literario y político. Elige una estructura que le permite retratar a la generación de su madre…

-A mí me gusta escribir libros que no se puedan describir en una sola línea.

-Vamos por partes. Hay una preocupación por la estructura, pero un retrato político, el trabajo con temas como la marginalidad,  la crueldad, la redención  ¿Qué es esta novela?

-Desde hace algún tiempo siento que, finalmente, he conseguido equilibrar la forma y la historia. Durante mucho tiempo daba tanta importancia a la forma, que terminó por estorbar. Ahora he conseguido hacer un balance entre lo que cuento y la estructura que elijo para hacerlo, porque es importante, hasta tal punto que es lo primero que has dicho. Sobre la política, pues …   A mí la política me interesa poco, excepto en las consecuencias que tiene en el resto de la vida de las  personas.

-Eso es lo realmente político, lo que ocurre en las vidas pequeñas. Lo que ocurre a estas cinco mujeres.

-La dictadura las marca a todas. Les dio una educación, pero también una sociedad que las limitó y las encerró en un cuarto. Las obligó a vivir una evolución a marchas forzadas, para la que no estaban preparadas. Algunas consiguen avanzar, otras no. Todos los personajes responden al tiempo que les tocó vivir, con lo que poseen.

-A todos los personajes de esta novela les tocan cosas difíciles. ¿Qué une a sus protagonistas? ¿Esa cena fulminante? ¿Las cicatrices? ¿La dictadura?

-Las une la  necesidad de adaptarse a un entorno hostil que las niega como seres intelectuales, pensantes. Una sociedad que las destina a ser Olgas.

-Es un personaje duro. Una mujer cruel, frívola, que se dedica a su aspecto y su hogar y que sin embargo no puede ser más infeliz.

-Olga representa a aquellas mujeres que se lo creyeron todo. Por acomodaticia o porque tampoco quería complicarse la vida formulándose preguntas, ella se reafirma en las ideas que le han enseñado. Todo  le viene dado y ella lo asimila, y es cuando surge una distorsión entre todo aquello que le contaron y el mundo real. Está llevado al extremo, claro, pero eso ocurrió con las mujeres de su generación: como jamás hablaron de política se creyeron el relato del franquismo. Cuando sus amigas empiezan a hablar de su vida sexual durante la cena, ella, en una sola noche, abre los ojos y se da cuenta de que todo es mentira. Seguramente será la que peor regreso tenga a casa.

"Olga representa a aquellas mujeres que se lo creyeron todo... hasta el relato del franquismo"

-Esta historia dura 31 años, pero la verdad es que todo ocurre en una cena, y lo peor: con el trasfondo de la boda de Lady Di.

-Lady Di es una metáfora de todo aquello que querían que creyéramos, a la vez que es un lugar común muy identificable. Yo tenía 11 años cuando vi ese enlace. Aquel vestido horroroso que llevaba Lady Di y que nos parecía romántico y hermoso, cuando era eso: horrible. Todos sabemos cómo terminó aquella historia, y justo eso permite mucho juego, porque sabemos cosas que los personajes no saben.  Anclar la acción en una noticia que forma parte de nuestro imaginario, me permite jugar. Todos  piensan que esa pareja, Lady Di y Carlos, se casan por amor y que serán felices cuando en verdad nada de eso iba a ser así.

-Como ocurre a sus personajes. Marta, por ejemplo: una mujer que quería ser escritora y que su marido, un editor, la convirtió en una escritora de recetas ¿Ella es un trasunto de alguien?

-Marta tiene muchas cosas de mí. Desde algo tan sencillo como que me encanta cocinar. Si la gente se fija, verá que los personajes comen mucho en mis libros. Por eso Marta cocina. Ahora bien, si comparamos a Marta como personaje con Olga, verás que son lo mismo y no sólo por ser gemelas. Se odian porque son extremos de una misma cosa. Marta tiene una vida personal más trágica. Olga es una mujer abandonada, su marido no le hace caso es cierto, pero Marta tiene un marido Don Juan que la abandona y ella tiene que reconducirse, después de sacrificar su vocación, ser escritora, para convertirse en aquello que su marido quiso.

