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El Buscón

La demagogia de Ramón Espinar con los bombones de Ferrovial roza el esperpento

El portavoz de Podemos en el Senado, Ramón Espinar.

Sería muy fácil recordar más detalles de la carta que nunca escribió Ramón Espinar a la cooperativa Vitra para renunciar a su piso de protección oficial (el que revendió luego con una plusvalía de 20.000 euros), pues, según su versión, carecía entonces de ingresos para sostenerlo. Pero este Buscón no va a caer en tal demagogia, similar a la de la carta que esta vez sí ha escrito el portavoz de Podemos en el Senado para rechazar las archiconocidas chocolatinas de la empresa Ferrovial. Un clásico por estas fechas. Un pequeño gesto de cortesía (¡ay, la cortesía!, pobre desahuciada de la idiosincrasia populista) que la multinacional tiene con representantes políticos de todo signo, proveedores y periodistas de los medios de comunicación más diversos (los de la conspiración y los alternativos).

Pero, claro, el flamante secretario general de Podemos en la Comunidad de Madrid parece ser que desconocía los ricos bombones que se escondían tras el envoltorio del presente navideño. Cegado e incapaz de distinguir entre eso, el simple cumplido y lo que sería una dádiva comprometida por intereses espurios (aquellos que terminan en los tribunales como indicio de cohecho), Espinar se puso a redactar una misiva pendenciera y la sacó a su ventana del vecindario Twitter. Lo hizo, por supuesto, con prosa solemne, de representante de la gente pura

"Estimados señores de Ferrovial,

Hemos recibido en el grupo parlamentario de Unidos Podemos-En Comú-En Marea un paquete a mi atención, en mi condición de portavoz, remitido por ustedes como obsequio navideño.

Aún desconociendo su contenido, les agradezco muchísimo el detalle. También les informo de que voy a proceder a la devolución. Estas navidades recibiré con gusto y haré regalos a mis seres queridos. A nadie más.

Su empresa tiene mi respeto y el de mi grupo, pero no una relación que nos permita considerarnos 'seres queridos'. En nuestra tarea de presentación nos debemos al pueblo, a nadie más. Reciban un cordial saludo, Ramón Espinar".

Tan orgulloso se sintió Espinar de su acción política que colocó el ingenioso tuit como "fijado" (permanente) al inicio de su cadena de mensajes. Como era de esperar ante semejante acto de nuevo parlamentarismo, el agreste gesto fue aplaudido por el líder de Podemos, Pablo Iglesias, con un me gusta desde su perfil. Hubo también otros barones de la formación del círculo, como José García Molina (Castilla-La Mancha) o Julio Revuelta (Cantabria), que secundaron la bravata. 

Ajeno a la democracia interna

No hizo lo mismo un anónimo vecino de Twitter que afeó a Espinar, no sin razón, su público berrinche. "Se devuelve y no se dice. Eso es elegancia. Lo otro es otra cosa", le espetó. En efecto, lo otro es demagogia con mayúsculas y rozar el esperpento. Aunque lo que tiene que plantearse su señoría es que si la Comisión de Garantías de Podemos, controlada por afines a Iglesias, hubiera escuchado a la bases del partido (lo que votaron en las primarias de noviembre), él no habría recibido los chocolates de Ferrovial, porque hace semanas que debía haber dejado el escaño en la Cámara alta y mantener sólo dos cargos como votó la militancia (el de secretario general en la Comunidad y el de diputado autonómico en la Asamblea de Madrid). Eso, profesar la democracia interna, también es deberse al pueblo

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