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El Buscón

Cusí no pudo pagar el viaje de Felipe y Letizia porque nunca ha tenido un duro

El rey Juan Carlos y Josep Cusí antes de una regata.

Se van apagando los ecos de la información aparecida el domingo en el británico The Telegraph, según la cual el “empresario” catalán Josep Cusí (Barcelona, 1934), el amigo más fiel y más cercano que ha tenido nunca el rey Juan Carlos I, fue la persona que costeó -casi a partes iguales con el propio rey Emérito- la luna de miel que los entonces príncipes Felipe y Letizia realizaron en 2004 con motivo de su enlace matrimonial. Se van apagando los ecos, cierto, pero no los comentarios maliciosos que cierta sociedad barcelonesa conocedora del who’s who nacional, que no sale de su asombro preguntándose cómo es posible que Cusí corriera con la cuenta de 269.000 dólares de aquel viaje cuando no tiene, ni prácticamente ha tenido nunca, dónde caerse muerto, porque Josep Cusí nunca ha tenido un duro.

Y esa sociedad barcelonesa curada de espantos -por lo demás asombrada de que cierta prensa y ciertos políticos pretendan hacer un escándalo de lo que no pasaría de ser un regalo de bodas de un buen amigo, el mejor amigo del padre del novio- sostiene que los 467.500 dólares que costó el viaje completo de Felipe y Letizia salieron del bolsillo del entonces rey Juan Carlos. La pregunta consiguiente es casi obligada: ¿a cuenta de qué, entonces, esa historia de que los amigos lo pagaron a medias? ¿Qué razones había para un montaje tan infantil como innecesario? La única explicación que en Barcelona encuentran al asunto es que al ahora rey Emérito le diera en 2004 cierto miedo el que un día llegara a saberse que había costeado un viaje de bodas de casi medio millón de dólares, y que hubiera decidido dividir esa cifra entre dos personas en la creencia de que el teórico “despilfarro” iba a resultar más disculpable en caso de saltar a los medios.

La supuesta mitad abonada por Cusí habría sido desembolsada por la sociedad Navilot SL, cuyo administrador único y accionista mayoritario es el propio Cusí, eterno compañero de regatas del rey Emérito en sus años mozos. Según información de El Confidencial, la sociedad contabilizó unos “resultados negativos del ejercicio 2004” de nada menos que 322.017 euros, de modo que muy malamente pudo haber desembolsado los 269.000 dólares con los que, rumboso por naturaleza, Cusí quiso homenajear a los recién casados. Navilot ha sido una sociedad pantalla que ha servido para la compraventa de los barcos de recreo utilizados por Juan Carlos y su amigo en toda clase de regatas, naturalmente los de la serie “Bribón”, y su cuenta de resultados se ha nutrido de las aportaciones de la Casa Real y del propio rey Juan Carlos, que es quien en realidad ha corrido siempre con los gastos de esta fraternal amistad náutica.

En realidad Cusí ha sido el más leal y discreto amigo y confidente de Juan Carlos I en todos los asuntos relacionados con Barcelona

Lo que explica que al año siguiente, ejercicio 2005, Navilot, que no tenía ningún asalariado, registrara unos beneficios de 205.445 euros, cantidad que obviamente aportó el Monarca y que se aplicó en su totalidad a cubrir el agujero del año anterior. Decir que Navilot se dedicaba a la compraventa de barcos es decir demasiado, porque el verdadero comprador de las embarcaciones que patroneaba Cusí y su ilustre amigo ha sido siempre La Caixa, con Josep Vilarasau a la cabeza como pagano del primer “Bribón”. Siempre o casi siempre, porque Cusí no ha tenido nunca empacho de pedir “a escote” entre los “juancarlistas” barceloneses de más fuste (encabezados por Javier Godó, conde de Godó por graciosa concesión de Juan Carlos I, Mariano Puig y otros del mismo porte) cuando era necesario sustituir por obsoleto al “Bribón” de turno o afrontar una costosa entrada en astillero para algo más que un simple calafateado.

Fue Javier Godó quien, en los jardines de su casa en Pedralbes, justo al lado del Consulado General de los Estados Unidos en Barcelona, ofreció una memorable cena la víspera del Domingo de Ramos de 2008, que sirvió como presentación en sociedad de Corinna Larsen, antes Corinna zu Sayn-Wittgenstein, la célebre amante de Juan Carlos I. Y fue Josep Cusí quien organizó el evento –se optó por Barcelona como escenario más adecuado que Madrid- y quien eligió a los ocho muy seleccionados comensales ante los que se ofició esa comedia en forma de velada gastronómica que presidieron Corinna y el Rey de España, invitados de tronío que durante mucho tiempo guardaron un casi religioso silencio sobre lo acontecido en los jardines de don Javier. 

En realidad Cusí ha sido el más leal y discreto amigo y confidente de Juan Carlos I en todos los asuntos relacionados con Barcelona. Desde agendarle una cita con un cirujano eminente para una revisión de próstata, hasta prepararle un encuentro discreto (el barco de Pedro Mir ha sido escenario de no pocos lances) con alguna señora de la alta sociedad, naturalmente de físico espectacular, condición sine qua non, que tenía el capricho de irse a la cama con el Rey de España como una simple experiencia vital. “Cuando uno hablaba con Cusí daba por descontado que estaba hablando con el testaferro del Rey y que lo que te estaba pidiendo era para el Rey, aunque sospecho que alguna que otra vez era para quedárselo él mismo”, asegura una fuente. “¿Quién era el guapo que iba a negarle algo al Rey?”.

Y todo esto, ¿a cambio de qué? ¿Qué ha sacado de bueno Josep Cusí (el parecido físico con el rey Emérito ha llevado a muchos a sostener que son hermanos, hijos ambos de Don Juan, conde de Barcelona, asunto que no ha pasado nunca de ser una especulación), de esa estrechísima relación? Casado con Inés Muiños, hija del famoso oftalmólogo de la clínica Barraquer y protagonista central de esa desconocida historia, Cusí ha vivido siempre con una mano avanti e l'altra dietro. Heredero de un pequeño negocio que cerró pronto, así como una también pequeña finca cerca de Igualada, Cusí no ha tenido nunca negocio digno de tal nombre, porque en realidad ha vivido de las asignaciones que regularmente le ha pasado el propio monarca. Cusí ha vivido siempre a la sombra de la Casa Real, de modo que mal pudo haber corrido con la cuenta de la mitad del viaje de luna de miel de Felipe y Letizia.

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