"El perdón es un acto absurdo, que se da sin necesidad de solicitarlo. Si lo pides o lo intercambias por otra cosa, no significa nada"

-El perdón sólo surge cuando no existe posibilidad de hacer justicia, escribe. Esa idea se repite mucho y no justamente porque redima a los personajes.

-La idea no es mía. Pertenece a los pensadores que han trabajado la filosofía del perdón. La cita que abre la novela (“Sólo se puede perdonar lo imperdonable”) es de a Mélich y está en un libro que se llama La lectura como plegaria. Es una paráfrasis que él hace de Derrida. Mientras algunos filósofos aseguran que el perdón hay que pedirlo, él dice que el perdón es un acto absurdo, que se da sin necesidad de solicitarlo. Si lo pides o lo intercambias por otra cosa, no significa nada, porque sólo debe provenir de la víctima, sin ninguna petición.  

-¿Cómo entronca esta novela con el resto de sus libros?

-Escribo desde que tengo uso de razón. Dediqué muchos años para medir mis fuerzas, para ver en qué soy mejor, en qué género me sentía más fuerte. ¡Si hasta llegué a escribir una novela de ciencia ficción!  Soy consciente de que tengo varias voces y que algunos lectores pueden despistarse, pero estoy convencida de que los lectores son muy inteligentes y saben muy bien lo que pueden ir a buscar. Esta novela es el producto de esa evolución.

-Usted todavía cree en la novela. Prueba de eso es que la escribe. Dígame, ¿todavía tiene sentido?

-La crisis de la novela es contemporánea a la novela. Siempre se habla de eso. Es un tema recurrente. En la novela no hay nada nuevo que inventar. Después de las vanguardias todo está hecho. Tenemos que entender que es una construcción clásica que apela a un asunto básico: nos cuentan algo donde podamos ver un comienzo y un final y con lo que podamos sentirnos identificados. Y ahí está el asunto. La novela será siempre lo mismo pero adaptada en el tiempo. Contaremos las mismas cosas, pero con el cambio que experimenta cada uno en su tiempo. Y eso ocurre desde Aristóteles.

"La crisis de la novela es contemporánea a la novela. Siempre se habla de eso. Es un tema recurrente"

-Leyendo esta historia, resulta imposible no pensar en Ana María matute, Ana Martín Gaite y la propia Laforet, mujeres a las que le debió costar mucho escribir lo que escribieron y ser quienes fueron.

-Llegué a pensarlo en un momento, convertir  a uno de los personajes en una escritora como ellas: Matute, Martín Gaite, Laforet. Sufrieron mucho. A Laforet, por ejemplo, se la cargaron. Ella no aguantó esa presión. En las primeras entrevistas que concedió después del premio Nadal llegaron a preguntarle a quién quería más, si a sus libros o a sus hijos. Era un país que no entendía que una mujer tuviera una voz propia. En las memorias de Ignacio Agustí, el editor de Destino, cuenta cómo González Ruano, que estaba convencido de que iba a ganar. Cuando se dio el veredicto y se dijo que Carmen Laforet era la ganadora, los miembros del jurad, incluyendo a Agustí, que eran amigos suyos, fueron a decírselo en persona. La reacción de aquel hombre al descubrir que el premio lo había ganado una mujer, era de un desprecio increíble. Agustí llega a decir que Ruano les puso la pistola sobre la mesa. Esa una España que por fortuna no se parece en nada a la que tenemos hoy.

-¿Esta segura?

-Yo no quiero comparar la actualidad con el franquismo y no es ni mucho menos mi intención, pero es cierto que viniendo de una situación tan atrasada, nos vendría buen una temporada de cambios y cuanto más tiempo tardemos en propiciarlo, más riesgos hay de que esos fantasmas resurjan. Porque la verdad es que han transcurrido pocos años desde el tiempo en el que ocurre esta novela.

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